TRAS BAMBALINAS. La vida y la muerte, pintada en un joven  

Por Jorge Octavio Ochoa.

El discurso era llamativo, ir a “las causas”, “los orígenes”, y enderezar los renglones torcidos de una sociedad capitalista; consumista voraz; banal; adoradora del dinero. Así se han bordado los discursos ideológicos, adosados con la palabra Revolución.

Se han aderezado también estos conceptos, con símbolos, iconos, imágenes, que concentran un todo que resume, según sus líderes o patriarcas, las causas, la ruta y el porqué de la movilización.

Desigualdad, marginación, inequidad, racismo y pobreza, son la mezcla que amalgama el ideario en el que no puede faltar la fe, la lealtad y el fanatismo; imbuido todo, en una creencia ciega en algo o alguien.

Esa es la historia, al menos de los pueblos de América Latina, que hasta la fecha siguen adormilados en dogmas, que oscilan entre la religión, la política y ahora hasta en la convivencia social e intrapersonal.

Todo este fraseo viene a cuento por lo sucedido hace unos días en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que ahora algunos quieren ver sólo a través del crisol de una presunta “derechización”, lo cual atiza la polarización existente.

El caso del estudiante Lex Ashton “N”, de 19 años, que atacó y mató con arma blanca a otro estudiante, Jesús Israel “N”, de 16, colocan a México en la necesidad de iniciar una profunda reflexión al respecto.

El discurso de la confrontación ideológica ha generado un estado de estrés de los futuros profesionales; acendrado con teorías sobre el “yo” y la personalidad. Las nuevas generaciones están confundidas. No encuentran su verdadera identidad.

La definición de “el, ella, elle”, ha sumido a las sociedades en una agotadora discusión lingüística sobre la inclusión, modo de vestir, tipo de relación y el futuro de las parejas.

A lo ocurrido en la UNAM, se suma el asesinato de dos jóvenes colombianos, presunto ejemplo de la búsqueda del éxito y la fama. Estos hechos enmarcan la grave crisis que vive no sólo México, sino todo el mundo.

Oleadas de muchachos ven hoy una perspectiva de murallas y fronteras cerradas, porque los gobernantes no han sabido encontrar salidas a problemas como la pobreza, el hambre y la falta de empleo.

Muchachos que se sienten menospreciados; “No tengo trabajo, ni familia, ni amigos”. Legiones de jóvenes que se sienten aislados, incomprendidos. Por toda respuesta, el autoritarismo.

El maniqueísmo vuelve a ser la varita mágica. Poder y control antes que democracia, eso es lo que la clase política ha fundado y heredado a sus élites, sólo a esos que se congracian o son afines a un credo o línea ideológica.

La actual clase política -al menos en México- sólo se siente cómoda con la confrontación, la descalificación dogmática que imputan a sus adversarios, pero nunca merece un ejercicio de autocrítica.

Hace unos días, El Universal publicó un dato que debería helarnos la sangre, pero desafortunadamente pasó inadvertido, principalmente para aquellos que desde Palacio Nacional se dedican a cuestionar a los medios tradicionales de información.

El consumo de fentanilo en la frontera norte, principalmente en Mexicali y Tijuana, se ha disparado exponencialmente. El costo de la dosis es de 50 pesos. La mariguana y la amapola dejan de ser negocio.

La señora del Palacio no comenta nada, sabedora de que fueron ellos, al arranque de la administración AMLO, quienes flexibilizaron no sólo el combate, sino el consumo de drogas.

Hasta hace poco, el Senado de la República fue centro de convención y comercio de los compradores y consumidores de mariguana, que actualmente están en espera de una legalización más explícita, para el establecimiento de tiendas.

Así, ese corredor de adictos se extendió hasta el Metro Hidalgo, a la Estela de Luz, mejor conocida como “la Suavicrema”. Hoy cualquier paradero de repartidores de Ubereats es una colmena olor a hierva, entre risotadas de jóvenes en moto.

La presidenta siempre pide “¡Pruebas, Pruebas!”. Bueno, vaya usted y pruebe. Puede acudir a Chedraui Polanco o detrás de las obras de Plaza Carso. Inhale usted misma esos aires. “¡Jálale, que es gratis!”. Hombres y mujeres, por igual.

Ahí están juntas, la vida y la muerte, riqueza y pobreza, clasismo y opulencia, en una sociedad que se cree justa, pero no ve más allá de sus narices. Caminen ustedes por ahí, cualquier día de la semana.

Esto es a lo que Gustavo Petro, el verdadero KKS, presidente de Colombia, llamó “la estúpida guerra contra las drogas”. Los adictos que estaban en USA, ahora están en México. Ese es el futuro que los narco-políticos han dado a nuestro país.

El ex guerrillero del M19 reaccionó como adicto y escribió como ebrio. “Asesinaron nuestra juventud en los Estados Unidos de Mexicanos (SIC)”, al lamentar la brutal ejecución, en México, de dos raperos de aquel país.

Es alarmante la percepción, el discurso ideológico que este grupo de gobernantes latinos tiene sobre el control de las drogas. Ven como “una estúpida política militar y prohibicionista llamada guerra contra las drogas”, lo que es un cáncer social.

Dice Petro que hay más jóvenes asesinados por esa política antidrogas. En México, vemos cómo se va perdiendo el “bono demográfico” y en el 2030 tendremos oleadas de adultos sin perspectiva de jubilación digna.

El problema es preocupante, porque en las últimas tres décadas, el mundo se ha decantado en una sorda lucha de potencias que hoy reduce todo a la vieja pugna entre comunismo y liberalismo.

Trump encabeza una andanada racista contra los migrantes, a los que considera asesinos y criminales, generalización propia de un cerebro deformado también por los excesos.

Sin embargo, por el otro lado también vemos las mismas actitudes anexionistas, que ven en la fuerza armamentista, el mejor aval para expandir un socialismo inclemente, al puro estilo Putin, que sólo purga adversarios.

En esa lucha de ejes, ahora tenemos millones de jóvenes confundidos, con un futuro incierto, ante la posibilidad cada vez más cercana de ir a la guerra, en un horizonte donde ya no existen pensiones dignas, ni casita feliz, ni familia alguna.

Y se preguntan todavía por qué los jóvenes están haciendo estas cosas.

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