LO NUEVO SON LOS CIUDADANOS.
Por Luis Enrique Rios Saucedo
CAMBIO DE RÉGIMEN. RECONFIGURACIÓN DE PARTIDOS POLÍTICOS.
Primero empezó el cambio en la sociedad. Luego, en 2018, comenzó a gestarse el cambio desde el gobierno. Hay un cambio de régimen en nuestro país. Desaparece inexorablemente el anterior y tarda en definirse el nuevo. No hay sustitución de un día para otro, como nunca ha habido en toda nuestra historia.
A nadie debe extrañar que, ante el cambio de régimen, también exista una reconfiguración de los partidos políticos, de sus composiciones internas, de sus apoyos externos y de sus zonas de influencia.
El tema es tomar decisiones y no renegar de ellas. Estar en la política implica raciocinio, pero también debe haber componentes de valor y de riesgo. Salir de donde no se debe ya estar y tener entereza para construir desde la adversidad nuevas opciones.
LA REESTRUCTURACIÓN PARTIDISTA ES LÓGICA E INEVITABLE. NO ES LA PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA.
En los últimos años del porfiriato abundaron los grupos y partidos políticos, casi todos rotando en torno al dictador, hasta que aparecieron las organizaciones magonistas y maderistas, con distintos objetivos, pero desfavorables a Díaz. Entre la revolución y el cardenismo se conformaron otros partidos y organizaciones, y dejaron de existir la mayoría de las que se crearon en la dictadura. La dinámica posrevolucionaria fue tan intensa como la propia revolución; se generaron nuevas realidades políticas y sociales para las cuales se construyeron nuevos partidos, uno de ellos, a la postre, trascendió esa etapa y la siguiente, hasta durar 90 años en el control del poder. El cardenismo fue un respiro significativo para las masas que habían hecho la revolución; luego del gobierno cardenista, se impuso una dictadura partidista por décadas. Esta nueva dictadura explotó al máximo la gran legitimidad popular que tuvieron las políticas sociales y las reformas impulsadas por el general Cárdenas. En torno al partido dictador orbitaron varios partidos para avalar la inexistente competencia electoral. La reforma reyesherolista fue un descanso para la oposición, pero no necesariamente trajo democracia. La coyuntura política de 1987-88 lanzó a la palestra a nuevos partidos; los empujes de la sociedad, a pesar del partido dictatorial y del conservadurismo derechista del salinismo, no sin cuota de sangre, trajeron insoslayablemente reformas y, con ellas, la existencia de nuevas organizaciones partidistas de izquierda, centro y derecha. La aspiración bipartidista neoliberal no pudo sostenerse por más tiempo, a pesar de que así se diseñó desde el extranjero. Por último, la larga lucha del movimiento obradorista y su triunfo en 2018 nos han colocado en una nueva etapa de los partidos políticos.
La incesante historia de los partidos y las organizaciones encierra las historias de quienes se consagran a la política. Caudillos, dirigentes, agrupaciones y militantes que, en algún momento, pertenecieron a las organizaciones partidistas existentes en alguna etapa, al convulsionar el régimen en el que se gestaron sus organizaciones, tuvieron que optar entre dejar de hacer política o continuar. Cuando decidieron continuar, lo tuvieron que hacer en las nuevas organizaciones del nuevo régimen; tuvieron que ajustarse a la existencia de nuevas realidades.
Personajes que pertenecieron a los partidos de la dictadura, como el Científico, Reyista, Nacionalista Democrático, o a los opositores Partido Liberal Mexicano o Nacional Antirreeleccionista, o las organizaciones revolucionarias del Ejército Libertador del Sur o La División del Norte, o al Partido Católico Nacional, o al Partido Nacional Independiente, o al Partido Constitucional Progresista, etc. Personajes que lograron sobrevivir al periodo revolucionario, militaron después en los partidos que emergieron del proceso armado, como los partidos Liberal Constitucionalista, Nacional Cooperativista, Socialista del Sureste, Partido Laborista, Comunista Mexicano, Nacional Agrarista, o la Alianza de Partidos Socialistas.
El fenómeno de la militancia en nuevos partidos es recurrente en la historia. Militantes del PMS, del PSUM, del PPS, del PARM, del PST, del PFCRN se asimilaron en las distintas corrientes del PRD, de la misma forma que la escisión nacionalista del PRI, agrupada en la Corriente Democrática, se integró a ese partido; al igual que lo hicieron organizaciones como la OIR, el MAS, y sectores del PRT. Luego, muchos de ellos transitaron a Morena. Igual que ha pasado con muchas organizaciones de derecha que se vincularon por etapas a los partidos de esa tendencia política según sintieran identidad: PAN, PDM, PAS, PANAL, PES, por mencionar algunos.
