Pbro. Jorge Amando Vázquez Rodríguez
La vida es un todo y nadie es una isla, esa es la teoría de los archipiélagos: «La teoría de los archipiélagos viene a decir que todos somos islas, llegamos solos a este mundo y nos vamos exactamente igual, pero necesitamos tener otras islas alrededor para sentirnos felices en medio de ese mar que une tanto como separa. Yo siempre he pensado que sería una isla pequeñita, de esas en las que hay tres palmeras, una playa, dos rocas y poco más; me he sentido invisible durante gran parte de mi vida”. (Alice Kellen)
Impresiona la crudeza de esta afirmación, quisiera que no fuera verdad, pero es una realidad, pero no así del todo. Los demás están ahí sólo falta acercarse y para eso ha suficientes recursos para lograrlo.
“Nadie es una isla por completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; por eso la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti” (Hemingway)
Todo esto tiene sentido, pero estoy consciente que cada día lo entenderemos menos porque vivimos una cultura llamada “de la cancelación”, pues cada día todos nos estorban y encontramos que nos parecemos más a una isla que a un continente ni qué decir que, la mentalidad de uso es que la humanidad le estorba a la toda poderosa naturaleza la cual, según una mentalidad mal entendida de cierta ecología: el hombre es un estorbo y un parásito.
El presente tiene mucha razón de ser pues dignifica a los difuntos al proponer oraciones por su eterno descanso y la Iglesia nos enseña la Comunión de los santos, porque “para Dios todos estamos vivos” (Mt, 22,32)
El tiempo es lo más valioso que tenemos y tenemos que aprovecharlo en orden a hacer de nuestra vida aquí en la tierra el mayor bien posible y qué decir de aprovechar el tiempo de la mejor manera porque algún día ya no lo tendremos, por eso la palabra difunto significa: el que ha desempeñado la vida. Por eso los difuntos ya no tienen ese privilegio de tener más tiempo. Así lo expresa Nikós Kazantzakis:
El tiempo llegó a ser para mi el mayor bien que existe. Cuando veo a los hombres pasearse, vagabundear o malgastar el tiempo en discusiones vanas, me entra ganas de bajar a la calle y tender la mano como un mendigo:
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