Por Víctor Hugo Robles Mujica
En #Acapulco, la política parece caminar con chaleco antibalas y rodeada de músculos rentados. La más reciente escena la protagonizó la presidenta municipal, Abelina López Rodríguez, quien convirtió lo que debía ser una conferencia de prensa en un episodio de tensión y censura.

Todo comenzó cuando el periodista Salvador Serna lanzó una pregunta incómoda, de esas que raspan y no se pueden evadir con discursos huecos: ¿por qué gastar 10 millones de pesos en la Nao de China mientras la ciudad agoniza sin agua potable, con drenajes colapsados y servicios públicos en ruinas? La pregunta no cayó bien. La alcaldesa, nerviosa, buscó la salida rápida, dio por concluida la conferencia y, sin más, emprendió la retirada.

Lo peor vino después: sus escoltas —esos hombres de traje oscuro y mirada torva, más parecidos a gorilas que a servidores públicos— se lanzaron contra el reportero. Empujones, intimidación, amenazas físicas. Todo quedó grabado en video, evidencia clara de cómo en Acapulco la libertad de prensa se enfrenta no con argumentos, sino con golpes.

El hecho revela más que un mal momento: muestra el talante autoritario de una administración que no tolera preguntas incómodas. La alcaldesa podrá esconderse detrás de sus guaruras, pero no podrá tapar con ellos las carencias de una ciudad que clama por servicios básicos.

En Acapulco, la prensa libre tiene que sortear no solo la violencia de la delincuencia, sino también la prepotencia de quienes deberían rendir cuentas. Y mientras tanto, el pueblo se queda con la peor versión del espectáculo político: una alcaldesa que huye, una prensa que resiste y unos gorilas que cuidan más los silencios que la verdad.

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