Tlapa de Comonfort, Guerrero., Junio 27-2023.- Como un niño que recibe un regalo excepcional, Su Santidad Francisco toma el sombrero que le extiende el Obispo de la Diócesis de Ciudad Altamirano Joel Ocampo Gorostieta, y emocionado pregunta “¿me lo puedo poner?”, viniendo la respuesta tierna y compasiva de Monseñor Joel “Santo Padre, es suyo” y entonces, sobre su solideo blanco, el Papa se colocó el sombrero calentano de Guerrero.
Sentado, sonríe, muestra un travieso rostro, mientras lo observan. Antes, el inteligente prelado observaba el sombrero de astillas, mientras el Obispo le explicaba que se trataba de un trabajo artesanal de Guerrero que contaba con 60 vueltas que significaba que era un trabajo de trenza fina -como la primer trenza que el Creador había peinado en Eva para presentar a Adán-, realizado a mano y que podía ser de 40 y hasta 100 vueltas, que se trabajan con palma real, con coronilla alta y recta, de alas curveadas adornado con listón negro y que el tiempo de realización va de 3 a seis meses.
El breve pero significativo momento habría permitido al Santo Padre observar el interior del sombrero, donde las manos de Rocío de la Cruz Rodríguez, habrían colocado un pañuelo rojo calentano y una tela de seda blanca grabada con el nombre de la Diócesis de Ciudad Altamirano. Quizá en ese instante, habría dicho que las manos que tejieron cada vuelta había sido víctima de la violencia, de esa que ha cambiado el rostro de una región antes progresista económica, social, culturalmente, y ahora, casi secuestrada según refieren los hechos violentos y protestas hasta de autoridades este año.
De no ser así, el momento transmitido por las páginas de la Diócesis habrían otorgado al corazón de Rocío y a las hermanas Dominicas que le brindan alojo y acompañamiento, la alegría de ver que la paciencia y el amor, podía cobrar relevancia en un momento que enlazaba las lágrimas, la oración, el agradecimiento por recibir ese presente. Como el trabajo realizado por las Dominicas, asentadas en la región calentana de Michoacán, donde perteneció esa región de Guerrero, se asentaron en la segunda mitad del Siglo XVIII de carácter femenino, religioso y no exento de asistencia que las distingue aún.
Fue una visita Ad Limina Apostolorum, del Arzobispo de Acapulco, Leopoldo González González y los Obispos de las Diócesis Chilpancingo – Chilapa, José de Jesús González Hernández; de la Diócesis de Tlapa, Dagoberto Sosa; de Ciudad Altamirano, Joel Ocampo Gorostieta, así como el Obispo Emérito, Salvador Rangel Mendoza.
Esa visita debe ser realizada cada cinco años a Roma por todos los Obispos Católicos y comprende no solo una peregrinación, como expresión de comunión eclesial, a los umbrales de los Apóstoles Pedro y Pablo, así como un encuentro con el Papa sucesor de San Pedro, para presentar en persona el estado en que se encuentran sus Diócesis.
Un momento que enlazó, tras las intensas reuniones de trabajo religioso, a nuestra entidad con el Santo Padre que portó uno de los símbolos distintivos de la región calentana y que traerán las autoridades eclesiásticas el mensaje, que de acuerdo al sito Vatican News, les recomendó el Papa Francisco a los religiosos: “sean artesanos de paz”.
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