Por Isabel Ortega Morales y Equipo CEPROVYSA.COM
Chilpancingo, Guerrero., Octubre 7-2024.- “Papá, siempre te voy a recordar”. Es Alex junior, el pequeño de 9 años que ha quedado en la orfandad y sostiene el micrófono para hablar a nombre de la familia Arcos Solis, en el último recorrido que hace Alejandro Arcos Catalán de su querida ciudad de Chilpancingo.
Es la noche del domingo, ha sido una tarde tensa, Alejandro Arcos Catalán convive con pobladores de Tepechicotlán, localidad del Municipio que gobierna, van a recorrer la zona afectada por el Huracán John que dejó devastado los cultivos y tienen riesgo de hambruna.
Han pasado algunas horas y con los rayos del sol casi despidiéndose el Edil no está.
Una macabra escena empieza a dejar caer el rumor “Alejandro está muerto”, sin embargo, la confusión también genera temor en la ciudadanía pero empieza a levantarse la indignación que sube de tono, el Alcalde ¿había solicitado seguridad? Tenía 6 días en el cargo, era evidente que la situación de la misma no estaba completamente en sus manos.
Una llamada abre la posibilidad de acudir al SEMEFO y la idea no era corroborar sino desechar el dolor que empieza ya a carcomer el corazón. La confirmación da pie al llanto y el llanto de Sandy y de Carlos desgranan la de todo el equipo, su otra familia, pero no sabía ni Alejandro ni Sandy que Chilpancingo ya los había adoptado completamente con esperanza de cambio, por eso habían emitido su sufragio por él y también lloraba la ciudad y las comunidades.
El cuerpo de Alejandro, el político chilpancingueño que con sonrisa atenta, trato respetuoso, diplomático en las relaciones, arriba a la parroquia de la Santa Cruz, a su entrada, se dobla el dolor, se muerde la indignación y junto con su rostro tras el cristal de su ataúd, están los rostros reflejados ante el por el dolor, la indignación y tal vez, el miedo.
Es una noche larga, el aire frio empieza a correr pero el frio ya estaba en nuestros cuerpos desde que no sabíamos de él. Al ver su féretro, estábamos seguros de que el dolor que sentíamos era apenas un rasgo del dolor al que nuestra mente nos dice, quizá fue sometido por la crueldad innecesaria de un hombre conciliador.
La capilla ardiente en que se ha convertido la parroquia arropa con el calor de las velas que desprende un aroma suave que envuelve el féretro de Alex.
Llegan políticos a dar el pésame a Sandy, entran Héctor Astudillo, Mario Moreno, entre otros políticos de la capital, pero ellos con una coincidencia, gobernaron la capital del estado como ediles.
Alejandro Arcos Catalán sale en el féretro de la parroquia donde han oficiado en su honor una Misa.
En un estado donde la violencia a dejado sepelios en solitario, el de Alex no lo es.
Largas columnas de mujeres y hombres lo escoltan, lo blindan con amor, le lanzan pétalos de rosas enjugadas con su llanto, le corean “justicia” y claman porque su crimen no quede impune.
El arribo a la Catedral de la Asunción de María, el mismo sitio que cobijó a Morelos y los diputados constituyentes arropados por un pueblo que se aceró a escuchar la proclama de los Sentimientos de la Nación, es ahora impenetrable.
Ahí, ahí no cabe ni un alfiler, afuera de la Catedral, en los tres costados, la ciudadanía se apretuja intentando tocar el féretro de su Alcalde. El repique de campanas de ese histórico recinto nos recuerda a Mario Benedetti y su obra “por quién doblan las campanas”.
El Vicario General de la Diócesis Chilpancingo – Chilapa, el presbítero Benito Cuenca, oficia la misa de cuerpo presente. Sus palabras buscan ser un bálsamo para la familia, pero no solo la consanguínea, sino toda la familia de Chilpancingo de buen corazón y de conciencia que está ahí y las que siguen en diversas plataformas, desde las noticiosas hasta las individuales el mensaje.
El cortejo sale, cruza la plaza cívica Primer Congreso de Anáhuac que tuvo la primer gran remodelación con otro querido personaje de la política, Alejandro Cervantes Delgado, y arriba a Palacio Municipal, que fue sede del Poder Ejecutivo, después palacio de la cultura y finalmente, otorgado al Ayuntamiento para ser sede del Poder Municipal, ahí donde el lunes 30 de septiembre, a las 8 de la mañana, Alejandro Arcos Catalán y su Cabildo rindieron protesta y juraron proteger a la capital y sus habitantes.
Había aplausos a su paso, en reconocimiento a quien como ciudadano realizó obras, acompañó a familias en momentos de apuros, se condolió del dolor de sus coterráneos ante problemas y buscó siempre buscar cómo ayudar a solucionarlos, siempre sabían que encontrarían a un ser humano no solo empático, sino siempre humano.
En las calles de Chilpancingo, no fue necesario convocar a nadie, ahí estaban, retando lo que fuera para decir a quien correspondiera que estaban indignados por lo que le realizaron al Alcalde. Que el ser humano que estaba dentro de ese féretro no merecía ni la muerte ni la crueldad. Que habían privado a la capital de un proyecto de gobierno diferente, humanista.
Ahí, en el panteón La Paz, Alex es despedido, su féretro está cubierto de pétalos de rosas, de llanto, de amor. Se fue el Alcalde… ¿se fue? No, Alejandro no se fue, su vida inspira, su amor por la paz inspira, su deseo de servir inspira. Cortaron una vida, pero no lograron quitarlo del corazón de su amada Capital y sus localidades. Descansa en paz.