NUEVAS REALIDADES, NUEVAS MILITANCIAS.
Nadie puede sorprenderse de que esta agonía del régimen anterior esté dando paso a una etapa de redefiniciones. La realidad ha cambiado. AMLO y su movimiento —que no su partido— trastocaron la existencia del régimen emergido luego del 88. Entonces, también la política cambia, guste o no, se entienda o no. Como en todo cambio, habrá quienes se resistan y no logren sobrevivir. Intentarán aplicar las viejas formas inútiles y caducas. Habrá otros que se ajusten y reconozcan que ya no existe más lo que antes conocieron. Y habrá prácticas, formas, estilos y prejuicios del pasado subsumidos en el momento de tránsito y en el nuevo momento que aún no se define; nunca nada desaparece totalmente de inmediato. Solo deja de ejercer hegemonía.
Aún no está definido lo que sigue. No será igual a lo de antes, pero tampoco será como lo quieren los oportunistas que se alientan a quedarse con el control del ahora para prolongarse en el después. Quienes habrán de decidir cómo será el nuevo régimen serán los ciudadanos que han aprendido la historia mucho más rápido que los políticos y que, de muchas formas, empiezan a visibilizarse.
De los partidos de la dictadura, a los partidos de los caudillos, a los partidos de masas, a los partidos de sectores, a los partidos de corrientes y, luego de más de cien años, se pasa a la política con fuerte presencia de movimientos ciudadanos. Manipular con que los ciudadanos tienen una gran participación porque es un orgullo ser parte del número de diez millones de afiliados o porque forman parte de los setenta mil comités seccionales, no es más que mantener soterrada una verdadera aproximación a las estrategias apantallantes de Fidel Velázquez —“20 millones de votos”, se burlaba el pueblo del longevo dirigente sindical cuando Salinas “derrotó” a Cárdenas— o al corporativismo seccional con métodos de Elba Esther Gordillo al frente de la estructura territorial priista; manipulaciones del pasado que no sirven en absoluto en la ruta de la democracia. Las aspiraciones de las cúpulas morenistas parecen más una aplicación equivocada y a destiempo del manual priista de los 60 o 70 que a las de una izquierda social, moderna, progresista y ciudadana.
No hay democracia para el pueblo cuando priva el acarreo que hacen regidores, diputados, senadores y gobernadores, peleando entre ellos por cada comité de gente que no va por convicción a su ¿asamblea seccional? a llenar urnas sin ningún debate sobre cómo va la comunidad, el municipio o el estado en los tiempos de la autodenominada Cuarta Transformación. Solo es “votas y te vas”.
No entienden que lo que sirve en estos tiempos son los ciudadanos que tienen conciencia de sus derechos y van consensando con claridad las causas comunes que los motivan a organizarse.
Que Morena no cante victoria. La sociedad ha aprendido ampliamente en tantos años de lucha y también está identificando a tiempo la simulación y la mentira de quienes se apropiaron, con oportunismo discursivo, del cambio que no construyeron, en el que únicamente se montaron al vil estilo de las corrientes perredistas o de los mafiosos grupos salinistas.
Quienes nunca tuvieron convicción en el cambio de verdad muy pronto sacarán las uñas y mostrarán los dientes, evidenciando sus peores conductas; habrán de ser descubiertos y desnudados por la gente. Será la gente quien entonces tendrá la última palabra para el momento de cambio en construcción. La voluntad de cambio ha empezado a integrarse en el ADN de la sociedad. Es cuestión de tiempo que Morena Guerrero —al igual que en otras partes del país— sea descubierto tal cual es por la gente.
Son momentos de reconfiguración de la política y de los partidos. Hay muchos ajustes y movimientos. Por convicción, por análisis, por intereses egoístas, por adicción al poder, por comodidad, por heroísmo, por conciencia, por ayudar al pueblo, por anticiparse a la historia, por protagonismo enfermizo, por caballo de Troya, por lectura equivocada, por experimentar, por esquirolaje, por negocio, por martirio, por placer, por moda, por compadrazgo, por solidaridad, por extremismo, por la razón que sea, pero hay y habrá muchos cambios de bandos políticos y de partidos electorales en estos años, hasta que se consolide un nuevo momento duradero en nuestra interminable historia.
La dialéctica siempre servirá para analizar que, al final, quien sanciona la lucha entre las contradicciones es la gente. Así que ningún partido o político puede engañarse con que ya llegó para quedarse eternamente. Los ciudadanos motivados en la organización en torno a causas comunes son los que tendrán la última palabra por mucho tiempo. Los partidos que lo entiendan son los que protagonizarán en las siguientes décadas.
Esta es la coyuntura favorable para Movimiento Ciudadano. Al parecer, así lo está entendiendo.
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