Silencio y ostracismo, los nuevos aliados de Morena y la 4T

TRAS BAMBALINAS. Por JORGE OCTAVIO OCHOA. La escandalosa elección judicial dejará una cauda de daños y evidencias, que no podrán lavar ni con todo el mar de los océanos. La historia lo consignará: fue una reforma asentada en la traición, el cinismo, el poder y el dispendio de los recursos del Estado.

Se recordarán los infames votos de Miguel Ángel Yunes Márquez, en el Senado; Pérez Dayán, en la Corte; de Carla Humphrey, esposa de Santiago Nieto, en el INE; y el despliegue de los 19 mil “Siervos” o “Servidores de la Nación”, que repartieron a diestra y siniestra los acordeones de la ignominia.

Falta saber en qué talleres los imprimieron, cuánto y quiénes pagaron y ordenaron esos tiros de boletas que, como billetes de lotería, pulularon mucho antes del día de la elección, y que tuvieron un 99% de efectividad en el caso de la elección de Ministros de la Suprema Corte, y superior al 80% en la elección de jueces.

Luego de este monumental fraude, ahora el régimen de Morena y la 4T, afilan los colmillos para cerrar la pinza autoritaria. Preparan una Ley de Telecomunicaciones y la reforma a las fiscalías estatales, para que éstas dejen de ser independientes y las controlen los gobernadores.

Todo apunta a la consolidación de algo más que una autarquía. México se enfila, sin remedio, a una auténtica dictadura. El partido en el poder ya lo controla todo, y reaccionará contra todo aquello que no le guste o dañe a sus personajes principales, y arremeterá contra los periodistas.

Los ejemplos más recientes y fehacientes son los casos de Sergio Gutiérrez Luna y su esposa Diana Karina Barreras; el de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores; y de una juez de Tamaulipas contra Héctor de Mauleón. Caso aparte es el de Fernández Noroña, que arremetió contra un abogado.

Todos estos asuntos, exceden los límites de la sanción y la elevan al grado de venganza, con organismos e instituciones ahora inútiles, porque están cooptados o han desaparecido. El INE y el Tribunal Electoral ya no garantizan nada. Así quedó demostrado después del 1 de junio.

Sólo datos negativos quedaron de las pasadas elecciones. El pueblo no eligió, el gobierno fue el que ordenó por quién votar, a través de “acordeones”, repartidos por gente con chalequitos color guinda. La Suprema Corte, el Tribunal de Disciplina Judicial y la Sala Superior son ahora totalmente Morena.

Y todavía dicen cínicamente que “la oposición no propuso candidatos”. ¿Pues no en la Constitución prohibieron ellos mismos la participación de los partidos políticos? Lo peor es que, como dijo la consejera Dania Ravel, la validación de las pasadas elecciones judiciales, sientan un pésimo precedente para el futuro.

No hubo consecuencias, ni por el cúmulo de evidencias sobre irregularidades, corruptelas, desvío de recursos, intromisión del Estado, candidaturas criminales. Cualquier mafioso o malandrín puede aspirar, ser candidato y ganar. Fue, absolutamente, “una regresión histórica”.

Es gravísimo para los mexicanos, tener una Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) sorda, ciega y omisa ante los excesos del poder. No emite opinión alguna sobre los abusos de los gobernadores de Puebla, Tamaulipas y Campeche contra periodistas.

La libertad de prensa está amenazada, al igual que la libertad de expresión, porque también hay intención de censurar las redes sociales y los portales de información autónomos. Sólo las granjas de bots y de pseudo periodistas son apoyadas financieramente por el régimen. Esto puede verse en ambas Cámaras.

Morena, la 4T y sus esbirros del PT y PVEM, va por el control absoluto. Primero, para tapar todas las trapacerías de Andrés Manuel López Obrador, que sigue en el ostracismo. Segundo, para apoderarse de todos los gobiernos estatales y culminar así su labor de zapa, hasta dejar un solo partido en el poder. 

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