1 Dec 2025, Mon

“LOS HIJOS DEL SOL” – Pbro. JORGE AMANDO VÁZQUEZ RODRÍGUEZ



“El cuerpo triunfa, no quiere lo mismo que el espíritu,
y se impone a éste, dejando en ridículo a los presuntuosos
que postulan que el cuerpo está sometido al alma”

Con este título bautiza Hans Castorp, personaje de Thomas Mann en su libro La montaña mágica al hombre que cultiva su espíritu y las cualidades que poco a poco van adornando su persona: “Los hijos del sol”.
Y es que claramente las virtudes han sido la propuesta clásica de una vida moral, desde Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino hasta Alsdair Macintyre en su libro Tras la Virtud, ahora añadimos a Thomas Mann con la que ha sido catalogada como la novela del siglo.
Y es que lo propio de una vida del espíritu es lo más parecido a ser “Los hijos del sol”. Todo aquel que cultiva una vida más allá solamente de lo material tiene que entrar en esta categoría: “¡Es maravilloso!” ¡Completamente prodigioso y fascinante! ¡Qué guapos, qué sanos, qué inteligentes y felices! No sólo son bellos externamente, sino también en su interior: inteligentes y amables. Eso es lo que me conmueve y enamora por completo de ellos: su espíritu y su esencia, quiero decir, el espíritu con el que viven y conviven. Se refería a aquella cordialidad y aquella igualdad en el trato y aquella cortesía natural que mostraban los hijos del sol: el respeto desenfadado, disimulado tras una sonrisa y en todo momento, de un modo casi imperceptible, fruto de un vínculo espiritual compartido por todos”. (Thomas Mann, La montaña mágica, PENGUIN RANDOM HOUSE, Barcelona 2025, p.717))
Thomas Mann destaca pues en el hombre su espíritu y su esencia. Que lejos estamos de la conceptualización positivista de la ética que tenían los Ilustrados deudores de Augusto Comte, o sin ir más lejos también de una ética normativa de Kant y su actual interprete Adela Cortina, sin dejar de mencionar la ética utilitarista de Jane Austen en su obra tan divulgada especialmente en el cine para adolescentes como por ejemplo, Sensatez y sentimientos, donde a todos les queda claro que las virtudes sólo tienen sentido si recibo de ellas un beneficio, especialmente económico y de nobleza: utilitarismo, al fin y al cabo.
Por lo tanto hablar de espíritu y esencia hoy resulta chocante, molesto, incómodo, a la vez que anacrónico, o sea, pasado de moda, o en palabra más claras: “no es chido”.
CORDIALIDAD, CORTESÍA
Y es que llevar una vida desenfadada no es algo tan sencillo sobre todo con las nuevas imposiciones a las que nos somete la vida social.
La cordialidad es el fruto de nuestra esencia muy lejos de la grosería que está tan extendida entre los jóvenes y en los adultos y ya si me apuran también en los viejos.
Siempre me he preguntado ¿qué tenemos que hacer para regresar a una sociedad cordial y cortés? Cuando he preguntado la respuesta siempre es chata, corta de miras y popular: la educación. En este aspecto si de eso depende, de la educación, entonces hemos fracasado, porque hay algo más allá de la educación: el mismo ser humano en cuanto compuesto de materia y espíritu. No hablo sólo de buenas maneras o cortesía en el trato, sino algo que salga desde lo más profundo del hombre, su misma esencia, y me refiero especialmente al alma.
EL CUERPO TRIUNFA
Para llegar a ser Hijo de sol tenemos que entender que no siempre lo que quiere el cuerpo es lo más importante:
“El cuerpo triunfa, no quiere lo mismo que el espíritu, y se impone a éste, dejando en ridículo a los presuntuosos que postulan que el cuerpo está sometido al alma”, (Mann, p728)
Por aquí es donde tiene su fuente y raíz todo aquello que empieza a ser importante, y así lo entendió Teilhard de Chardín, “No somos seres humanos que tienen una experiencia espiritual. Somos seres espirituales que tienen una experiencia humana”, (citado en Stephen R. COVEY, Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, PAIDOS, México 2015, p.356)
Es sorprendente que en un libro de una amplia divulgación de Covey, termine su propuesta de hábitos, que no es otra cosa que virtudes con una cita de Chardín teólogo católico jesuita. La conclusión de este libro apunta que aunque el hombre alcance los siete hábitos siempre habrá algo que le falte para su plena realización y lo dice de la siguiente manera:
“Creo que hay partes de la naturaleza humana que no pueden alcanzarse con la legislación o la educación; para abordarlas se necesita el poder del Señor. Creo que como seres humanos no podemos perfeccionarnos. En la medida en que seamos coherentes con los principios correctos, dentro de nuestra naturaleza se desencadenarán dones divinos que nos perfeccionan”. (Covey, p.356)
Me llena de satisfacción citar este libro de Covey porque me da una esperanza que por donde ha llegado su influencia que es en las grandes empresas, lugares de gobiernos y el sector educativo, lleve este mensaje. Aunque también es verdad que la gran mayoría que prestan un servicio a la sociedad están lejos de cualquier capacitación humana de su personal, y solo los llenan de argumentos motivacionales que a nada conducen o a muy poco, pues mientras no lleguemos a la médula de la formación humana que es el alma, muy poco podemos esperar de este cuerpo que es que domina, los impulsos que nos esclavizan y en muchas ocasiones nos destruyen y destruyen a los demás.
SUEÑOS ANÓNIMOS Y COLECTIVOS
Llegar a ser un Hijo del sol implica también a saber soñar. Y el sueño nunca es sólo personal, también es colectivo: “No se sueña únicamente con la propia alma, creo yo; los sueños son anónimos y colectivos, aunque cada cual sueña a su propia manera. El alma superior de la que cada uno no es más que una partícula sueña a veces a través de uno, a su manera particular, cosas que sueña en secreto una y otra vez: con su juventud, con su esperanza con su felicidad, con su paz… y con su sacrificio de sangre”. (Mann, p.721)
Soñemos.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *