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La creación busca la liberación de la esclavitud – COLEGIADO DE SACERDOTES DIÓCESIS CHILPANCINGO – CHILAPA

DOMINGO XV ciclo A 2023

I. DIOS SIEMBRA. SOMOS “TERRENO”, SEMBRADORES Y FRUTO
Dios fecunda el corazón del hombre. Dios siembra a manos llenas. Pero hay frutos buenos y frutos malos en la realidad.
La semilla de Dios exige una respuesta; nadie puede quedar indiferente a lo sembrado por Dios.
Hay que hacer primero un diagnóstico del terreno que queremos sembrar; así, analizar los síntomas: por ejemplo, disminuye la participación de personas en la iglesia, hay poca asistencia a sacramentos sobre todo al matrimonio, la violencia social, familiar, psicológica, económica…, la pobreza, el cúmulo de información falsa… ¿Por qué se va dando todo esto? Nos hemos quedado en la inercia, queriendo resultados diferentes pero haciendo siempre lo mismo, lo cual no funciona.

Hay muchas quejas de que los hijos se portan mal, no hay tantos buenos matrimonios, no hay vocaciones sacerdotales suficientes ni gobernantes suficientemente buenos, etc.

¿Quién es Cristo para ti? ¿Sabes que cristo está en la eucaristía? ¿Qué tanto crees en él? Nadie es indiferente ante Cristo, si no lo apruebas, lo rechazas.

Los frutos dependen de la aceptación del plan de Dios, de la aceptación de la semilla de su Palabra. La eficacia de la Palabra depende de Dios pero también de nosotros, de la intervención humana, porque podemos ser como el abono o podemos ser como una plaga

No hay que quitar a Dios su centralidad. Lo humano incide en lo divino, afecta el que haya buenos o no tan buenos frutos. Hay muchos distractores que obstaculizan, bloquean, impiden que tomemos en serio lo que ha dicho Dios.

Dios no hace distinción de terrenos. Los frutos por parte de Dios están asegurados, pero donde falta asegurar la fertilidad es en nosotros. Dios no hace acepción de personas, a todas da sus dones y carismas para que los haga fructificar al servicio de la comunidad. Dios pone la semilla, lluvia, terreno, sol…

El proceso de inicio a fin, ha de planearse bien, ha de ejecutarse otro tanto bien, desde la preparación del terreno, invertir, cuidar el crecimiento… A veces no queremos invertir o nos vence la pereza. Para evangelizar tenemos que invertir. Vencer la zona de confort, trabajar incluso hasta con sacrificio.

Es más importante sembrar que recoger frutos. A veces queremos frutos pero no sembrar. Por eso dice: “sembró el sembrador…”, es decir, salió a sembrar la Palabra de Dios. Nos toca sembrar también donde hay espinas… Da resultado bueno el que es tierra para Dios, ej., hay quien cambia de banca en la Misa, cambia de templo, pero no da frutos suficientes, porque no cambia él. Dejar que Dios nos transforme, cambiar nosotros.

“Salir” a sembrar: como Dios que está buscándonos. Y donde llega Dios no es tanto a nuestra razón sino a nuestro corazón.

Saber hablar de Dios por dentro, al corazón de la gente, no por fuera. Para conectar con los demás hay que estar conectados con Dios.

Si Dios quiere sembrar hay que ser favorables al Dios agricultor, ser tierra fecunda, no estéril, ni ser espinas o piedras

Uno siembra, otro riega y otro cosecha. Como sacerdotes hemos recogido algunos frutos de lo que sacerdotes pasados han sembrado.

Hay que sembrar con amor, con alegría, ilusión, esperanza, hasta ver frutos deliciosos y no agusanados

Frutos buenos y finales: la cosecha de la vida y resurrección

II. SOMOS CAPACES DE CONOCER Y RESPONDER A LA VOZ DE DIOS
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1706-1709: “Mediante su razón, el hombre conoce la voz de Dios que le impulsa “a hacer […] el bien y a evitar el mal” (Vaticano II, Gozos y Esperanzas, 16). Todo hombre debe seguir esta ley que resuena en la conciencia y que se realiza en el amor de Dios y del prójimo. El ejercicio de la vida moral proclama la dignidad de la persona humana.

