Pbro. Jorge Amando Vázquez Rodríguez

Socializar el mes de mayo es revalorar el papel de la madre de todas las madres.
La maternidad está a la baja sin mencionar los motivos en específico porque serían tantos que nos sacaría del núcleo de estas reflexiones que tienen como finalidad el seguir fomentando los lazos de la familia con la madre.
Quien mejor que María, la madre de Jesús que nos puede servir de marco perfecto para entender esa unión de la Madre con su hijo y la de todas las madres con sus hijos.
Me valgo de la poesía de Charles Péguy, El misterio de la caridad de Juana de Arco, (ENCUENTRO, 2008). Menciono a Péguy precisamente porque tiene muchas coincidencias de los problemas que él vivió en su tiempo, un converso francés (se convirtió al catolicismo en 1907) del socialismo, discípulo de Henri Berson, y combinó obras donde se reflejaban sus apasionadas convicciones políticas con otras de carácter místico y lírico.
El misterio de la caridad de Juana de Arco, es una muestra de ello y podemos leer grandes discursos de los personajes especialmente puestos en la boca de Juana de Arco que hace un repaso Péguy del Santo Evangelio y en este contexto, nos imaginamos lo que diría Juana de Arco de la relación de María con su hijo:
“Los dos juntos hacía una pareja hermosa.
El muchacho y la madre.
Habían sido tan felices en aquellos tiempos.
La madre y el mucho
Y mira cuál es su recompensa.
Mira cómo era la recompensada.
Por haber llevado
Por haber parido
Por haber criado.
Por haber llevado.
En sus brazos.
A quien murió por los pecados del mundo.
Por haber llevado.
Por haber parido.
Por haber criado.
Por haber llevado
En sus brazos
A quien murió por la salvación del mundo.
Por haber llevado.
Por haber parido
Por haber criado
Por haber llevado.
En sus brazos
A aquel por el que los pecados del mundo serán perdonados.
Y por haberle hecho la sopa y arreglado la cama hasta los treinta año.
Pues él se dejaba con gusto rodear de su ternura.
Sabía que eso no duraría siempre.
Y ahora ella acababa de ver que lo trataban como a ninguna madre le gustaría que traten a su hijo. Unos tratos. Unas maneras. Unos golpes. Unas injurias sin nombre. Unos ultrajes. Unos tratos que más vale no hablar de ellos.
Se sufre tanto con los hijos.
Se les educa y luego después.
Ella sentía todo lo que pasaba en su cuerpo.
Sobre todo el dolor.
Los hijos sólo dan tormento
Todo lo que había en su cuerpo.
En su cuerpo y en el suyo.
Ella sentía el cuerpo de él tanto como el suyo.
Porque era su madre. […]
Y él se decía a sí mismo: He ahí a mi madre. Qué he hecho de ella.
Mira lo que he hecho de mi madre.
Esa pobre anciana.
Qué se ha hecho vieja”. Charles Péguy, El misterio de la caridad de Juana de Arco, (ENCUENTRO, Madrid 2008, pp.179-181)
Algo de poesía le hace bien al espíritu y más de la mano de Péguy. Eso es lo que le damos los hijos a las madres: tormentos. Por eso conviene hacer nuestras estas palabras y que nos lleguen hasta los huesos: Qué he hecho de ella. Mira lo que he hecho a mi madre.

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