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“Hay que rescatar a la persona en medio de la masa”

COLEGIADO DE SACERDOTES

DIÓCESIS CHILPANCINGO- CHILAPA
DOMINGO XI Ciclo A 2023 DIOS NOS SOSTIENE Y NOS ENVÍA A PREDICAR Y A SANAR

Somos una nación consagrada, pueblo sacerdotal, porque todo bautizado cuenta con el sacerdocio común y algunos con el sacerdocio ministerial; ambas dimensiones del único sacerdocio que es el de Cristo, del cual participamos, necesitan valorarse y estar activos, por eso podemos orar todos, porque estamos consagrados, le pertenecemos a Dios y él nos escucha, a pesar de nuestra humana debilidad.
Nuestro pueblo padece muchas enfermedades, algunas congénitas y algunas adquiridas (de las que sí somos responsables). Hay mucha gente con sufrimiento, con males físicos, morales, espirituales, por ejemplo, el sin sentido de la vida, sin sentido de la fe.
Ante esta realidad se necesitan médicos del cuerpo, mente y espíritu, testigos, apóstoles de Cristo, evangelizadores. La muchedumbre es vista por Cristo con compasión, la mira a partir de su corazón bueno. Dios sigue llamando hombres para poder acompañar a la humanidad. Que la gente encuentre consuelo en cada uno como persona y en nuestra iglesia, pues, por la humana debilidad sentimos al menos cansancio en momentos de la vida y por eso las personas buscan un aliento de vida.
De ahí que la labor del sacerdote sea muy necesaria, para acompañar a este pueblo extenuado y cansado. ¿Qué atención damos a la gente? Representamos a Dios y si Él da su amor a todas las personas, también nosotros hay que hacerlo. Cuando no nos preparamos para decir las cosas divinas, quién sabe qué decimos.
Cuando damos puro discurso perdido y no conectamos con la gente, la gente se va decepcionada, se aleja. A veces queremos meter a la gente en nuestro pensamiento; más bien nosotros tenemos que metemos en su pensamiento, para que la gente disfrute estar en la casa de Dios, disfrute la Eucaristía.
Orar, no solo por los sacerdotes sino por todos, unos por los otros; algunas enfermedades pueden ser curadas por intercesión del Espíritu Santo. Así como alguien nos ayudó a descubrir nuestra vocación divina, hay que cultivar las vocaciones en la familia y en la parroquia desde los niños y orar para que haya trabajadores en la viña del Señor. Dios ha actuado en nuestra vida y quiere que en su nombre y representación actuemos, pues Cristo sigue en las calles y en los hogares a través de nosotros.
Hay que ser buenos colaboradores de Cristo. Ya fuimos llamados por nuestro nombre, hay que responder al Señor que nos envía a predicar y a sanar, no nos envía para maltratarlos. Dios hace cosas maravillosas si nos abandonamos en sus manos. Hay que hacer lo que nos corresponde como bautizados o como sacerdotes. Al sacerdote se nos pide mucho, pero nunca hay que olvidarnos de lo esencial.
Hay que ser buenos en algo, ser profesionales, especialistas en algo. Ser santos, pero que la santidad sea también un descubrimiento de cada día; descubrir cada uno el modo en que dios quiere que cada uno sea santo.
EVANGELIO PARA NUESTRA SOCIEDAD
“Hay que rescatar a la persona en medio de la masa” –E. Mounier-, pues tiene un altísimo valor, una grandeza divina. Evitemos mirar a las personas como objetos; por eso a la gente hay que darle tiempo, su lugar, la atención que necesitan; cuando hablan con nosotros ¿les damos la respuesta que buscan?, ¿no nos quedamos en deuda con ellos? Si no les damos lo que necesitan, se irán con ese vacío, lamentablemente. Esta es la importancia de la homilía, de los discursos civiles y sobre todo de las acciones a favor del prójimo. Hay que evitar la mentira y el sofisma; ni siquiera hay que dar a medias las cosas, sería faltar a la justicia y solidaridad con la gente.
En lugar de buscar el poder por el poder, los cargos para servirse a sí mismos de los demás, la vocación de servicio –que da satisfacción y felicidad a uno mismo y a los demás- se pierde al usar a las personas como objetos, pues, no se les trata como digna o valiosas por el mismo hecho de ser personas, criatura única amada por Dios por sí misma.
Rescatemos el valor de toda persona humana y quitemos los intereses egoístas que hay para con los demás, evitemos usar a las gentes solo en las elecciones de gobernantes y después olvidarse de ellas. El abandono a las personas es una falta grave de amor.
Hay que hacer sentir a las personas que valen, que son importantes. Si todos tenemos la misma dignidad humana, necesitamos también corresponsabilidad en la construcción de una sociedad nueva.

Ceprovysa

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