Por JORGE OCTAVIO OCHOA.

La marcha de este domingo 18 de febrero, si bien mueve al orgullo y felicitación por el civismo de los mexicanos, también llama a una profunda preocupación. Es ya más que evidente que la nación está dividida y los comicios del 2 de junio estarán montados sobre una bomba de tiempo.

Después de 5 años de permanente campaña de polarización y división, el presidente López Obrador ha dejado el coctel perfecto para el estallido social, en el que los mexicanos podrían confrontarse en un auténtico baño de sangre, porque nunca hubo un llamado a la unidad nacional.

Desde hoy podemos decirlo: López Obrador será el principal responsable de lo que ocurra. El enfurecimiento del presidente, por lo que él llama “una acción concertada”, para promocionar el hastagh #NarcopresidenteAMLO, este domingo vivió su primer termómetro.

Al paso de un contingente de la llamada “Marea Rosa”, que cruzaba entre los puestos de ambulantes frente al Metro Hidalgo, hubo gritos de comerciantes ambulantes, que los llamaron “¡riquillos!”, “fifís”, en una prolongación de los epítetos que el mandatario ha lanzado contra las clases medias.

Hoy, sus propias actitudes y acciones lo colocan como un gobernante autoritario, que impuso a Claudia Sheinbaum como su posible sucesora, pero delegó, no a la sociedad, sino ¡al clero católico! la tarea de negociar con el crimen organizado, porque a él ya no le obedecen los narcos y exigen que les cumpla.

Aquello que él llamo “La Guerra de Calderón, que agitó el avispero”, hoy es un baño de sangre, porque el régimen no sabe como borrar la cauda de complicidades que ahora empiezan a revelarse, y que han motivado una serie de narco ejecuciones de operadores criminales ligados a Morena.

Pesan los nombres de Sergio Carmona, Daniel Flores y Gerardo Vázquez Barrera, como parte de los “ajustes de cuentas”, y la violenta respuesta de algunos grupos que, al sentirse traicionados, han respondido con actos de narco-terrorismo en medio de la pugna de territorios.

Estos personajes murieron en situaciones sospechosas: Sergio Carmona, cuando se recortaba la barba en Nuevo León; Daniel Flores, mecenas de campaña de Adán Augusto López, en un avionazo luego de haber acudido a un mitin político en Veracruz.

Gerardo Vázquez Barrera, empresario señalado por la embajada de USA de tener vínculos con el cártel del noreste, es uno de los que desapareció, junto con dos escoltas de la Marina, que presuntamente custodiaban al senador José Narro. Esto hace pensar en ajuste de cuentas o narco-ejecuciones.

Paralelamente, se han registrado actos de narco-terrorismo, con el uso de minas terrestres y drones con explosivos, para masacrar por igual a civiles que a militares, en la lucha por el control de pueblos y caminos, como ocurrió en Santa María del Oro, Jalisco, el 20 de enero pasado, en el poblado de Las Parotas.

NarcopresidenteAMLO, es la percepción popular que se ha filtrado ya en el ánimo popular, no sólo de México, sino del mundo entero, porque según el propio presidente, el volumen de vistas sobre esa leyenda sobrepasó los 170 millones de personas.

El hecho es que López Obrador, permitió que el Estado fuera suplantado por el clero católico, que asumió tareas de seguridad nacional, y él mismo avaló ese encuentro, sin explicar cómo es posible que los clérigos sí puedan ubicar a los delincuentes y nuestra inteligencia militar no lo hace.

En su mente, ya confundida y perturbada por la furia, el presidente de México vio “normal” la reunión con criminales, pero cuando miles de transportistas piden sentarse con las autoridades para que les garanticen seguridad en las carreteras, les dice “chantajistas”, “charros”.

Carente de toda empatía, pese a las evidencias lacerantes de asesinatos en trailers y camiones de carga, a López Obrador solamente se le ocurrió decir que los bloqueos son “para generarnos conflictos”, “No podemos dejarnos chantajear. Es plan con maña”.

Ese es el tamaño de la esquizofrenia que vive el mandatario, que ha perdido totalmente los márgenes de la ley y el derecho. El problema para él es que aparecen, día a día, más datos de vínculos entre políticos con criminales, en las listas de aspirantes a puestos de elección popular.

Los más sonados son los de Olga Sosa, candidata de Morena al Senado por Tamaulipas y Gabriela Jiménez, fundadora del movimiento “Que siga la democracia”, organización vinculada a la campaña de Claudia Sheinbaum Pardo. Ambas, relacionadas con el criminal huachicolero Sergio Carmona.

Ricardo Peralta Saucedo, ex administrador general de Aduanas, ex subsecretario de Gobernación, “cerebro” electoral de Morena a través de la organización Alianza Patriótica de la 4T, también tendría mucho qué declarar. Él fue quien designó a Julio, hermano de Sergio Carmona, como director de la aduana de Reynosa.

Por todo esto, es que resulta sintomático el deslinde de Carlos Slim Helú y su distanciamiento no sólo de López Obrador, sino de Claudia Sheinbaum, en dos temas torales para el régimen: militarización y la desgracia de la Línea 12. Ese, que fue su consejero, le dice que los soldados no son buenos para los negocios.

A ella, simplemente le recuerda que fue un problema de mantenimiento y no una causa estructural. Hoy, ya no pueden culpar a “los de antes”. Son sus candidatos.