Por Edmundo Cázarez C
-Segunda de tres partes-
Juan Pedro Sol la Lande Tardán, mejor conocido en el ámbito periodístico nacional y en el mundo de las artes gráficas, como “Pedro Sol”, es uno de los mejores caricaturistas políticos que tiene actualmente nuestro país. Un hombre tremendamente creativo e inquieto. Dueño de una enorme sensibilidad creativa. En 1973, a los 17 años de edad, se convierte como el caricaturista oficial del diario El Mundo de España. En 1988, dirige la revista Rhumor, especializada en caricaturas políticas.
Con una enorme trayectoria, ha colaborado en muy diversos medios de comunicación, entre los que destacan la revista Contenido, Revista de Nutrición, Karma, Claudia, Automundo. La Revista Escala de Aeroméxico, Examen, Calidad de Vida, Visión, entre otras muchas más. Desde hace 25 años, es el caricaturista oficial del diario El Financiero. Posee un enorme talento, quizás, lo que bien aprendió durante el tiempo que fue asistente del también prestigiado caricaturista mexicano Abel Quezada, lo que le ha permitido montar diversas exposiciones en el Museo Rufino Tamayo y el Museo de Arte Moderno.
Debido a su hiperactividad, en 1988, se convierte como Presidente de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas. Junto a un grupo de colegas y amigos, funda el Museo de la Caricatura, ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Asimismo, ha participado en diversas Convenciones de la Association of American Editorial Cartoonist (AAEC), de los Estados Unidos. Como merecido reconocimiento a su trayectoria profesional, en 2001, le fue dedicado un billete de la Lotería Nacional, como parte del homenaje organizado a favor de los caricaturistas mexicanos.
Amigo de sus amigos, se ha dado tiempo para publicar los libros Quema Mucho el Sol y En lo Oscurito. Realizando, simultáneamente, exposiciones de su obra en España, Rusia, Cuba, Turquia, Suiza, Polonia, Estados Unidos, Canadá y México.
En esta segunda parte de la entrevista exclusiva que concedió a ÍNDICE POLÍTICO, nos revela que tratando de ser un Hombre Araña, como socorrista de la Cruz Roja, estuvo a punto de morir, debido a que cargaba a personas lesionadas y accidentadas con mayor peso al suyo, lo que le provocó adherencias en el intestino, así como fracturas en las costillas. También nos narra que en su intento de querer ingresar a la Facultad de Ciencias Políticas de Universidad Nacional Autónoma de México, como condición, le exigían asistir como “oyente”, además, confiesa que se respiraba un ambiente muy “denso”.
Pedro es feliz en su refugio intelectual, pasa horas y horas haciendo dibujos ante la muda figuras de muy diversos personajes de la política y cultura nacional e internacional, en una gran cantidad de fotografías que dan testimonio de su inagotable actividad gráfica. En las paredes de su hábitat intelectual, también hay numerosas caricaturas autografiadas de grandes personalidades como Quino, creador de “Mafalda”. Rìus, Abel Quezada, con emotivos mensajes de reconocimiento y gratitud por ser una extraordinario ser humano y amigo de sus amigos.
-Perdona mi insistencia, cuéntame ¿cómo se desarrolló tu entrevista con el Maestro Siqueiros y cómo te decía?
-Uyy, Edmundo, ya no me acuerdo… Ya era mi cuate…
-¿Habían roto el hielo?
-Sí, sí, sí. Me acuerdo que me recibió en su casa en Polanco. Me brindó mucho tiempo para la entrevista.
-¿Le llevaste la entrevista?
-No, ya no se la llevé…
-¿Por qué?
-Pues porque me dio muchísimo coraje que no habían puesto mi crédito
-Perdón que sea tan reiterativo, ¿cómo se refería hacia ti el Maestro Siqueiros?
-Algún tipo de expresión afectuosa. De lo que sí me acuerdo perfectamente, fue cuando me dedicó el libro, con su puño y letra, puso mi nombre Juan Pedro, que es mi verdadero nombre, y decía “Con la admiración del firmante”. Así era su dedicatoria. Pero otra triste noticia, ese libro, en una de las mudanzas, se me perdió. Pero bueno, así es la vida.
