Pbro. Jorge Amando Vázquez Rodríguez
Ante las precauciones lúgubres y peligrosas
Confieso un hartazgo frente actitudes apocalípticas que escucho y veo por ciertos ambientes y lugares en nuestra sociedad.
En un primer momento, y no es la primera vez que lo digo, es que deberíamos desconfiar de esa personas sin fe que constantemente gritan que el cielo está a punto de desplomarse. Las presentes adversidades tendrían que verse como lo que son, oportunidades que nos retan para avanzar. Y es que estos profetas de desastres no se miden ante nada sobre los acontecimientos que nos rodeas: guerras, epidemias, desorientación moral, economía, números mínimos de creyentes, el cielo está a punto de desplomarse, hay demasiada gente, etc.
Es como si nunca hubiéramos conocido la historia ni la Biblia donde ha habido situaciones similares y muy graves. A muestra de ejemplo tenemos cuando el Pueblo de Israel mandó exploradores a la Tierra prometida y dieron su diagnóstico después de su exploración que fue tan desalentador que incluso dijeron que había “gigantes con los que no se podía luchar”. Conociendo esta esta historia narrada en Números 13, 25-28, sobresale el temple de Caleb que a pesar de las adversidades, en nombre de Dios, ir a conquistar estas tierras.
Y es que la tierra prometida no debería conceptualizarse tanto como un lugar al que se viaja geográficamente (aunque también lo sea), sino como una meta establecida a través de un empeño moral sostenido, individual y colectivamente.
Dicho en otras palabras todos tenemos el deber moral de buscar nuevas alternativas, o si se prefiere decir: metas y hacerlo de manera perseverante. Y para esto hay que reclamar un verdadero liderazgo pues esto nos hace visionarios.
LA ESPERANZA VISTA COMO UN DELITO
Quién gana con esta actitud pesimista que se expande en nuestro mundo como una verdadera pandemia. Para el hombre que tiene fe le vendrá a la mente el usurpador eterno que siembra la duda y el temor en su intento de desmoralizar, seducir y obtener poder, que en gran parte de la población lo está logrando. Hay verdaderas ganancias sembrando el temor, el miedo, la desesperación porque así se le deja el campo abierto y un cheque en blanco el que se presente como el salvador y mesías, el que resolverá (aunque sabemos que es mentira) todos nuestros problemas.
Aparte de esto sabemos que la duda sobre el futuro genera ansiedad y destruye la esperanza.
Ante esta realidad podemos denunciar a los charlatanes que pasan como esotéricos, chamanes, lectores del futuro, echadores de cartas, que aprovechando la ansiedad de las personas, intentan calmar estos nervios proponiendo el uso de todo tipo de artefactos que protegerán de toda adversidad y peligro. En muy fácil ser incauto, dejar de pensar y caer en la cuenta que todo es un timo, muy costoso e inútil.
El psicólogo Jordan B. Peterson en su obra, Nosotros luchamos con Dios, (PLANETA, 2025) dice a este respecto:
“Porque el terror y la consiguiente ansiedad y desesperanza que provoca son, simultáneamente, una invitación a abandonar la responsabilidad y a volver a los placeres infantiles de la gratificación inmediata”, (Peterson, pp.529-539)
Por lo tanto desde el punto de vista psicológico es un infantilismo, no salir de nuestro círculo de confort, eliminar todo proceso que me lleve al cambio o a cualquier mejora que implique el más mínimo esfuerzo por vivir una realidad irreconocible que me dejaría o mejor o peor de lo que estoy.
La gratificación inmediata implica que con la regla del mínimo esfuerzo tengo todo lo que me deja satisfecho aunque eso implique mi destrucción o deterioro humano.
La desesperanza está a la vuelta de la esquina: “¿Qué sentido tiene?” “No hay esperanza en nada: ha llegado la hora de vivir como si no hubiera un mañana”. Y así caemos en el hedonismo tan de moda en la actualidad.
Los rumores desmoralizadores se propagan como la pólvora, por radio, televisión, redes sociales, internet, mails, etc.,
Hoy tendríamos que recuperar figuras como Caleb que antes mencionábamos que junto con Josué (que comparte las raíces etimológicas del nombre de Jesús) levantan el ánimo del pueblo elegido de entrar en la tierra prometida y conquistarla:
“Caleb y otros más intentas devolverles el buen ánimo, pero los israelitas se han sumido hasta el punto en que el pánico que se revuelven contra los que mantienen la fe, contra los optimistas empedernidos –los negacionistas del inminente apocalipsis-, y proponen lapidarlos. Cuando un pueblo ha caído presa de la mentira que produce el error, quienes dicen la verdad, -la verdad optimista- pasan a ser vistos como auténticos enemigos. Es un estado que convierte la esperanza misma en delito: un estado que se acerca mucho al infierno”. (Peterson, pp.530-531)
Nunca será bien visto un optimista y hombre de fe en medio de una sociedad necrófila e incrédula. Pero a pesar de sufrir la impopularidad, incluso la carencia total de recursos económicos (no tendrá un presupuesto a la mano porque los presupuestos son para los que alimentan el pesimismo), tenemos que seguir proponiendo una visión de futuro:
“Insistir en que el avance hacia el futuro es imposible –insistir en que la tierra prometida es inhabitable y está envenenada, independientemente de cualquier empeño moral que pueda ponerse-; desmoralizar con la propagación de una visión tan negativa; castigar a quienes se atreven a decir algo alentador, optimista, que exige una conducta responsable y valerosa”. (Peterson, p.533)
Todo aquel que esté en contra de la positividad, el optimismo, la sociedad misma se lo agradecerá, tarde que temprano, aunque sean pocos los que les hagan caso.
Con esto no quiero decir que el optimista busque una recompensa o acreditación así como una mención honorifica que nunca tendrá, sino que tiene que haber siempre pureza de intención en el actuar esperanzador.