TRAS BAMBALINAS. ¿De qué tamaño es el miedo?
Por Jorge Octavio Ochoa.
La ausencia de Andrés Manuel López Obrador en el 1er Informe de Gobierno de Claudia Sheinbaum, abre un frente adicional de inestabilidad política en el círculo más estrecho de la mandataria y que, quiérase o no, la debilita profundamente.
Ese vacío, deja una enorme interrogación en el panorama. No se sabe si es el inicio de una ruptura dentro de Morena, o si es el miedo del ex presidente a una reacción negativa de las masas que pongan a la luz su verdadera popularidad.
También puede deberse a la aceptación tácita de no querer opacar, la ya de por sí gris imagen de la mandataria que, en los últimos días, se ha comportado como una mera líder de partido y no como presidenta de México.
Sin la mínima autocrítica, ella ha salido a defender a los dos ex presidentes de Mesa Directiva en las Cámaras de Senadores y Diputados, pese a los inocultables excesos que cometieron ambos ante la sociedad y contra ciudadanos.
Sergio Gutiérrez Luna y Gerardo Fernández Noroña serán recordados en los anales de la historia, por enriquecimiento, y por haber puesto en la silla de los acusados, e incluso amenazar a dos personas indefensas, desde la máxima cúpula del poder.
Además, bajo el argumento de no querer “que le hagan groserías” a Sheinbaum, dos impresentables como Dolores Padierna y Leonel Godoy, han mostrado su codicia al pretender asumirse como presidentes de la Cámara de Diputados.
Ella, esposa de René Bejarano, “El Señor de las Ligas”; él, hermano del primer diputado federal narco, que rindió protesta en San Lázaro tras ser metido en una cajuela de auto para que no lo pudieran detener los judiciales.
Como colofón de esta serie de actos fallidos, que colocan a Sheinbaum como cómplice de los enjuagues de un partido sumido en la corrupción, además sostiene a Adán Augusto como líder de los senadores de Morena.
El único argumento que esgrime Morena y la mandataria es, no saber. Godoy no sabía que su hermano era un narco; Dolores, que su marido era un corrupto; Adán, que su secretario era un capo; y Claudia, que su esposo, Imaz, pedía dinero sucio.
Mucho lastre, para un arranque tan incierto y débil en el primer año de gobierno. Por eso, lo ocurrido el pasado miércoles 27 de agosto en el Congreso de la Unión, es reflejo no sólo del ambiente, sino de la clase política que dirige nuestro país.
Cuando la violencia y los excesos llegan al Congreso, es porque la política ha fracasado. Luego entonces, ella ha fallado. Está muy lejos de lograr la unidad que necesita México para enfrentar las amenazas de Donald Trump.
Esa sucia clase política, se acusa mutuamente de Traición a la Patria, cuando ambos lados han traicionado al pueblo, con esas exhibiciones de uso sin límites del erario, como si los bienes de la nación les pertenecieran.
Se gritan obscenidades, como si tuvieran autoridad moral. Esa es la raíz del encontronazo entre “Alito” Moreno y Fernández Noroña: la podredumbre de una élite que dice gobernar, pero sólo para unos cuantos.
México está en el clímax de la polarización. Seguimos divididos: los que están con Morena y la 4T, y los que repudian totalmente a ese partido, al gobierno y el legado de Andrés Manuel López Obrador.
Es una generación de políticos mediocres, corruptos en uno y otro lado. Mientras, Donald Trump presiona para intervenir militarmente y entrar “a combatir a los capos del narcotráfico”.
Un solo capo, Ismael El Mayo Zambada, desnuda 40 años de descomposición, desde la época de López Portillo. Trajo a la memoria La Casa del Perro, El Partenón de Durazo, hasta la Casa Blanca de Peña Nieto.
Hoy, esa corrupción llega a la Quinta La Chingada de Andrés Manuel, la Casa Gris de José Ramón López Beltrán, “La Casa del Silencio”, de Noroña y las mansiones que poseen algunos otros en Estados Unidos.
Sheinbaum exige “pruebas”, mientras Adán Augusto, jactancioso desde el Senado, presume conocer “historias personales”, “favores otorgados”, “asuntos pedidos” por muchos. Pero, de lo que debía saber, no sabe nada.
En una sola declaración, se pinta como un sujeto acostumbrado a las componendas. Es insostenible su argumento de que no sabía quién era Hernán Bermúdez Requena, ni su sobrino, Raúl Bermúdez Arreola.
Éste último, fue responsable de los tramos 4 y 5 del Tren Maya, y fue destituido de su cargo por acusaciones de corrupción. Es socio de, al menos, ocho empresas que fueron constituidas bajo la fe pública de la Notaría 27, de Adán Augusto. ¡BINGO!
Lo más grave, es que quien debió ser punto de equilibrio y “parrarayos” entre los Poderes, se convirtió en una vociferante más. Habló del odio y emitió una sentencia, cual si fuera Suprema Corte, contra los que llamó El PRIAN.
Claudia Sheinbaum no ha sido, desde que asumió el cargo, Jefa de Estado. Gobierna para un grupo político. No ha llegado al origen de la violencia, que ameritan la expresión de PERDÓN, de toda la clase política a los mexicanos.
Simplemente, usted no nos representa.
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