Mi corazón de niña, sigue vivo, y enamorado de las muñecas…
Si, lo admito: me encantan los juegos y los juguetes. Por eso, la llegada de mis nietos resultó el perfecto pretexto para adquirir unos cuantos, con la ilusión de pasar un lindo rato con quienes van a disfrutar tanto o más que yo.
Claro, que no contaba con la pandemia, que nos aísla dos de cada tres, y nos nos permite vernos y estar juntos tanto como yo quisiera.
Aún así, cada vez que estamos juntos, saltamos en el tumbling, jugamos a las escondidas, a los cuentos, a las adivinanzas, al súper, a cocinar y luego a comer de mentirijillas. Cantamos, bailamos…
Recuerdo que cuando iba a cumplir nueve años, mis padres y parientes comenzaron a decirme que ya era “grande”. Que tendría que ser más seria y responsable.
Aquel día, ¡Fue inolvidablemente horrible! Esa noche, soñé que estaba en un lugar maravilloso, lleno de colores, juguetes, muchos niños, muchas risas.
De pronto, una mano me agarró por el cuello y me arrastró fuera del bello lugar, y me cerró la puerta en la cara.
Miré a mi derredor y todo era sombrío, helado, una obscuridad gelatinosa me asfixiaba.
Comencé a golpear la puerta, gritando: “¡Déjenme entrar, no quiero estar aquí afuera!”
Se abrió una pequeña mirilla, por donde unos ojos asomaron.
– ¿Qué quieres?
– ¡Entrar de nuevo!
– No puedes, ya no eres niña. Este lugar es solamente para niños.
Me desperté llorando. No quería dejar ese mundo maravilloso.
Así que, sin contarle a nadie, nunca lo dejé del todo. Seguí escondiéndome en los closets de la casa, para desde allí abrir la puerta mágica, una que encontré por un costado del edificio del cual había sido expulsada, y me introducía, me sigo colando discretamente cada vez que puedo en ese universo mágico, donde todo es posible.
Y desde allí, en un escritorio rosa, moteado con flores, rodeada de cantos de aves, rimas infantiles y árboles de colores, escribo cuentos…
Recuerdo también, que amaba las muñecas y las cuidaba mucho. Quien me viese jugar en aquel entonces, tantos años atrás, podría pensar que no me gustaban, pues las vestía y colocaba en los pequeños muebles, y luego me queda mirando la escena construida.
Lo demás sucedía dentro de mi. Recuerdo por ejemplo, que imaginaba que mi muñeca era raptada por un hombre que se la llevaba a un rey en la lejana Arabia, donde formaba parte de su harén.
Ella se encontraba rodeada de lujos y mimos, pero lloraba sin parar, porque extrañaba a su madre, a mí. Y yo a ella…
Y entonces, se me salían las lagrimas.
Estos recuerdos salieron a flote, después que en el fin de año, me enamoré de dos muñequitas, (de esas que miden 30 cm), y me las llevé a mi casa con la intención de hacerles o conseguirles todo un guardarropa.
Ahora las cambio, les tejo pequeños suéteres, las pongo en su soporte y me acompañan mientras escribo o trabajo en otra cosa. Creo que acabo de comenzar una colección, un pasatiempo muy relajante.
Recuerdo también, que en casa de una tía ya mayor, siempre estaba sobre su cama un bebé de juguete, de esos que parecen niños de verdad. Cada vez que la visitaba el rorro vestía una ropita diferente, y la tía nunca me dejaba tocarlo o jugar con él. Decía que era un adorno, que no era para jugar. Yo me prometí entonces que cuando fuese mi turno, tendría uno así, y sí sería para tocarlo y jugar con él.
Me haré de un juguete así. Y, ¿por qué no? ¡Toda una casa de muñecas! ¿Acaso solo los niños disfrutan los juguetes?
Cuando compre las dos muñecas, me dije que serían para jugar con mi nieta cuando ella sea más grandecita, pues ahora mismo está en la edad que todo se lo lleva a la boca, y hay peligro de que se trague alguna pieza.
Pero la verdad, querido lector, es que yo ya estoy jugando con ellas, sin esperar a que crezca la pequeña.
Y, acabo de descubrir que no estoy sola en este mundo de adultos. Mi hermana, que me vio comprarlas, quiso saber para quien eran.
– Para mi. – Confesé.
– ¡Que chévere! No sabia que te gustaban. La próxima vez que vengas a
mi casa, te mostraré las que aún tengo, y jugamos con ellas , ¿Va? ¡Wow! ¡Claro que va!
Y a ti, ¿también te siguen gustando los juguetes?
Con amor y corazón de niña,
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