México: El sistema para el abuso e impunidad total

La sabiduría popular nos ha dicho siempre, que en materia de resultados, como se siembra, se cosecha, aunque en política a veces tarda un poco, pero ocurre. Y vaya que sí. En México, la clase gobernante y los políticos, por regla general plantan mal y a capricho, para imponer su sello personal, sin importar dispendios y menos aún rendición de cuentas cuando los resultados les son incómodos.

Nada cambia más que en el discurso, porque ya encumbrados y engolosinados por el poder, sin ningún límite para  su ambición, nada les preocupa, sabedores de que en ese nivel todo se perdona de manera confabulada, al convertirse generacionalmente en partes claves de la continuidad del sistema dominante, que extiende hacia toda esa élite su amplio y oscuro manto protector, amparado en la cultura del no reclamo social.

Uso del recurso público a la medida de las ambiciones de quien lo ejerza, desde el púlpito de la omnipotencia sexenal, que lo mismo duplica o triplica el costo de los proyectos que se pagan sin recato, como si no hubiesen mayores prioridades, evidenciando contubernios que la Auditoría Superior de la Federación no investiga, como tampoco las Cámaras integrantes de un Poder Legislativo lacayo del Ejecutivo en turno.

Disposición de decenas y hasta centenas de miles de millones de pesos, que desde la cúpula del poder se disponen como propios en la toma de decisiones para cancelar preponderantes y avanzadas iniciativas en curso, por no ser propias, mediante la caprichosa manipulación disfrazada de una consulta popular que no representa el interés nacional.

Corrupción e impunidad cínica, como denominador común en todos los niveles oficiales, donde el empresario privado ha jugado y mantiene un papel importante, al convertirse en aliado incondicional del disfrute de todo tipo de negocios de inversión favorecida, así como de las magnas obras de construcción asignadas sin licitación, como parte de las complicidades que no siempre tienen final feliz, por la irresponsabilidad que se tolera al extremo, hasta transformarse en pérdida masiva de vidas humanas de las que nadie resulta responsable, digerida finalmente por una cultura de la indiferencia.

Todo un engranaje de perversidades, en el que incide la movilidad de un esquema bien cimentado, de alianzas de partidos y cúpulas políticas, para realizar negociaciones-concesiones, que harían viables en la última década del siglo XX, las reformas constitucionales que permitirían establecer, la estrategia de los detentadores del mando partido en el poder (PRI), con vigencia de siete décadas atrás, para ceder a la presión estadounidense, que recomendaría la creación de un sistema bipartidista alternado, como el de la Unión Americana, para gobernar a partir del 1 de diciembre del año 2000.

Culminación de la maquinación del Plan de Carlos Salinas de Gortari-Ernesto Zedillo Ponce de León (1988-1994 y 1994-2000), que permitiría hacer viable el acomodo de personajes indistintos de siglas, colores e  ideologías de “derecha, centro e izquierda”, mediante la simulación de las formas, para ocultar el fondo que entronizaran los poderosos intereses cupulares de la clase política-empresarial mexicana, con los del vecino del norte, al acordar la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en el que Canadá no tendría un papel protagónico.

Creación del santuario trinacional en el que la veneración de los hombre y mujeres del gran capital se centraría en el dinero como su Dios, reforzado del lado mexicano liderado por Carlos Salinas de Gortari, al magnificar el discurso que auguraba con el Acuerdo, ahora sí, del “despegue” que marcaría el principio del fin de las desigualdades para todo el país.

Transcurriría el sexenio Salinista en medio del caos económico-financiero y opacado por el descrédito nunca superado, de haber surgido de la maniobra cibernética que daría margen al supuesto fraude cometido en las urnas en 1988, contra Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el candidato del Frente Democrático Nacional, “al caerse el sistema computarizado de conteo”, al secretario de Gobernación y titular del Instituto Federal Electoral, Manuel Bartlett Díaz, en los momentos en que el hijo del “Tata” Lázaro Cárdenas del Río, iba arriba en los votos.

