Cuauhtémoc, resistía el dolor enorme de las quemaduras de sus pies y manos; Julián de Aldrete, tesorero del rey, lo había torturado inútilmente, para arrancarle el secreto del tesoro mexica, presentaba llagas y ámpulas en las cuatro extremidades que se infectaban.
Hernán Cortés llamó al doctor Cristóbal de Ojeda, recién llegado a la tierra conquistada, reconocido como un magnifico galeno. Otros autores lo nombran Sebastián. El conquistador, ordenó curara las heridas del rey mexicano.
El doctor Ojeda, reprimió la impresión, sabía del castigo para quien tratara de esa manera a los indios y la severidad de la sanción cuando la, o las víctimas eran nobles, éste era uno de ellos, sabía quién era Cuauhtémoc.
Era auxiliado por curanderos indígenas que agregaron un preparado de tepezcuahuitl, para untarlo en las heridas que anunciaban un mal mayor; las llagas cicatrizaban, el alivio era seguro; Cortés, visitaba con frecuencia al mexica, acompañado de Malinche y platicaba con él a través de la traductora.
Los ojos del conquistador se clavaron en la bella Tecuipcho, esposa del soberano, la tez de su piel lo llevaba en el nombre, se traduce del náhuatl, “Copo de algodón”. A Cortés lo sujetó la belleza autóctona, de 16 años de edad; había desarrollado sus formas. convertida en una belleza. Le gustaba al conquistador. De mi libro inédito Tecuichpo, la otra Malinche.
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