“El hombre, persuadido por el Maligno, abusó de su libertad, desde el comienzo de la historia” (ibid, n. 13, 1). Sucumbió a la tentación y cometió el mal. Conserva el deseo del bien, pero su naturaleza lleva la herida del pecado original. Ha quedado inclinado al mal y sujeto al error.

«De ahí que el hombre esté dividido en su interior. Por esto, toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas» (ibid, n. 13, 2).

Por su pasión, Cristo nos libró de Satán y del pecado. Nos mereció la vida nueva en el Espíritu Santo. Su gracia restaura en nosotros lo que el pecado había deteriorado.

El que cree en Cristo es hecho hijo de Dios. Esta adopción filial lo transforma dándole la posibilidad de seguir el ejemplo de Cristo. Le hace capaz de obrar rectamente y de practicar el bien. En la unión con su Salvador, el discípulo alcanza la perfección de la caridad, la santidad. La vida moral, madurada en la gracia, culmina en vida eterna, en la gloria del cielo”.

III. CUIDAR LOS PROCESOS

Trabajamos en la viña del Señor. Con la sinodalidad se trata de descubrir bien los pasos de los procesos de evangelización y cómo cuidarlos bien.

A nivel decanato, revisar bien la realidad en la que estamos, revisar los procesos de evangelización que ya estamos llevando, y hacer los ajustes a tiempo como cuando aparecen las plagas de una parroquia embudo.

La participación en el Colegiado es un esfuerzo por preparar el terreno y todo el proceso de siembra y acompañamiento del proceso para que dé fruto.

¿Qué tan buenos sembradores de la palabra de Dios somos? Si lo hacemos con un lenguaje que a la gente no le llega, no produce efecto; habrá que hacerlo sin victimizarnos. Predicar con el ejemplo. Ser ortodoxos.

Marcos empieza con el 30 de frutos, porque predica en un tiempo de persecución, y luego le aumenta al 60…

Lucas trabaja con catequistas y para él el terreno debe dar el 100% de frutos. Ya no habla de persecución, la da por supuesta, le habla a gente valiente, independientemente de que hay persecución.

Mateo habla al revés: de 100, 60, 30%, porque predica a judíos donde iniciaron los frutos de la acción de Dios, pero ahora estamos en la plenitud.

No hay frutos por el maligno, por la inconstancia, la persecución, por no enfrentar bien las tentaciones. El materialismo, hedonismo, eso ya depende de uno, no de Dios. Las preocupaciones nacen de uno, se nos pegan a uno. Uno tiene tres opciones: puede rechazar, ser indiferente o aceptar la Palabra.

El sembrador siembra con ilusión y sabe que no va a cosechar mañana. Hay que tener paciencia.

Hay cosas que no dependen de nosotros nada más sino también de la sociedad.
Todos añoran el 100, pero no todas las personas somos iguales, no todos dan el 100 en su servicio; algunos al empezar dan el 30, pero van mejorando.
Podemos echar a perder la palabra de Dios cuando no nos convertimos.

IV. EVANGELIO PARA LA SOCIEDAD

A la juventud se le educa, o al contrario, se le padece; lo mismo sucede con la sociedad.

La violencia que estamos cosechando depende de lo que hemos sembrado, por ejemplo, la violencia es resultado de la mentira, injusticia y falta de solidaridad en que vivimos socialmente.

Ha faltado siembra, pero también hay que cuidar la siembra y la planta hasta que dé frutos.

La creación busca la liberación de la esclavitud de la corrupción (segunda lectura dominical), para llegar a vivir la libertad de los hijos de Dios con entendimiento y voluntad, teniendo a Cristo como Camino, Verdad y Vida. Busquemos vida, en lugar de buscar muerte.

¿Qué están sembrando los papás en sus hijos? ¿Por qué dejan que los de-formen los medios de comunicación y no su consejo y ejemplo?

El Tentador interviene, pero ¿qué estamos haciendo bien y qué estamos haciendo mal? Hay que reconocerlo con toda sinceridad confrontándonos con la palabra de Dios, con nuestra conciencia honesta.

Estamos gestando una sociedad nueva, hay dos opciones, o nos seguimos dejando llevar por la corriente o empezar algo nuevo, aunque duela. Ej., dar a conocer el valor de la dignidad humana, vivir conforme a la dignidad de los hijos de Dios. El hecho de que duela el parto no quiere decir que tenga que abortarse; tenemos que aceptar los sacrificios que conlleva la creación de una sociedad nueva.

Ceprovysa

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