-¿Pero en dónde te recibió y cómo fue su trato?
-Me recibió en su estudio en la colonia Polanco. Fue muy amable, atento y respetuoso conmigo. Me pelee con la escuela por la jugarreta que me hicieron…
-¿De que la perra es brava, hasta los de casa muerde?
-No sé si fue envidia de sus directivos. En aquella época, el “Consejo Editorial” de dicha revista lo integraban Pablo Latapí y Javier Solórzano, mi entrevista la publicaron como si la escuela la hubiera realizado y no yo.
-Que poca, se colgaron una “medallita” que no les correspondía o estaban saludando con sombrero ajeno…
-En efecto. Quiero decirte que no conocía a Pablo Latapí y mucho menos a Javier Solórzano. Asimismo, había varios alumnos que empezaban hacer sus “pininos” dentro del periodismo, a través de la revista que editaba la Universidad La Salle. De verdad Edmundo, me dio muchísimo coraje. Además, aún conservo la cinta magnetofónica con la que grabé la entrevista.
-¿Te “novatearon”?
-Así es, fue una amarga experiencia de “novato”, como bien lo dices. Estaba por cumplir los 15 años de edad. Debido a eso, me fui a refugiar en la Cruz Roja con el propósito de tener otro tipo de emociones, lo cual, implicaba que permaneciera más tiempo en las instalaciones de la Cruz Roja de Polanco, además, también era con el deseo de ver a una amiga que era enfermera militar, según me había dicho, iba a estar durante algún tiempo, comisionada en la Cruz Roja.
-¿Cómo la conociste?
-Vino porque mi abuelo la trajo a México, quien, durante la Primera Guerra Mundial, se fue a Francia para luchar y resultó herido de un brazo, total, se conocieron bien y hasta se enamoraron. Mi abuelo le dice que se tiene que regresar a México y se viene con él, ella, sin saber nada de español, pero era una magnífica enfermera, por cierto, una de las fundadoras de la Cruz Roja Mexicana.
-Volviendo a tus estudios de secundaria y prepa, ¿de qué otros compañeros te acuerdas?
-De Santiago Creel, también fue mi compañero. Mi escuela fue cuna de muchos personajes de la vida política del país. En 1968, estaba cursando el tercero de secundaria, él, ya estaba por salir. Así como “Alfredito”, el hijo del entonces presidente de la República, don Gustavo Díaz Ordaz. Recuerdo que dos personas lo escoltaban a todos lados, hasta al baño lo acompañaban.
-¿Te hiciste amigo de ellos?
-No, no nos hicimos grandes amigos, ni mucho menos, los grandes cuates, nada más nos saludábamos por el juego y ya. Ahora que me acuerdo, también fue mi compañero Marcelo Ebrard, así como sus primos que, ellos sí, eran mis compañeros de salón.
-Ya instalados en su comedor, en la planta baja de la casa. se respiraba un ambiente de mucha tranquilidad. Una mesa circular de madera, color café oscuro tipo colonial. Un mantel de tela deshilado color verde, típico del Estado de Michoacán. Un juego de jarra y vasos de vidrio forjado con bordes azules. El menú estuvo integrado por una sopa de fideos con pollo. Arroz blanco a la jardinera y filetes de pescado con una deliciosa ensalada de lechuga, granos de elote y huitlacoche sazonado con nueces, así como una riquísima salsa de mango.
Como charla de sobremesa, su gentil esposa, Patricia Ramírez, me relató que fue reportera de El Heraldo de México, como corresponsal de guerra en Líbano, Nicaragua y El Salvador. Una mujer que impresiona por su sencillez, amabilidad y cultura. “Edmundo, tengo un café delicioso de Chiapas, se lo toman aquí o se lo sirvo allá en el estudio para no interrumpirlos más en su entrevista”, me consultó, amablemente, doña Paty, agradeciendo infinitamente las muestras de afecto y hospitalidad que me brindaron.
