Cecilio A. Robelo, en su Diccionario de aztequismos: Acapulco deriva de ácatl, carrizo o caña; pol o pul, aumentativo, y co, en el lugar: “En el lugar de los carrizos”.

Otros escritores españoles, que proviene de acquae pulchrae, “aguas pulcras”, que indica que las aguas están limpias de escollos.

Acapulco: Ácatl era el heredero de una tribu nómada, cuyo padre había despojado de sus tierras al pueblo Yope. Antes de cumplir su labor —proteger el templo de Quetzalcóatl—, el príncipe se marchó en busca de una esposa que fuese la guía del hogar y del santuario.

Después de peregrinar, Ácatl se cruzó con la bella Quiáhuitl de quien se enamoró, pero su propuesta de matrimonio fue rechazada por el padre de la doncella, ya que el príncipe era hijo del hombre que le usurpó sus derechos. El Rey yope no se conformó con maldecir a Ácatl, sino que invocó a los dioses para hechizarlo.

Debido al encantamiento, Ácatl se derritió hasta convertirse en un charco de lodo del cual brotó un sinfín de carrizos o cañas. En cambio, Quiáhuitl se transformó en una nube que se arrojó en el lodazal en forma de tromba, uniéndose a su amor.

Lo relevante de esta leyenda es que de ella se originó el término Acapulco, que procede de la unión de Ácatl y Quiáhuitl, que podría traducirse como las cañas destruidas en el cieno. FUENTE: LIfeder.

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