Veinteañero, Hermenegildo Galeana de Bargas, en una de sus visitas a Atoyac y asistiría a misa con sus primos, conoció a Micaela de Fornés, hija del acaudalado Francisco de Fornés, dueño de la Hacienda Las Lomas, que estaba situada en los terrenos de Coyuca, hoy de Benítez.
Cruzaron miradas y surgió la atracción, muy blanca, ojos azules, buena estatura y bien formada a sus 17 años; él, alto, hercúleo, apiñonado, finas facciones y ojos verdes clavados en los de ella y penetraron los sentidos; ella, sin darse cuenta que lo premió con el dibujo de su bella sonrisa. Él respondió de la misma manera.
Desde ese momento, repitieron sus miradas estaba impregnada la mutua aceptación en tanto, la misa seguía su curso sin que lo tomaran en cuenta. Era el amor que los llamaba irremediablemente a la cristalización.
Al terminar el culto religioso y salir del templo, Micaela iba adelante y a corta distancia, Hermenegildo y sus familiares que notaron la atracción entre ambos y una de las primas del joven Galeana, le dijo: “Se gustaron” …
Él tímido preguntó: ¿Quién es? “Micaela, hija de Francisco Fornés, dueño de la Hacienda Las Lomas”, espera, dijo su familiar, se adelantó y fue a saludarla, él y los demás esperaron y al regresar su prima con cara de complacencia, le dijo:
“Tendrás que venir el próximo domingo y se verán al salir de la misa para que platiquen, ahora no puede, pues su padre la espera y es muy estricto, no estará y podrá tardarse un poco más. No falles primo” “¡Claro que no fallaré!”.
Al domingo siguiente, Hermenegildo se levantó de madrugada, se bañó, vistió sus mejores galas, ensillaba su caballo, su mamá le preguntó “¿Dónde vas hijo? “a Atoyac”, “¿otra vez?”, “quedé de ir a un fandango con mis primos; “bien hijo con cuidado”, se acercó, lo persignó y él respetuoso besó la cruz de su mano. Fue el inicio de su gran amor… Avance de mi libro, “De la Cárcel a la Insurgencia”.