Aurelia, tenía 27 años, originaria de la comunidad nahua de Ayotzinapa, municipio de Tlapa, Guerrero. La pobreza la orilló a que desde niña acompañara a su mamá a los campos agrícolas para ganarse un dinerito, al menos para no morir de hambre.

Vivió un tiempo con su esposo y procrearon a dos hijos de 5 y 2 años. Sin embargo, la violencia aumentó en su hogar. Su pareja la maltrataba verbalmente y la golpeaba seguido.

Cuando la violencia llegó al clímax, Aurelia decidió separarse. Su ex pareja iracundo la amenazó con quitarle a sus hijos. Tuvo que acudir al DIF municipal de Tlapa para demandarlo que diera la pensión de sus dos hijos. El 22 de septiembre de 2014 firmaron un acuerdo donde el padre de los niños le daría 800 pesos y la convivencia. Prefirió llevarse a sus hijos, donde vivía con otra mujer, para no darle dinero a Aurelia. La obligaba a ir hasta su pueblo por los niños sabiendo que no tenía dinero para sus pasajes.

Un día su ex pareja le llamó por teléfono en la caseta del pueblo con el pretexto de que su niño mayor de cinco años estaba enfermo y quería verla. Aurelia se preocupó y como pudo se fue. Al regresar no le dio al niño mayor, solo trajo en brazos al de dos años, pero nunca llegó a su casa.

El 20 de julio del 2015, Aurelia fue encontrada tirada cerca del crucero de Ayotzinapa. Tenía el tiro de gracia en la cabeza. Fue una noche lluviosa que duró hasta la madrugada. Su niño de 8 meses de edad se encontraba pegado a sus brazos, moribundo por el frío.

Actualmente, el pequeño tiene 11 años y vive con su abuela. A casi una década del feminicidio aún no hay castigo para el responsable. El feminicida se pasea impunemente por las calles. Lo peor es que le ha dicho a su hijo mayor que su abuela ya murió. Las autoridades no investigan, dejaron en el olvido el caso. #JusticiaparaAurelia

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