Las tres “L” de C.S. Lewis
Pbro. Jorge Amando Vázquez Rodríguez
Jesucristo como verdadero Dios es una afirmación que ha dividido no tan sólo la historia sino también a todos los hombres de todas las épocas, lugares, y razas, es por eso que C.S. Lewis, un converso del ateísmo convertido en cristiano reflexionó sobre la afirmación que leímos al principio. Estas son sus palabras textuales:
“Intento con esto impedir que alguien diga la auténtica estupidez que algunos dicen acerca de Él: ´Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro moral, pero no acepto su afirmación de que era Dios´. Eso es precisamente lo que no debemos decir. Un hombre que fue meramente un hombre y que dijo las cosas que dijo Jesús no sería un gran maestro moral. Sería un lunático –el mismísimo demonio. Tenéis que escoger. O ese hombre era, y es, el Hijo de Dios, o era un loco o algo mucho peor. Podéis hacerle callar por necio, podéis escupirle y matarle como si fuese un demonio, o podéis caer a sus pies y llamarlo Dios y Señor. Pero no salgamos ahora con insensateces paternalistas acerca de que fue un gran maestro moral. Él no nos dejó abierta esa posibilidad. No quiso hacerlo […]. Bien: a mí me parece evidente que no era ni un lunático ni un monstruo y que, en consecuencia, por extraño o terrible o improbable que pueda parecer, tengo que aceptar la idea de que Él era y es Dios”. (C.S. LEWIS, Mero cristianismo, RIALP, Madrid 2017, pp.83-85).
Hasta aquí la cita que tiene mucho de realidad y es cada vez una opinión compartida que Jesucristo es un maestro moral e incluso que les produce su persona un respeto admirable, admiración y para todos los que creemos en Él, sienten lo mismo. Pero eso no es todo lo que Jesucristo es, sino en realidad es Dios.
La cita anterior está tomada de un excelente estudio hecho por el Dr. Brant Prite, En defensa de Jesús, (Huarte 2022) el cual le agrega una L más, que es la palabra Lengend (legenda). Resumiendo, si Jesús fue por ahí afirmando ser Dios, sólo nos dejó tres opciones:

  1. Mentiroso (liar): Jesús sabía que no era Dios, pero dijo que lo era.
  2. Lunático (lunatic): Jesús pensó que era Dios, pero realmente no lo era.
  3. Señor (Lord): Jesús era quien dijo que era, Dios venido en carne.
  4. Leyenda (legend): para mucha gente las historias sobre Jesús en los Evangelios en las que afirmaba ser Dios eran “leyendas”. En otras palabras, no eran históricamente ciertas.
    Bajo estas cuatro premisas parte el libro de Brant Prite, En defensa de Jesús. Las pruebas bíblicas e históricas en favor de Jesucristo (EDICIONES COR IESU, Huarte 2022) que recomiendo a todos los que estén interesados en responder a estas cuatro “L” que Lewis basa su argumento y que en el libro podrá encontrar puntual respuesta.
    A este libro se le podría poner un subtítulo muy en la línea de las investigaciones del Dr. Prite: Las raíces judías de la divinidad de Jesús, (Por ejemplo en la p.15 y 24). Y es que para un judío del siglo I contemporáneo de Jesús conocedor de las Escrituras, aplicar la Ley y los profetas referidos al Mesías y al Hijo de Dios le fue muy claro llegar a estas conclusiones en referencia a Jesucristo.
    Brant Prite profesor de la Universidad de Notre Dame dedicó gran parte de su vida a investigar las fuentes originales: La Biblia hebrea, el Nuevo Testamento en griego, los antiguos escritos judíos aparte de la Biblia y las obras de los antiguos escritores cristianos conocidos como los Padres de la Iglesia. Hizo estudios de griego, hebreo y arameo avanzado, aprendió copo, una forma de egipcio antiguo y le llevo a las siguientes cuatro conclusiones:
  5. No había ningún manuscrito anónimo de los cuatro Evangelios. No existen.
  6. Jesús ciertamente afirmó ser Dios, pero de una forma muy judía. Usaba enigmas y preguntas que tenían sentido para un público judío del siglo I.
  7. La confusión sobre quién pretendía ser Jesús está por todas partes y se sigue extendiendo. En las universidades y en las aulas de los colegios, donde muchos estudiantes llegan como cristianos y salen como agnósticos o ateos. Está en los documentales de la televisión que se emiten justo alrededor de la Navidad y la Semana Santa, los cuales parecen especialmente diseñados para suscitar dudas sobre la verdadera historia.
    Es una realidad la afirmación de Prite: la gente no suele ser capaz de ver a Jesús a través de los ojos de un judío antiguo. De ahí, que es fácil pasar por alto las raíces judías de la divinidad de Jesús.
    Para muchas personas nos parecería extraño que conociendo el judaísmo las personas se convertían más rápidamente al cristianismo, pero para nosotros, a la distancia de veinte siglos que sólo estudiamos las fuentes internas como son los Evangelios nos es más difícil comprender que ya todo lo que Cristo vino a dar cumplimiento ya estaba prefigurado en el Antiguo Testamento, toda una mentalidad judía de la cual, por extraños motivos desconocemos y por otro lado casi nadie nos invita a conocer, y esto claramente está motivado por una ignorancia que no es desconocimiento e interés por estos estudios que el Brant Prite en su obra nos invita a conocer.
    Una de las partes interesantes del libro En defensa de Jesús. Las pruebas bíblicas e históricas en favor de Jesucristo es la dedicada al estudio de las profecías cumplidas del Mesías, y serían las siguientes: a). El Reino de Dios; b). La muerte del Mesías.
    Con respecto a la primera, el Reino de Dios, se pregunta ¿a qué se refería Jesucristo? Y sorprendentemente utiliza la profecía de uno de mis libros favoritos de la Biblia como es el profeta Daniel cuando se refiere a los cuatro Reinos paganos (Dan 2, 31-35) que según los estudiosos de la Biblia (yo no lo soy) son cuatro, los que habían reinado sobre el pueblo judío desde la época del rey Nabucodonosor: (1) el Imperio Babilónico, (2) el imperio Medo-Persa), (3) el Imperio Griego, y (4) el imperio Romano.
    Y desde ahí menciona un nuevo Reino, una roca pequeña que había deshecho la estatua creció hasta hacerse una montaña enorme que ocupaba toda la tierra, (Dan 2, 35).
    Esta historia la conocía todo judío del siglo I, por eso entendían perfectamente a qué se refería Cristo al anunciar el Reino de Dios. Todo parte de una pequeña piedra que crece:

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