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TRAS BAMBALINAS – Necrofilia, testamentos y zopilotes volando – Jorge Octavio Ocho

Por Jorge Octavio Ochoa.

En México, es evidente que existe en sus venas, en sus raíces, una extraña inclinación por la muerte.

De hecho, forma parte de nuestra cultura, envuelta en el doloroso sincretismo que nos dejó la conquista española.

Hay una especie de resignación o predisposición a la mala suerte, al mal fario. Creemos en las leyendas y los maleficios.

A nuestros Dioses ancestrales empezamos a añadir santos y nuevas deidades, como la Santa Muerte, que es venerada principalmente por los delincuentes.

Más que ahondar en el origen de este o cualquier culto, lo que llama la atención es el regodeo que tenemos con y por la muerte.

Todavía no sabemos cuáles serán los efectos de la pandemia en este ámbito del subconsciente, pero miles lo verán como un “castigo de Dios”.

Aún así, jugueteamos con ella, como una compañera que danza y camina en cada paso de nuestras vidas.

Es por eso por lo que vemos en esta cuarta ola, una cierta indiferencia de algunos, que han preferido salir a la calle y arrostrar los riesgos de volverse a infectar.

Si no hay un mensaje claro, contundente, sobre los riesgos de contagiarse, la señal subyacente es que se puede sobrevivir, hasta con caricias, paracetamol y VapoRub.

Por eso, la reciente noticia sobre una posible investigación al subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, no ha tenido todavía repercusiones nacionales.

Nadie cree, hasta el momento, que el funcionario vaya a ser inhabilitado, ni mucho menos encarcelado, por algo tan etéreo e inasible como una pandemia.

NEGLIGENCIA CRIMINAL

El problema es que, en términos legales, sí podrían existir vías para solicitar juicio político en contra del sedicente especialista, por no seguir los protocolos.

Desde fines del 2019, se sabía que venía desde China, una enfermedad sumamente peligrosa, que podría expandirse en el mundo de manera acelerada.

Para 2020, ya había alarma internacional. Para febrero, México se vio frente a frente ante el bicho, y el primer mensaje presidencial fue: “hay que abrazarse, no pasa nada”.

Hubo, incluso, abierta irresponsabilidad, apelando a ese fanatismo nacional y adoración por la muerte. Salió una estampita y el “¡Detente enemigo…!”

Podría entenderse como un intento del Ejecutivo Federal para contener el pánico, pero las muertes vinieron en cascada.

Entonces, se abrió la discusión por el uso del cubrebocas, y el gobierno federal también envió mensajes, no sólo confusos, sino contrarios a los que la OMS, como autoridad mundial, recomendó.

En el círculo oficial, la respuesta sobre las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue que “nuestro escudo protector son los amuletos”.

EL EJERCICIO DEL PODER Y EL EJERCICIO DEL GOBIERNO

Parece simpático recordar hoy ese tipo de afirmaciones, y pensar que Gatell dijo algún día que 60 mil “sería el escenario de muertes más catastrófico que podría registrarse”, o que “el Covid no representa una amenaza”.

Hoy tenemos un exceso de muertes de más de 650 mil, y la demanda penal contra el funcionario, surge precisamente de una familia que perdió a dos de sus integrantes desde el inicio de la pandemia.

La petición es por “responsabilidad de omisión”, que también se traduce en “negligencia criminal” y “faltas al debido ejercicio de la función pública”.

Más allá de las declaraciones en “las mañaneras”, o de apoyos incondicionales al Presidente porque “su fuerza es moral y no de contagio”, Gatell debió informar sobre lo que se discutió en el Consejo de Salud.

Cada día este organismo debió reunirse; no sólo para dar un conteo de infectados, hospitalizados y muertos, sino para establecer los criterios y protocolos de confinamiento o de contacto social.

Los mexicanos vivimos esos casi dos años, en medio de la confusión. De hecho, en los aeropuertos nunca se exigió la presentación de prueba a los paseantes extranjeros.

En México se podía y se puede, entrar y salir, sin mayores complicaciones. Las sorpresas se encontraron en Europa, donde empezaron las cuarentenas y las pruebas de contagio.

De hecho, será interesante leer las transcripciones, bitácoras y actas de las sesiones del Consejo de Salud, así como del alcance de sus resoluciones.

Está visto que el semáforo epidemiológico tuvo resultados, el aislamiento también, pero faltaron disposiciones claras sobre el uso, ya no de medicamentos, sino de aditamentos para combatir al virus.

Hoy día, en restaurantes y establecimientos de todo tipo, permanecen los tapetes inundados de cloro, quesque para detener al bicho.

Está confirmado por la OMS y por los especialistas de México, que esas medidas no tienen sentido. El Coronavirus se contagia por vía aérea, no por contacto.

Tampoco informa el gobierno, que el doble cubrebocas disminuye al máximo los contagios.

Las autoridades siguen con afirmaciones contradictorias, burlonas, en un enfrentamiento permanente con la prensa.

Esa es la pequeña gran diferencia entre ejercer el poder y ejercer el gobierno. El primero, linda siempre en el abuso; el segundo, es el cumplimiento de la responsabilidad al amparo de la ley.

La autoridad moral se pierde cuando se abre una distancia con la realidad y, sobre todo, con la verdad.

Este gobierno miente, ha mentido, hasta en las cosas más pequeñas, o que al régimen le parecen pequeñas.

TESTAMENTO POLÍTICO Y REVOLOTEAN LOS ZOPILOTES

Una prueba más: el reciente ingreso del Presidente a un hospital para que se le realizara un cateterismo cardiaco.

Se hace pasar como baladí un procedimiento delicado que encierra, por sí solo, un momento de tensión en el ámbito jurídico-político del país.

Tan es así, que al margen del resultado y de la información oficial que se difunda, en los medios se ventilan las posibilidades de una ausencia presidencial.

¿Qué pasa si hubiera fallecido? Si es en los últimos cuatro años del gobierno, como es el caso, el Congreso de la Unión tiene que designar al sustituto.

Ojo: se trata de una DESIGNACIÓN, y el sustituto deberá concluir el sexenio. Es decir, habría comicios hasta el 2024, como está previsto.

Tan no fue trivial el asunto, que el propio presidente habla ya de un “Testamento Político”, en una desesperada reacción del subconsciente, para contener a sus huestes.

Constitucionalmente, el poder no se hereda. No sucederá en México, aunque él quiera verlo como las nuevas “Tablas de la Ley”.

No puede contener los demonios que desató, al haber adelantado la sucesión. Ahora, pretender dar órdenes desde la tumba, más que macabro, suena ridículo.

Es lamentable que se empiece a hablar de esto. No abona en su imagen y, sobre todo, profundiza la inestabilidad que ya de por sí vive México.

Ceprovysa

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