Comicios aquellos del 6 de julio de hace casi 33 años, en que por primera vez las fuerzas de Izquierda y de Centro, se aliaron para respaldar a un aspirante a la Presidencia de la República, quien no cesaría en rechazar a Salinas de Gortari, como Jefe del Ejecutivo Federal, proclamándose ganador y finalmente víctima de un engaño a la sociedad nacional.

Sobre Salinas de Gortari caería a partir del inicio de su mandato, el cuestionamiento de la oposición, sobre la legitimidad de su triunfo en las urnas, lo cual daría margen a la inmediata flexibilización de la postura gubernamental, para dar cabida a la formalización y fundación del Partido de la revolución Democrática (PRD), el cinco de mayo de 1989, a iniciativa de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador.

Año en que, por cierto, surge en las pasarelas priístas, uno de sus miembros jóvenes más distinguidos, Marcelo Luis Ebrard Casaoubon (30 años), como director General del Departamento del Distrito Federal, siendo titular de la Regencia Manuel Camacho Solís. Antes, en 1981, bajo la batuta de Octavio Sentíes Gómez, para continuar en diferentes cargos de gobierno dentro de esta institución, tanto en la Secretaría de Planeación y Presupuesto, además del Programa de Renovación de Vivienda Popular.

Su cercanía con Camacho Solís, el amigo del Presidente de la República y ex yerno del ex gobernador chiapaneco Manuel Velasco Suárez, le permitió a Marcelo en ese mismo 1989 y hasta 1990, ser secretario General del Partido Revolucionario Institucional, capitalino, para luego ocupar de 1992 a 1993, la Secretaría General de Gobierno con su protector, tío por cierto de Manuel Velasco Coello, que por entonces tendría 13 años.

Su identificación con Camacho Solís y Carlos Salinas de Gortari, además de su liderazgo priísta, le llevarían a festejar que el nuevo instituto político perredista de izquierda, fracasara en su primera participación en los comicios intermedios de 1991, y más todavía al estar apegado luego a la encomienda como segundo gobernante a bordo de la Regencia de una de las ciudades más pobladas del mundo.

Ya desde entonces, encaramado en el todavía carro completo de la aplanadora máquina priísta, Marcelo Ebrard Casaoubon, afloraría públicamente su  su proyecto de aumentar 17 kilómetros, la Red del Sistema de Transporte Colectivo Metro, del Distrito Federal.

Caminaría Marcelo por primera vez sobre la alfombra roja de la diplomacia mexicana, en 1993, cuando Manuel Camacho Solís recibe del Presidente Salinas, el nombramiento de secretario de Relaciones Exteriores, el cual se prolonga hasta el último día de noviembre, tiempo en que ejerce como subsecretario.

Ante la imposibilidad de ser el candidato del PRI a la Presidencia de la República, Camacho Solís manifiesta su inconformidad abierta ante la designación de Luis Donaldo Colosio Murrieta, que sería asesinado en Tijuana el 23 de marzo de 1994, por lo que sería involucrado mediáticamente como supuesto culpable, lo cual motivaría el distanciamiento con el Primer Mandatario.

Enojo tal del connotado militante del tricolor, que le llevaría a un rompimiento el 13 de octubre de 1995, al renunciar al Revolucionario Institucional. Leal a su amigo y jefe, Marcelo Ebrard Casaoubon, haría lo correspondiente en esa misma fecha.

Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano volvería en 1997 a la contienda político-electoral, en 1997, al participar como abanderado del PRD por la Jefatura de Gobierno de la capital nacional, posición que gana en los comicios del 6 de julio, y asume el mando el 5 de diciembre de 1997, que deja el 29 de septiembre de 1999, para participar por segunda vez, ahora por las siglas y colores del Partido del “Sol Azteca”, en las elecciones de julio de 2000, en las que se consuma la primera fase planeada por el PRI, para la “Alternancia del Poder”, en la que resulta “ganador”, el derechista Partido Acción Nacional, con su ungido Vicente Fox Quesada, sacrificando a Francisco Labastida Ochoa, un político tricolor de mayor trascendencia que el guanajuatense, al haber sido secretario de Gobernación, de Agricultura y Ganadería,  gobernador de Sinaloa, ex diputado federal y senador de la República.

Marcelo reaparecería también en 1997, para saltar a la sobra protectora del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que lo postularía como candidato para una diputación federal, la cual gana, pero a la que en 1998 renuncia, y se defina como legislador independiente hasta concluir su gestión en el año 2000, año en que se reafirma su cercanía con Manuel Camacho Solís, para fundar el Partido de Centro Democrático (PCD), participando en las elecciones de ese año, como aspirante al gobierno del Distrito Federal y su jefe como candidato a la Presidencia de la República.

Sin embargo, el oportunismo de Ebrard Casaoubon le llevaría a declinar en marzo de 2000, a favor de Andrés Manuel López Obrador, quien lideraba la causa electoral por la Jefatura del DF, por el PRD, que sumaba a los Partido del Trabajo, Convergencia, de la Sociedad Nacionalista (PSN), y de Alianza Social (PAS).

A partir de esa decisión, que sería acertada del todo para su futuro político, que sería retribuida en principio por López Obrador, al triunfar en los comicios, gracias a recibir un terreno abonado para l continuidad, por el primer gobierno de “Izquierda” en la antigua Ciudad de los Palacios, liderado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Marcelo pasaría a formar parte del primer círculo del reducido grupo de hombres de confianza del nuevo gobernante, quien lo designa

como parte de su Consejo de Asesores, de diciembre de 2000 a 2002.

Sería en 2002, cuando su nuevo jefe, lo designara secretario de Seguridad Pública, una tarea compleja que le llevaría a contratar la asesoría en cuestiones de seguridad, del ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani ocurriría el primer tropiezo del ahora secretario de Relaciones Exteriores. Aún así, vendría su primer fracaso como funcionario, al ser destituido por el Presidente Vicente Fox Quesada, de su cargo, al registrarse el 6 de diciembre de 2004, en la Delegación Tlahuac, un linchamiento de tres policías federales.

Vendría en 2005 la reivindicación dispuesta por Andrés Manuel, que lo nombra secretario de Desarrollo Social, como parte la estrategia de López Obrador de convertirlo en su sucesor, para lo cual, en medio de una gran polémica en contra, a la que se suma Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, por considerar que no representaba la ideología de la izquierda perredista, postulado oficialmente como candidato el 5 de diciembre de ese año y de esa forma, con toda la infraestructura partidista, pero sobre todo de de Gobierno, gana en julio de 2006.

Asumiría la Jefatura de Gobierno de la capital del país, el 5 de diciembre de 2006, gestión que concluiría el 4 de diciembre de 2012, inmerso en un gran escándalo, por el fracaso de su principal obra, la Línea 12 del Metro, llamada también “Línea Dorada”, del “Bicentenario y de “La Revolución”, al haberla inaugurado acompañado de su “incompatible enemigo”, el Presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa.

La Obra Cumbre de quien hoy concentra en su persona la responsabilidad de una ampliación del principal sistema de transporte de la ciudad de México, que a casi nueve años de su espectacular apertura de servicio, no obstante las graves irregularidades en su funcionamiento, que el lunes 3 de mayo cobró casi tres decenas de muertos y más de 70 lesionados, al accidentarse en su parte elevada de la delegación Tlahuac, ha puesto en el banquillo de los acusados como responsable-culpable, al gran favorito para la pretendida sucesión de la alternante Izquierda de México, en 2024, y que en principio podría afectar a los candidatos del Movimiento de Regeneración Nacional en el territorio nacional.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.

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