SOCORRO COCO VALDEZ GUERRERO
¡Ya me tocaba! Y la verdad me daba miedo.
Temor a la reacción, a lo desconocido, sobre todo a la ¡Muerte!
No quiero aún morir.
Era la vacuna incierta. La desconfianza en ellos, en lo oficial.
No sabía ni cuál me aplicarían.
Era ese inmunizante, del que se decía mucho, y se sabía poco.
Ni ellos sabían qué va pasar ni yo cómo reaccionaría mi organismo.
Aunque nunca dudé en aplicármela, tenía temor a lo incierto, a cómo reaccionaría en mi.
Muchos, por lo que contaban, por la falta de una aclaración oficial, no se la aplicarían.
Sentía tristeza. Tristeza por ellos. Quería convencerlos, no me atrevía a sugerir. Ni a mi familia.
No podía hacer nada para convencerlos.
Ya había pasado un año de esa pérdida por un virus que nadie supo enfrentar.
Por un virus que mató a mi hermano, y hasta del que me culpaban por hospitalizarlo.
Aún dolía esa acusación, y no quería otra. No quería llevar en mi mente, eso que la taladra, aunque no era responsable.
Esa, que no supo detenerse ni por la misma autoridad, que dejó correr que los mataban en los hospitales.
Ahora venía inmunizarme y también había rumores incontenibles.
Se decía tanto de la reacción, de su ineficacia, de los engaños para evitar el contagio.
Incluso, también se decía ¡Mataba!
Yo misma tenía ¡Miedo! Rondaba en mi mente constantemente la idea de mi muerte.
Buscaba sacudir esos pensamientos de mi cabeza.
¡No desaparecían!..Tenía miedo.
El domingo 23 de mayo era mi turno, y si pasaba algo funesto dejaba testimonio de mis temores.
De mi propia cobardía.
La mía y la de otros, algunos vecinos, otros más cercanos.
La certidumbre nunca llegó. No aparecía.
Sólo aquellos que ya habían pasado por el piquete, se les veía tranquilos.
Bromeaban. Yo también con mis miedos.
Con esa frase que imprimiría en playeras.
¡Me la peló el virus! ¡Valió madre el virus! ¡Ya me vacuné!
En mis adentros. Respetaba a ese bicho que nos enlutó.
Desconfiaba de la eficacia y de mi destino; seguía los cuidados, evitaba los contactos.
Y rogaba, sí rogaba, que no muriera; que nadie muriera, que todos, sí, todos, se atrevieran.
Se arriesgaran y se ¡Vacunaran!
Tal vez algo, algo les protegiera, mejor que ¡Nada!
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