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Perdonar no es felicitar al otro por lo que hizo

APORTE DEL COLEGIADO DE SACERDOTES DE LA

DIÓCESIS DE CHILPANCINGO – CHILAPA

I. REALIDAD

En la vida individual, de pareja, familiar y social suele haber mucho odio, rabia,
ira, venganza…

En las familias a veces los niños se pelean y los grandes dejan de hablarse.

Una sociedad que no sabe perdonar vive de la venganza y violencia. Las
venganzas son cada vez más monstruosas y hay mucha impunidad.

¿Cuántos desaparecidos, asesinados, que se sienten despreciados, mal
comprendidos, afectados negativamente por las injusticias?

Hay infidelidades, difamaciones… ofensas, pleitos, lágrimas… por no vivir según
la ley de Dios.

Fisiológicamente no perdonar en algunas ocasiones produce cáncer, porque se
introyecta el coraje, la decepción…

Todo lo que desencadena de lo anterior viene cuando el hombre sustituye a Dios.
Si el hombre sustituye a Dios, no hay forma de vivir en paz.

La mayoría de la gente no escucha la Palabra de Dios, por eso también hay poca
disposición a perdonar. De aquí nace la urgencia de la misión para llegar a esa
gente que no acude al templo.
¿Cómo vivir perdonando cuando las circunstancias no te son favorables?

Es complicado perdonar cuando hay muchas fobias, narcisismo, cuando el perdón
se da muy medido o solo para chantajear.

No es que mucha gente no quiera sino que no sabe y no puede perdonar por su
poca formación, necesita ayuda.

II. DISCERNIMIENTO

Perdonar no es felicitar al otro por la injusticia que me hizo, sino que se ha de
aplicar la justicia para que el reo no haga daño a otras personas, para que no
vuelva a ser patán para con su prójimo.

Perdonar sí, pero al que ofendió hay que dejarle una lección, para que no vuelva a
cometer el mismo error.

Perdonar no significa que hagamos “borrón y cuenta nueva” como si nada hubiera
pasado. No implica olvidar lo ocurrido sino poder recordarlo sin que duela tanto.

Perdonar no implica que nos tengamos que reconciliar con esa persona, ni que
tengamos que volver a estar juntos.

El perdón va más allá de si retomamos la
relación con la persona que nos causó el daño.

Perdonar implica poder estar
tranquilo cuando pensemos en lo que nos dañó.

El cómo perdonamos, la calidad también es importante. Si Dios nos perdona de
modo tan amplio y profundo, hay que aspirar a hacerlo también nosotros.

No hay
que conformarnos en lo superficial, hay que aspirar a lo máximo bueno que es
posible.

Los referentes para el perdón no son los propios sentimientos o los propios
conocimientos, la referencia es Dios: Deus caritas est, Dives in misericordia.

Podemos vivir solo del cerebro límbico sin llegar a conectar con el raciocinio y por
eso podemos vivir de puras reacciones instintivas.

Por ejemplo, hemos de razonar
acerca de ¿qué beneficios me trae mantenerme enojado?

Si perdonas no pierdes, sino ganas. El perdón es alivio, cura, sana las heridas del
corazón. Si necesitamos dejarnos ayudar por Dios, hay que atrevernos a
perdonar, a vivir perdonados; así viviremos más sanos y la sociedad también.

Entender que el perdón no nos lo merecemos ante Dios, sin embargo nos lo da.

En la parábola del evangelio, un denario es un salario mínimo. La miria son diez
mil denarios. La parábola está hablando de 60 millones de denarios. Es el
equivalente a 154 000 jornadas de trabajo, o sea, es algo impagable.

El contraste
es que el otro tiene una pequeña deuda, y el que prestó le aplica la ley a su
deudor como se la debieron haber aplicado a él. Se nos pide perdonar lo más
posible en referencia a Dios que nos perdona lo impagable.

El 70 veces 7 y la cantidad de millones de deuda, indica que lo que Dios hace es
infinito, nosotros hay que aspirar al infinito.
Catecismo…, 218-221: Dios es amor; 2838-2845:

“perdónanos nuestras ofensas
como nosotros perdonamos…”

El perdón que se trata en conceptos terapéuticos es distinto al teológico pero
complementario. Dios es el ejemplo o modelo de perdón.

Por un lado hay que reconocer la culpa, luego tener humildad para pedir perdón
¿Por qué pedir yo perdón? Cuando la soberbia domina, no nos humillamos al
estilo de Cristo ni pedimos perdón ni perdonamos.

El perdón no ha de tener límites. Lo que Dios propone para todos, es posible
vivirlo.

El siete todavía es ponerse límites, desde esa perspectiva en la octava ofensa ya
habría derecho a darle “en la torre” al que ofende.

No somos el punto de referencia los humanos sino Dios. No eres tú el que impone
la cuota de perdón sino Dios quien enseña que hay que perdonar 70 veces 7, es
decir, siempre. Perdonar es divino; el hombre descansa hasta que perdona. El
hombre por sí mismo no es capaz de perdonar.

Perdonar es una decisión que uno toma desde la libertad y capacidad de amar.

“Señor dame lo que me pides y pídeme lo que quieras” –San Agustín- Así
podremos perdonar.

El amor expresado en la justicia es un amor humano e imperfecto, el amor de
caridad que perdona es un amor pleno, perfecto.

Para construir la comunidad se requiere perdonarnos mutuamente, partiendo de la
experiencia de que somos más perdonados por Dios que lo que nosotros nos
perdonamos.

III. ACTUAR

Evitemos vivir para el rencor; vivamos para el amor. El mandamiento principal de
Dios es el amor, si no se le toma en cuenta, vivimos a nuestro gusto y no al gusto
de Dios y esto provoca dificultades, desórdenes.

Hay que poner nuestra fe, confianza en Dios, Dios no se equivoca y por eso nos
manda amarnos unos a otros. Hay que pedir más fe en Dios.

La vida nuestra no se puede entender en una dinámica únicamente humana, sino
que necesitamos el perdón de Dios.

Al final todos nos vamos a encontrarnos con
Dios en el juicio final.

Hay que ir sanando para no estar con las heridas supurantes.

Hay que empezar con perdones pequeños o sencillos para llegar a perdonar a lo
grande.

Se requiere diálogo con uno mismo, con Dios, con los demás, negociar, para
conceder el perdón sin descuidar la justicia.

Los sacerdotes con el sacramento del perdón hemos de ser maestros de la
misericordia, para ayudar a la gente a romper esos círculos de violencia, rencor…

hay que empezar a rehacernos. Se necesita que haya un proceso espiritual y
psicológico para aprender a perdonar. ¿Cómo vivo mis procesos de perdón para
sentirme más contento, libre y en paz?

Necesitamos abonar a que la sociedad sea menos violenta, más justa, fraterna,
propagando la palabra de Dios que invita al perdón sanador.

La Palabra de Dios
es contrapeso a la filosofía de la venganza.

Se sugiere usar el acto penitencial ordinario III y la Plegaria de la reconciliación I

Ceprovysa

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