Los coreanos crearon guantes para evitar que los trabajadores se lastimaran las manos al manipular las plantas. Así que el uso de esas fundas aumentó la producción. Otro de los aportes de aquellos migrantes asiáticos fue el taekwondo.

Por ello, las familias vivían en condiciones aisladas, además de precarias y marginales. Quizá por eso, habían decidido no mezclarse con la población nativa, aunque terminaron por hacerlo, principalmente con la etnia maya.
Por las dificultades en las que se encontraron, los asiáticos como la comunicación con los locales, se empeñaron y el aprendizaje fue lento, pero se entendieron. Aunque la situación mejoró conforme llegaban nuevas generaciones que capaces de adaptarse con facilidad.
Cuatro años después de su llegada, los contratos de los trabajadores asiáticos habían vencido. Sin embargo, permanecieron un año más para liquidar las deudas que habían adquirido para conseguir productos como zapatos, ropa o alimentos.
Poco tiempo después, estalló la Revolución y al mismo tiempo, la producción del henequén se venía abajo. La situación era crítica, y los coreanos que habían llegado por unos cuantos años, ya no pudieron volver a su país.
Las condiciones eran precarias. Aun así, muchos grupos decidieron quedarse en Yucatán. Otros se fueron a Tijuana y hacia la Ciudad de México. Fue así como en estas ciudades se crearon tres asentamientos importantes.
La comunidad coreana continúa a la fecha, aprendiendo de los mexicanos y por supuesto, aportando a nuestro país parte de su cultura.
Podemos destacar su gastronomía. Está el Museo Conmemorativo de la Inmigración Coreana a Yucatán, ubicado en la calle 65. Fuente: México Desconocido.