-Pedro, ¿cuándo decidiste dejar de ser socorrista de la Cruz Roja?
-Resulta que me lastimé las costillas, porque se me ocurría cargar personas mucho más pesadas y grandes que yo. Como estaba chavito, no le daba importancia, lo mismo brincaba bardas, hacía rescates. Tuve desgarres internos al no querer colocarme fajas, bueno, se me hicieron adherencias en el intestino, justo, cuando acababa de cumplir los 17 años de edad y dos fracturas en las costillas.
-¿Por qué no eras precavido?
-A esa edad, no le das importancia. No obstante que ya tenía mi licencia para conducir ambulancias…
-¿Te creías un auténtico Superman?
-No solamente como Supermán sino hasta quería ser como el Hombre Araña, me encantaba escalar cerros y pendientes, cargaba los tanques de oxígeno. Total, fui a dar al Hospital Francés, que estaba ubicado en la colonia de los doctores.
-¿Pensabas que eras de hule?
-Permanecí internado más de un mes con un diagnóstico de peritonitis y de extrema gravedad.
-No te quedaba de otra que dejar de ser paramédico…
-Fue un cambio radical en mi vida porque bajé más de veinte kilos, para los 17 años de edad que tenía. Quedé hecho una espiga, sumamente flaco, pero muy flaco. Inclusive, todos mis maestros y compañeros de escuela, fueron a verme al hospital porque les habían dicho los médicos, que mi situación era muy grave y no la iba a librar. Estaban en exámenes finales y por decisión unánime, en todas las materias, me dieron calificación de ocho en reconocimiento a mi actividad de paramédico. Total, les habían dicho que mis horas estaban contadas.
-Que buen detalle…
-Lo hicieron, porque dentro de mi delirio, yo repetía, una y otra vez, que me iban a dar de baja en la preparatoria al no presentar exámenes finales para concluirla. Supongo que a muchos de mis compañeros, esa medida no les cayó pero nada bien. Siendo que, yo, estaba atravesando una muy delicada situación de salud… ¡Estuve a punto de morir!!
-¿Eso, te obstaculizaba el ingreso a la universidad?
-Una vez recuperado, con mi certificado de prepa, fui a la Universidad Anáhuac para solicitar una beca, peor al ver que tenia ocho de promedio general, me mandaron al diablo. Es por ello que opté por ingresar a la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, en donde tuve la suerte de conocerte como mi compañero de salón.
-¿Estabas totalmente convencido de ser periodista?
-No, la verdad es que no. Estaba divagando entre publicidad y periodismo. Pero también, tenía el “gusanito” de ingresar a la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, fui hacer los trámites, pero no se acomodaban las fechas y me daban la opción de estar como “oyente”, es decir, no estaría en las listas ni aprobaría ninguna materia, de cierta manera, estaría perdiendo el tiempo. Era una situación totalmente incómoda.
-¿Fuiste a tomar clases?
-Para que te digo que no, si sí. Estuve asistiendo como un par de meses, pero se respiraba un ambiento muy “denso”
-¿Los tiempos de Dios son perfectos?
-Sin lugar a dudas. Encontré un “oasis” llamado la escuela de Periodismo Carlos Septién, además, Lupita, la hermana mayor de Chayito Avilés, fue quien me recibió y me hizo entrega de un folletito. Me platico toda la historia y me convenció.
-¿Qué es lo que pasaba por tu cabeza?
-De estudiar, en otro lado, Ciencias y Técnicas de la Información en la Universidad Anáhuac o en la Universidad Iberoamericana, en donde las colegiaturas eran carísimas, pues decidí por la Licenciatura en Periodismo en nuestra Alma Máter.
-¿Qué cosas gratas recuerdas de la Escuela de Periodismo Carlos Septién?
-Ufff, muchísimas. Las clases de maestros tales como Jesús Pablo Tenorio, Ismael Hernández, del propio Alejandro Avilés.
-¿Y que me dices de la sensualidad de la Maestra Magali?
-Era muy inteligente y nos daba Literatura, por cierto, su esposo era Rosendo, el responsable del laboratorio de fotografía y Radio.
-Es que la Maestra Magali estaba hermosa, me traía loco, me despertaba mis más bajos instintos…
-Ja, ja, ja. ¡Te pasas!!
-Era un chavito de tan sólo 16 años…
-Bueno, es comprensible.
-A lo mero macho, ¿que significó, para tí, ingresar a la Carlos Septién?
-Resulta que fue una prima quien me recomendó la escuela, quien había sido secretaria de mi papá, que también había estado ahí como alumna y que se casó con el reportero de Televisa Salvador Estrada, luego, fue reportera de la revista Contenido, y que me ayudó para entrar ahí. Lo que más me intrigaba, es que todo mundo hablaba de la famosa escuela de Periodismo Carlos Septién.
-¿Pero qué fue lo que atrapó de la escuela?
-Es que empecé a darme cuenta del cómo era como se manejaban los caricaturistas en México. Conocer sus estudios, en donde trabajaban y la magia de ver cómo elaboraban su cartones -caricaturas-, y al día siguiente, verlos impresos en los periódicos.
-¿Tiempos mágicos?
-Fue una época de oro, porque me tocó conocer a Rafael “La Ranita” Freyre, Abel Quezada, Carreño, y todos esos grandes caricaturistas que ha dado nuestro país.
-¿Cómo podías integrarte a ellos, si eran muy mayores de edad?
-¡Que buena pregunta!! En efecto, yo, tenía apenas 17 años de edad. Entonces, se me ocurrió proponerle al maestro Alejandro Avilés, que hiciéramos la Primera semana de la Caricatura Periodística en la Carlos Septién, ahí en Goldsmith, en donde fuimos compañeros.
-¿Y qué te dijo?
-Con ese vozarrón que le caracterizaba a don Alejandro, me dijo: “A ver muchachito, dígame: ¿quiénes van a venir?” Le empecé a enumerar a cada uno de los grandes caricaturistas. Totalmente incrédulo, me pregunta: ¿En serio? ¿Usted la va organizar?
-Cómo me voy a olvidar de ese gran evento…
-Pues tú mismo lo viviste. Ahí estuvieron cada uno de ellos. Acuérdate que en representación del presidente Luis Echeverría, fue el licenciado Fausto Zapata a inaugurarla, quien era su vocero.
-Te repito, los tiempos de Dios son perfectos…
-Fue un brinco muy grande para mí.
-Pero, ¿Qué fue lo que más te gusto de ese evento?
-Ver a todos mis colegas, los caricaturistas, aunque, en esos tiempos, era un alumno igual que tú. Lo que más me llamó la atención, era ver a los grandes caricaturistas unidos sin importar que todos pertenecían a diferentes medios e ideologías y muy a pesar de que había izquierdas y derechas, sin embargo, todo mundo convivió en absoluta camaradería. Naranjo, Rius, Quezada, todos… ¡lo había logrado!!
-De cierta manera, te estabas abriendo la puerta para ti mismo ¿o no?
-Vaya, vaya, mi estimado sicólogo oculto detrás de una grabadora de reportero. Pues sí, eso, me permitió acercarme con David Carrillo, quien era el presidente de la Agrupación de Caricaturistas en México, porque antes, era simplemente un club de bohemios…
-¿Es verdad que no hay periodista que no sea borracho?
-Pues eso, debes saberlo muchísimo mejor que yo. Llevas muchas horas como reportero mi querido Mundo.
-Bueno, no te enojes… ¿Era algo así como El Club de Tobi?
-Tomó más fuerza como Agrupación, porque ya se entregaban reconocimientos y se respaldaba el trabajo de cada uno de los compañeros. Tan es así, que se volvió muy famosa la Entrega del Huevo de Ónix, de la Agrupación, y fueron hasta Madrid para entregarle al Rey de España y también al presidente de los Estados Unidos Gerald Ford en la Casa Blanca.
-Continuará-
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