Este día les platicaré de otra mujer: María de Jesús de la Rosa, “La Coronela”, la guerrera carrancista nacida en Parras, Coahuila, adoptada por Nuevo Laredo; hay quienes consideran que nació en Sabinas Hidalgo. Los investigadores afirman que inspiró la polka norteña “Jesusita en Chihuahua” y el ballet “Coronela”.

Con su marido respondieron inmediatamente al Plan de Guadalupe que lanzó Venustiano Carranza, contra Victoriano Huerta en 1913.

Sólo se conoce el apellido de quien fue esposo: El coronel Garza, quien murió peleando cerca de Ramos Arispe, Coahuila.

Detalla la historiadora Consuelo Peña Villarreal, que una vez que enterraron a su marido, Jesusita tomó sus cartucheras, sus armas y su caballo, montó y se colocó frente a la bandera mexicana; hizo el saludo militar ante los asistentes e invitó a todos a continuar en la lucha; esto provocó vivas y júbilo entre sus compañeros y sin nombramiento oficial, ellos le concedieron el de Coronela, heredándole el grado del que fuera su marido.

Desde su caballo, cuando iniciaban las batallas se escuchaba su arenga: ¡Órale muchachos! Portaba dos pistolas bajo las enaguas, su rifle y otro revólver en la cintura y el grito unísono de sus revolucionarios resonaba en el aire: ¡Viva mi Coronela!
Comenta la historiadora Aurora Tovar; que uno de sus actos más recordados fue la vez que en una de las batallas contra las filas de Victoriano Huerta, en Palo Alto, cuando las balas derribaron al portador del pabellón, Jesusita, sin medir el peligro entre el silbido de las balas rescató el lábaro y lo izó alegre para imprimir ánimos a los revolucionarios que respondieron con impetuosidad ante el enemigo.

De Jesusita escribe la historiadora Peña Villarreal: “Dejaba el caballo de la guerra, para lavar la ropa de los revolucionarios, atender heridos en el frente de batalla; nunca esperaba órdenes, actuaba por instinto y determinación, respondiendo a las exigencias de la batalla, con esos actos despertaba la admiración de su jefe Maclovio Herrera.

Se conoce que Jesusita, gozó de una modesta pensión post revolucionaria por sus actos reconocidos en la batalla; no tuvo herederos y antes de morir anunció que donaría su única propiedad, donde vivía, misma que más tarde se convirtió en escuela que lleva su nombre. Murió consumida por el fuego en su propia morada a los 75 años de edad el 12 de enero de 1957.

Esta asombrosa mujer, forma parte de las más de 1,500 que con su belleza interior, apoyaron, unas a sus hombres y otras, por amor a la patria; la Revolución. Amigos de Latitud Megalópolis, por hoy terminamos. Reciban un gran saludo, ¡hasta la próxima!

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