Mirar con el Corazón – SOCORRO COCO VALDEZ GUERRERO

Con la mirada cansada por el paso del tiempo, sortea el peligro de conductores que por ir apresurados, ¡lo ignoran!
Observo su difícil caminar que revela lo hipócrita de la protección a la vejez.
Tan entrado en años, busca una moneda que alivie su pesar económico.
Es uno de tantos ¡Olvidado! Por la protección gubernamental.
Con lastimosa dificultad, levanta su cabeza de su encorvado cuerpo para mirar que los automóviles casi están sobre él.

Lo veo a mitad de la calle sortear carros, peseros y camiones que acabarían con su existencia, ¡también con su necesidad!
En mis adentros surge el
pensamiento de riesgo.
Mi presuroso caminar me hace detenerme en forma abrupta.
Titubeo. Me sigo y casi entro al Metro, ¡me regreso!
Me quita el pensamiento que voy tarde a mi cita en el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje.
Llego a donde está.
Lo miro unos segundos y me acerco sin que se percate.
Pienso de nuevo en el riesgo que está por sus reflejos atrofiados por los años.
Busco en mi cangurera dinero. ¡Puf! iba con lo justo, aunque eso no importa.
Su figura de necesidad me taladra el alma y los pensamientos.
Me da tristeza.
Siento dolor saber que unos ganan miles de pesos, otros se roban millones y crean de la nada fábricas de cerveza y chocolate.
Becarios reciben ¡Sin hacer nada! Y otros, hijos de ¡Viles! Sanguijuelas o parásitos que se benefician del erario.
¡Y se ofende! Por esos ataques, un mandatario, un presidente que no ve esa miseria.
Míralo y ¡Avergüénzate!
A él, que sólo es igual que tú Andrés Manuel en lo avanzado de la edad, y pide limosna.
A él, que tal vez después de darlo todo, se pone en ¡Peligro! Por una moneda para subsistir.
Imagen que por cotidiana y común en las calles, a veces ya no duele a nadie.
Imagen que olvidan los programas sociales y gubernamentales.
Que es ¡Lastimoso! Y ¡Duele!
Y allá, a sólo unas cuadras, largas filas para los trámites de becarios de la SEP.
Y ¿cuántos jóvenes realmente usan ese dinero para estudiar y regresarlo en beneficio del erario?
¡Sorprendente! Jóvenes con padres que aparcan sus lujosos vehículos, con vil evidencia de no necesitar el apoyo gubernamental.
Comparo las imágenes y no evito expresar en mis adentros ¡Puto gobierno!
¡Miserable! Que no visualizas la verdadera necesidad.
Es ahí, con él, donde debes ayudar.
Ir en busca de quien necesita para no sortear los peligros de atropellarlo y darle en lo último, un final ¡Digno!
Lo miro y me duele.
Voy a su encuentro y sus ojos azules, cubiertos de pequeñas carnosidades, se encuentran con los míos.
No es menor a ¡80 años!
Me mira fijamente cuando me acerco con melancolía y preocupación.
Me duele y me espanta su riesgo.
Trae cubre bocas que sólo deja ver su cansada mirada y su impetuosa reacción ante mi presencia.
Le toco el hombro en muestra de querer hacer algo más ¡No puedo!
Busco en mi bolso esa moneda y le pido tenga cuidado al arrebato de conductores que imprudentes podrían acabar con su necesidad y atropellarle.
Le extiendo monedas y me mira fijamente.
Sus ojos se enfrentan a los míos y de repente me abraza.
Me toma por sorpresa su reacción.
Con tierna mirada me expresa.. ¡Mi niña!
—Dios te cuide, te proteja.
¡Me bendice! Pide por mi, no por él que sortea esos vehículos en una avenida principal de Iztapalapa.
Toma el dinero que no resuelve ni el hambre ni su pesar de vida.
Me hace suspirar.
Se me estruja el corazón y también lo abrazo. Le pido se cuide.
Da la vuelta sostenido por un palo como bastón y regresa a esa avenida de San Lorenzo a mendigar una moneda que muchos no dan.
Se pone y se quita la gorra con la que busca recoger el dinero que de pocos obtienen, porque muchos, van en esa carrera de la mañana para ir a trabajar.
Se me estruja el alma, y maldigo de nuevo.
Escupo rabia.. ¿Dónde está ese pinche gobierno, dónde está la alcaldesa de Iztapalapa, los legisladores que en cada campaña se arropan de ellos.
Dónde estamos ¡Todos!
Para proteger a nuestros ancianos?
A ellos, que deberíamos ayudar.
A ellos, que son a considerar y proteger por los programas sociales, sin trámites burocráticos, sólo con ¡Humanismo!
A él, que vaga con sus años a cuesta y no a esos ni a esas de múltiples hijos y diferentes padres.
No, para quienes ni estudian ni trabajan y aún tienen juventud para producir.
Voy triste a mi encuentro, donde también mendigo desde hace cuatro años mis derechos.
Donde aún no encuentro la protección de la ley contra un Congreso local, que volvió a vulnerar y violentar mis garantías.
Y mientras ahí, con desfachatez, con cinismo, con abusos, están las ¡Sanguijuelas! Legislativas y gubernamentales, también él, ese ancianito vulnerable que es parte de ¡Primero los pobres!