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  • BAJO FUEGO – Fuego y agua – JOSÉ ANTONIO RIVERA ROSALES

    May/1/2024.

    BAJO FUEGO

    Fuego y agua

    José Antonio Rivera Rosales

    Al final, el destino terminó por alcanzarnos.
    A querer o no, las alteraciones del clima terminaron por afectar a los asentamientos
    humanos, particularmente a partir de la ocurrencia del huracán Otis que en menos de tres
    horas evolucionó de grado 2 a grado 5, con vientos sostenidos de más de 300 kilómetros
    por hora.
    Después de Otis, sobrevino una sequía extrema que afecta a gran parte del país -y que
    debiera ser considerada como una emergencia nacional-, pero el gobierno de Morena
    parece estar más distraído con las campañas políticas.
    Como consecuencia de las altas temperturas, la vegetación del Parque Nacional El
    Veladero se transformó en una amenaza para las colonias limítrofes que con horror vieron
    las llamas avanzar hacia sus núcleos.
    Las tres mil hectáreas de vegetación que aún subsisten en el parque se convirtieron en
    materia prima -a veces por intrusiones humanas- para una bomba de tiempo que ha sido
    combatida casi con desesperación por el personal de diferentes dependencias federales y
    estatales, que para el efecto han debido importar helicópteros y equipamiento desde
    fuera del estado de Guerrero.
    El personal de Protección Civil municipal, coordinados por un taxista designado para el
    efecto por Abelina López, ha tenido un papel casi testimonial en el combate a los
    incendios dado el pobre equipamiento con que cuenta el cuerpo de bomberos del
    municipio. Esa es la herencia de la señora, que quiere repetir en el cargo con la bandera
    de la continuidad.
    El caso es que la población quedó abandonada a su suerte por el municipio ante la
    amenaza constante de los incendios que, dada la extrema sequía y los calores propios de
    la temporada, aún siguen amagando a la población que, para terminar de joder las cosas,
    son los pobres entre los pobres de Acapulco -que han tenido que encaramarse en los
    cerros ante la falta de vivienda-.
    La temporada de lluvias, cuyo arranque está previsto para el 19 de mayo, traerá consigo
    de nuevo la amenaza de los huracanes, lo que implicará una trayectoria atípica del
    primero de ellos de nombre Aletta que se prevé recorra la mayor parte de la costa del
    Pacífico con los estropicios que sin duda va a generar. Como sea, el caso es que el cambio
    climático llegó para quedarse y podría desencadenar una tragedia aún mayor que la que
    causó Otis el año pasado en el puerto.

    De la sequía extrema que afecta a gran parte del país -¿se fijaron que está casi seco el
    Lago de Patzcuaro?- pronto tendremos noticias que no serán nada halagueñas porque
    constituye un fenómeno, también causado por el cambio climático, que traerá aparejado
    los primeros conflictos entre comunidades por el acceso al líquido, como ya ha
    comenzado a ocurrir en pueblos de Guerrero.
    La amenaza está aquí, sólo que no nos hemos dado cuenta.
    Pero hay una amenaza que pudiera ser más atroz, de la que sólo nos acordamos cuando
    se presenta: un sismo de gran magnitud que podría causar un daño inconmensurable a la
    vida humana y a la infraestructura.
    El 7 de septiembre de 2021 se produjo el último sismo en Guerrero con una magnitud de
    más de 7 grados. Aunque fue muy violento, por fortuna no cegó vidas humanas.
    El problema es que podría repetirse.
    Desde hace muchos años, el doctor Víctor Manuel Cruz Atienza investiga la ocurrencia
    de terremotos en la costa del Pacífico, en particular el área conocida como La Brecha de
    Guerrero, una zona de 140 kilómetros de largo entre Acapulco y Petatlán en la que en cien
    años no ha ocurrido un sismo de gran intensidad.
    Cruz Atienza lleva a cabo su investigación por acuerdo entre la UNAM y la Universidad
    de Kioto, Japón. En meses recientes sus investigaciones le han permitido determinar que
    la ocurrencia de un gran terremoto en la Costa de Guerrero es inminente, sobre todo a
    partir de datos que se han obtenido de sismos lentos producidos en el lecho marino frente
    a Acapulco.
    No sólo eso: también han encontrado señales de actividad sísmica en la región de Costa
    Chica, en la zona de Copala, donde han observado indicios que producirían un gigantesco
    sismo que pudiera afectar gran parte de la Costa de Guerrero y, probablemente, otras
    localidades más allá del estado, como Oaxaca y/o la ciudad de México (el terremoto de
    1985 se generó en Guerrero).
    Esa amenaza ha estado latente durante muchos años. En principio, cuando ocurrió el
    sismo de 2021, los científicos pensaron que se trataba del esperado fenómeno de la
    Brecha de Guerrero. Pero al parecer no es así.
    De modo que sigue latente esa amenaza como una Espada de Damocles que pende
    sobre muchas personas que viven su vida ajenas a los grandes riesgos que podrían surgir
    de la naturaleza misma a la que hemos vulnerado de tantas maneras.
    Es por ello se vital importancia fortalecer la cultura de la protección civil -que surgió,
    precisamente, después del terremoto que azotó la ciudad de México en septiembre de
    1985-, con el fin de construir una ciudadanía medianamente consciente de los peligros
    naturales y/o causados por la mano del ser humano.
    La Secretaría de Gestión de Riesgos y Proteccion Civil, a cargo de Roberto Arroyo Matus –
    un experto en ingeniería sísmica que en 2009 ganó el Premio Nacional de Protección Civil-
    debiera contar con todo el apoyo presupuestal, facultades y equipamiento para responder
    antes, durante y después de una contingencia de gran magnitud.
    A pesar de la inminencia y gravedad de los problemas a los que se enfrenta Guerrero –
    como sismos, huracanes e incendios y, ahora, sequías- esa secretaría es una dependencia
    a la que sólo se acude de soslayo, en contingencias, cuando su trabajo debiera ser de
    prevención permanente ante hechos que cada vez más adquieren carta de naturalización.

    Esperemos que en el presupuesto y los proyectos de 2024 la SGR cuente con todo el
    apoyo así como el equipo técnico y humano necesario. Y no sólo cuando alguien grite: ¡ahí
    viene el lobo!