Ellas y los estudiantes necesitan sentirse valorados, reconocidos y acompañados emocionalmente
Como docentes podemos marcar una diferencia significativa al reforzar la autoeficacia y bienestar de niñas, niños y jóvenes.
Ana Cecilia Cárdenas*
SemMéxico, Cd. de México, 25 de junio, 2025.-El término del ciclo escolar puede significar muchas cosas complejas y emotivas tanto para las y los maestros como para el estudiantado. Tienen el reto de terminar de cubrir un programa académico, evaluar, calificar… hasta organizar festivales, convivencias, despedidas, entre otras tantas demandas institucionales internas y externas.
Como docente, ¿qué puedo hacer diferente este ciclo para dejar una huella significativa en el estudiantado a mi cargo? ¿De qué manera puedo incluir en mi agenda algunos elementos que fortalezcan su bienestar socioemocional y cognitivo ? ¿De qué manera puedo fortalecer su autoeficacia y ayudarles a tomar conciencia de su potencial? .
Para responder algunas de las preguntas anteriores vale la pena recordar lo que Alfred Adler enfatiza al proponer que “todo niño busca pertenecer, sentirse valioso y reconocido dentro de su comunidad”. A continuación comparto dos acciones clave que pueden marcar una diferencia profunda en esta etapa de cierre:
Al final del ciclo es común que la o el docente, con la responsabilidad de entregar el mejor producto terminado, incline la balanza hacia una visión negativa de las y los estudiantes a su cargo. A esto se le llama sesgo de negatividad: una tendencia natural del cerebro humano a prestar más atención, dar más peso y recordar con mayor intensidad experiencias negativas que positivas.
En el contexto educativo, este sesgo lleva a docentes, madres y padres a enfocarse más en lo que la niña o el niño “no hace bien” o “le falta”, en lugar de reconocer y reforzar lo que ha madurado y aprendido. Cambiar el sesgo de negatividad implica un esfuerzo consciente por equilibrar el enfoque, dar espacio al reconocimiento positivo y fomentar una retroalimentación que motive y fomente la autoconfianza.
A veces, se nos olvida que –como docentes– tenemos la capacidad de “identificar y compartir las buenas noticias”, de no quedarnos con el secreto mejor guardado de todo lo positivo que vimos en todas y cada uno de los estudiantes a lo largo del ciclo escolar; y, por ende, hacer un esfuerzo intencional para compartirlo. Algunas preguntas que pueden ayudar a facilitar este proceso son:
a) ¿Cuáles son las fortalezas de carácter –observadas en cada estudiante– para resolver retos, cumplir metas o tener relaciones interpersonales más positivas?
b) En el marco de la teoría de inteligencias múltiples de Gardner, ¿de qué manera fueron inteligentes todas y cada uno de los estudiantes a tu cargo? ¿Cuáles son las inteligencias que más desarrollaron para aprender mejor?
c) ¿De qué manera cada estudiante puede crecer en autoeficacia fortaleciendo su creencia personal en relación a “para qué es buena o bueno” “qué sabe hacer muy bien” y “qué aporta a su comunidad de aprendizaje”?.
Según Bandura, la autoeficacia – la creencia de una persona en su capacidad para alcanzar metas o enfrentar desafíos– es uno de los factores más determinantes en la motivación, el aprendizaje y el rendimiento escolar.
Cuando una persona cree en su capacidad, se esfuerza más, muestra mayor resiliencia y persevera ante las dificultades, recuperándose de los fracasos con una actitud proactiva. Esta creencia no es fija: se construye a partir de la experiencia directa, los modelos que observa y la retroalimentación que recibe de sus docentes y del entorno.
Como docentes podemos influir directamente en la autoeficacia de las y los estudiantes a nuestro cargo retroalimentando positivamente lo que vemos en ellas y ellos. Ejemplos de esta retroalimentación podría ser:
En este fin de ciclo como docentes podemos hacer una diferencia en el estudiantado al comunicarle todo lo positivo que vemos en ellas y ellos y también compartiendo estas buenas noticias con sus familias. La autoeficacia se construye tanto a nivel cognitivo como social.
