Antes de sitiar la ciudad, el coronel realista José Régules Villasante, intentó incendiar la población, de Huajuapan con la intención de obligar al jefe insurgente, Valerio Trujano, a retirarse, pero fue en vano, sólo algunas chozas en la orilla, se consumieron por el fuego.
Ante tal fracaso, el realista se situó alrededor del pueblo, sitiarlo pues. Valerio Trujano no se sorprendió, se atrincheró muy bien, pero no tenía cañones, así que ordenó a sus hombres se colocaran en las azoteas, realizaran disparos, simulando fogonazos de culebrinas, estallaron petardos, para hacer creer al enemigo que la defensa de la plaza estaba bien artillada.
Y como urgía artillería, Valerio fundió las campanas de la parroquia y fabricaron tres cañones, que en lugar de balas eran piedras del arroyo o con granadas realistas que no estallaban.
La artillería escaseaba, los alimentos también, pero Trujano los administraba adecuadamente; había almacenado víveres, entre estos una gran cantidad de carne seca de chivo. Cada mañana distribuía entre los vecinos y soldados, de manera equitativa. La disciplina era total.
Los ataques se daban con frecuencia; siempre rechazados por los insurgentes; pero Trujano necesitaba apoyo así que envió a un indio llamado Noyóo, con una carta al coronel Sánchez y al cura José María Tapia. estacionados en Tlapa.
Sánchez y Tapia, acudieron al llamado equipados con abundantes víveres, nueve cañones y hombres, llegaron cerca de la plaza el 17 de mayo de ese 1812, al aproximarse fueron emboscados por el comandante Juan Antonio Caldelas, José María Sánchez, al padre María Tapia y demás hombres lograron escapar perdiendo la artillería y víveres.
A Trujano no le quedó más remedio que solicitar auxilio al jefe insurgente José María Morelos, quien en ese momento se hallaba en Chilapa, éste, al recibir la solicitud de inmediato reunió un ejército de mil ochocientos hombres y mandó a Miguel Bravo para que unido a Sánchez y al cura Tapia, fueran y atacaran a los realistas sitiadores, sin embargo, de nuevo fueron diezmados por Caldelas.
Al ser enterado Morelos, tomó la decisión de ir él mismo junto con miles de hombres, entre ellos Vicente Guerrero, los Galeana y los Bravo, atacaron con toda la fuerza haciendo que Régules y muchos de sus soldados salieran huyendo y Caldelas muriera en el combate.
Los insurgentes obtuvieron un gran botín: doce cañones, miles de municiones, más de dos mil fusiles y cerca de doscientos prisioneros realistas.
Fuentes:http://guerrero.gob.mx/articulos/valerio-trujano-1767-1812/. Herminio Chávez Guerrero, Valerio Trujano: el insurgente olvidado y José María Luis Mora, Méjico y sus revoluciones.
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