Una muy buena parte del tiempo la pasamos sentados. Sea en la casa, la oficina, el reataurante, o cuando tomamos café con un amigo. Se dice que pasamos unas 10 horas del día sentados. Entendemos entonces que una silla nos ofrece la posición más democrática que podemos tener, nos permite estar activos en una posición estable. Pero no siempre fue así. No todos tenían acceso a una silla.

La silla ha estado ligada al desarrollo de la humanidad. Su uso y diseño reflejaban posición social y poder. Las primeras sillas que se conocen tendrán unos 5 mil años. Eran los tronos de los faraones, hechos con maderas, marfil y hasta oro. Sólo los gobernantes y familias poderosas tenían sillas, algunas con tallados de garras de león en las patas reservadas para personas con autoridad.

En la Grecia y Roma solo algunos magistrados tenían acceso a sillas que se distinguían por los tallados que representaban distintas figuras. Los demás solo tenían derecho a bancos o taburetes. Cathedra era el lugar donde se sentaba el maestro que impartía sus lecciones. Sede en latín significa silla y por eso la Santa Sede señala el asiento del Papa.

Durante el Renacimiento la silla comenzó a ser accesible al resto de la población aunque no dejó de manifestarse el lujo y la opulencia de la burguesía porque la silla seguía manifestando estatus y riqueza. Fue hasta el siglo XIX cuando ya podemos decir que la silla tenía un uso cotidiano. Las nuevas técnicas de fabricación masiva permitieron hacer sillas económicas, en las fábricas muchos de los trabajos tenían que hacerse sentados. La silla ya fue parte de nuestra vida.

Todos tenemos nuestra “silla” favorita, (sofá, sillón, reposet, etc) Hay sillas que se han vuelto famosas sea en el cine o televisión. Habrá quien recuerde la del capitán Kirk Douglas del Enterprise, la gran silla de los Lannister en Juego de Tronos, donde se sentaban los Friends o los Simpson. Las sillas también nos distinguen.

La sociedad evolucionó y también las sillas, aunque hay algunas a los que solamente un ser humano tiene acceso. Entre diputados, senadores, cámaras de representantes y demás, hay un “chairman“, cuya silla donde se sienta no es como las demás. La silla tiene más poder de lo que nos imaginamos.

La psicología aplica una técnica llamada la silla vacía, a la que el paciente utiliza como descarga, se espera que le hable a alguien, proyecte parte de su personalidad, sus sentimientos, en fin que le diga lo que le tenga que decir.

En política se habla de la silla vacía cuando alguno de sus miembros se caracteriza por constantes ausencias y no “ocupar su silla”, aunque el político siempre esté buscando “su silla”. La política es un carrusel donde, por poder seguir participando en este juego de las sillas, tengan que aceptar todas las reglas, por más vergonzosas que sean.

Es posible que quien sea el siguiente en sentarse en la silla presidencial de México aparezca en su CV que previamente fue una corcholata. Quien se siente heredará un país con tensiones y violencia derivadas del ambiente político sin duda. Una silla a la que muchos aspiran pero que al llegar, como en la que Villa y Zapata nos dieron la mejor muestra de lo que significa en aquella gran foto que el maestro Victor Casasola inmortalizó, esa por la que tanto habían luchado pero que ninguno se quería sentar.

La llamada Silla Presidencial en México, junto con la banda presidencias y el grado de Comandante Supremo son los distintivos que identifican al titular del Poder Ejecutivo Federal. El Museo Nacional de Historia exhibe la primera silla que se hizo para el presidente Benito Juárez.

Ahora las corcholatas andan sueltas mucho antes de los tiempos electorales que ya habían sido elaborados y previstos por todos. En el camino a muchos les quitarán la silla. Está claro que hay sillas que no son para cualquiera y otras que ya estaban destinadas.

Me gusta ver La silla de Van Gogh, tan austera y tan viva por sus colores a la vez. No es la más cómoda que se pueda encontrar, pero si da la sensación de que uno puede sentarse ahí y estar en paz un buen rato. No parece así para quienes creen que sentarse en la “grande” es un premio por su lealtad política.

Ahí debiera estar quien en verdad tenga un compromiso con la historia, necesitamos un líder que apueste a la unidad, al diálogo, el respeto, la

tolerancia se trata de unir la visión de cada grupo para alcanzar un sentido común por una meta única: el futuro del país.