Cuando docentes y familias reconocen las fortalezas del estudiante de manera coherente, se refuerza su confianza interna. Este refuerzo positivo, en casa y en la escuela, fortalece su creencia de que ser capaz y valiosa. Estamos acostumbradas a llamar a madres, padres y tutores a una junta para comunicarles limitaciones, errores, y fallas de sus hijas e hijos. Tener “junta en la escuela” es sinónimo de malas noticias. Cambiemos este enfoque y procuremos organizar “juntas para comunicar buenas noticias”.
2. Reforzar las rutinas y los buenos hábitos, incluso en la recta final
Al término del año, cuando las vacaciones están cada vez más cerca, es común que las y los estudiantes empiecen a aflojar sus hábitos académicos: bajan el ritmo, se dispersan, y enfocan su atención en múltiples estímulos. Justamente por ello, este momento es clave para mantener las rutinas que dan estructura, dirección y sentido de cierre.
Las funciones ejecutivas –esas habilidades mentales que usamos para planear, tomar decisiones, organizar el tiempo y controlar impulsos– no se desarrollan de un día para otro. Se fortalecen a través de la práctica. Las rutinas diarias son el mejor gimnasio para entrenarlas.
Tori Cordiano, experta en funciones ejecutivas, señala que reforzar rutinas claras, especialmente en tiempos de transición, ayuda a niñas y niños a sentirse más seguros y con mayor control sobre su entorno. Cuando saben qué se espera de ellas y ellos y tienen un marco estable para organizar sus tareas canalizan mejor su energía, se sienten más enfocados y menos ansiosos, y desarrollan un sentido interno de orden que impacta directamente en su bienestar emocional.
No solo hay beneficios cognitivos. Las rutinas también cumplen una función emocional importante: dan seguridad. En la etapa del año donde todo empieza a “cerrarse” –clases, proyectos, vínculos con el grupo– tener una rutina predecible da la tranquilidad de saber que aún hay metas importantes por cumplir y que se es capaz de lograrlas con éxito.
Al lograr organizarse y cumplir con un objetivo, en estos días, no solo termina el ciclo con un aprendizaje significativo sino con una sensación interna de logro y competencia. Esto impacta directamente en la autoeficacia: “Soy capaz, puedo lograrlo, estoy lista para lo que viene.”
Como docentes, facilitamos este proceso acompañando al estudiantado con acciones concretas como:
No bajemos la guardia en la recta final. El estudiantado necesita más estructura que nunca. Cuidemos los distractores y enfoquemos la atención en lo esencial que deben aprender. Cada hábito reforzado, cada rutina cuidada, cada mensaje claro, es una forma de enseñarles algo esencial: que ellas y ellos pueden cerrar lo que empiezan, que tienen los recursos para lograrlo, y que el aprendizaje no se detiene porque el calendario diga “fin de curso”. Como docentes podemos ser ese ancla que da estabilidad, confianza y dirección. Eso es un gran regalo para llevarse en la mochila de aprendizajes para toda la vida.
En conclusión, más allá de las calificaciones y los logros académicos, al cierre del ciclo escolar todos y cada uno de las y los estudiantes necesitan sentirse reconocidos, integrados y apoyados en su desarrollo emocional y académico. Como docentes incluyamos en nuestra agenda la premisa de Adler —“todo niño busca pertenecer y sentirse valioso”—, y hagamos una diferencia significativa al comunicar estima, logros y reforzar rutinas cotidianas. Estas acciones fortalecen la autoeficacia, la confianza y la empatía, sembrando las bases para el bienestar emocional y académico a largo plazo.
Bibliografía
Adler, A. (1924). The practice and theory of individual psychology. (P. Radin, Trad.). Harcourt Brace.
Bandura, A. (1997). Self-efficacy: The exercise of control. W.H. Freeman and Company.
Gardner, Howard. (2006) Multiple Intelligences: New Horizons in Theory and Practice. Basic Books.
Stevens, G. (2018). Positive Mindset Habits for Teachers: 10 Steps to Reduce Stress, Increase Student Engagement and Reignite Your Passion for Teaching. Red Lotus Books.
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