Comentario a las lecturas de la Misa del domingo 15 de octubre de 2023
I. SÍMBOLOS DEL REINO DE LOS CIELOS
¿Cómo es el Reino de Dios? No consiste en cumplir normas nada más, ni solo en respetar estructuras.
El Reino de Dios es la relación íntima con Cristo; es como un banquete, una boda, donde hay alegría, comida y bebida, donde son vencidos el mal, la tristeza, la muerte.
II. ¿CÓMO Y A QUIÉN INVITA DIOS A SER PARTÍCIPES DE SU REINO?
La invitación a ser amigos y discípulos de Cristo también es invitación a ser partícipes del Reino de Dios.
Esta invitación es gratuita, generosa y universal, pero presentarnos ante Dios con el vestido digno sí depende del esfuerzo de cada uno de nosotros; aprovechemos el tiempo de salvación.
El evangelio señala que los primeros invitados son los judíos, así como somos los sacerdotes los primeros destinatarios de la Palabra de Dios. Pero ponemos excusas, como los judíos que le dieron prioridad a sus negocios particulares.
Dios no se desanima, invita e invita, aunque esté de por medio la salud y la vida de los que salen a invitar.
Son destinatarios del Reino de Dios los descartados, los más pobres, los más sencillos. Hoy también son ellos los que llenas los templos. Los sacerdotes atender a los enfermos para que vayan preparados con el traje de la gracia para encontrarse con Dios en el momento del juicio.
Jesús invita a los pecadores, pero pide la conversión (Catecismo…, 543-546).
III. EL TRAJE DE FIESTA PARA ENTRAR AL REINO DE LOS CIELOS
La salvación no es automática; necesitamos ser escogidos o admitidos al banquete celestial del Reino de Dios; y esto sucede cuando llevamos una vida digna como personas o hijos de Dios.
Si andamos con harapos malolientes de una vida llena de pecado y malas costumbres que no queremos dejar atrás, podremos ser echados fuera del Reino de Dios, por no tener el traje apropiado de fiesta, porque no podemos juntar a Dios y a Satanás.
Hemos de ponernos el “traje de fiesta” que es la blancura de la gracia para poder participar en el banquete del Reino.
El traje de fiesta es el bautismo, pero también la gracia renovada o actualizada en el sacramento de la reconciliación o penitencia, es la gracia del matrimonio (para no vivir amancebados o en unión de hecho) y principalmente el vestido nupcial de la caridad que nos hace estar revestidos de las virtudes de Cristo.
El reino de Dios ya está entre nosotros, Dios reina donde se está en gracia de Dios, donde se siguen o viven sus Mandamientos. Aunque faltan detalles para estar más plenamente limpios.
IV. VIVIR EL DOMINGO ES PRIORITARIO, ANTICIPO DEL BANQUETE FINAL
Uno anda buscando alimentarse bien, pero podemos concentrarnos en ganar la vida en esta tierra y olvidarnos de ganar la vida eterna. El Señor nos ofrece el mejor alimento en la Eucaristía.
El domingo es el día en que el resucitado nos quiere comunicar su alegría y su vitalidad. Pero nosotros nos entretenemos o nos excusamos en que tenemos mil cosas qué hacer. Así el domingo deja de ser motor y estímulo para toda la semana.
El banquete dominical es anticipo del banquete final.
La salvación es para todos; por eso el domingo es para celebrar todos nuestra salvación.
Ser testigos del Reino que es comunión, no es como un funeral (al cual sí se acude más que a una Misa ordinaria) sino que es alegría, gozo por tener en nuestro corazón a Cristo Resucitado.
V. EVITEMOS QUEJAS Y EXCUSAS
Como San Pablo en la Segunda Lectura, hay que saber vivir con abundancia y con escases, teniendo o no teniendo, pero que nada perturbe nuestra relación con Dios y con el prójimo, no hay que hacer de nuestra vida una queja de todo, sobre todo de lo que nos falta, porque si tenemos a Dios tenemos lo más importante. Las quejas a veces son excusas en las que quedamos estancados. San Pablo muestra una alta espiritualidad desde la cárcel donde está y escribe esta carta a los filipenses
VI. BUENA NUEVA PARA NUESTRA SOCIEDAD
Cuando no hacemos caso o nos hacemos sordos a la voz de Dios, hacemos caso a la voz del mundo.
Hay un engaño de la felicidad en una sociedad individualista, narcisista. Evitar reducir la vida a puras conveniencias: al tener, poder, placer, tanto que nos hemos olvidado de ser felices. Trabajar por el bien común es lo que nos hace felices.
La construcción del Reino de Dios siempre va a crear incomodidad, por ejemplo, hacia nuestras autoridades civiles cuando no tienen conciencia de hacer el bien al más desprotegido.
Hay que recuperar la búsqueda y trabajo por el bien común en lugar de priorizar los bienes individuales sin tener encuentra al otro. Darle importancia al “nosotros” y no solo al “yo”. En la sociedad se mata a quien es “incómodo”. Matar no es algo natural, porque la vida le pertenece a Dios. Se mata no solo a los malos sino a veces también a los auténticos y actuales profetas, a los que denuncian las injusticias.
La Iglesia tiene una dimensión social para la construcción del Reino de Dios, es aliada cada vez que se promueven los valores como la vida, la paz, el rechazo a la violencia, etc.
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