Doña Rafaela me invitó a platicar “cuando pase esta pandemia” a la que precisó “le tengo miedo”- venía de vacunarse, tiene 74 años y cuando se aplicó la de adultos mayores dice que no pudo acudir porque estaba resfriada y sumida en el terror de que fuera covid.

Durante el momento en que fuimos presentadas llegó una mujer sin cubrebocas, ambas nos retiramos y dejamos que pasara a realizar su compra.

A la salida la abordó y le preguntó que porque no llevaba cubrebocas y si ya se había vacunado, sobre el cubrebocas dijo que “gatell” dice que no sirven, incluso dijo que si sirviera el “presidente federal usaría”, y la vacuna no se la aplica porque “es una marca” que ella no llevará.

Doña Rafaela le dijo que se vacunara sino por ella, por sus hijos, “si faltas, tu marido luego, luego se arrima a otra y tus hijos quedarán volando y tienes muchos”, la respuesta fue rápida: “aunque pero esa marca del demonio no me la pongo en el brazo” y concluyó la conversación retirándose, y se fue seguida por la mirada de incomprensión de la señora.

¿Cuál marca? pregunté. “Creen que la pandemia es causada por el demonio y que la vacuna en el brazo es la marca de que se rindieron ante él”.

La respuesta me permitió encontrar una de las razones que ocasiona que la montaña de Guerrero tenga aún problemas para aplicar el antígeno a la ciudadanía.

En la montaña el Delegado Federal, Iván Hernández Cruz anunció junto con el Gobernador Héctor Astudillo Flores que implementarían una brigada especial para aplicar la vacuna contra el covid-19 a las localidades que por la lejanía de sus lugares les resulta difícil acudir a las cabeceras municipales a recibirla.

Dentro de su propuesta para motivar a la ciudadanía a recibir la vacuna se encuentra una dinámica de perifoneo en lenguas indígenas. Solo que se enfrentan a la indiferencia de munícipes que están a punto de concluir su mandato municipal y lo que menos está en su interés es la población, y en tanto no se realice el cambio municipal la vacunación no tendrá la rapidez prevista, según se ve.

Doña Rafaela me dice que en la montaña son pocos los viudos que se quedan a cargo de sus hijos. Que cuando fallece la pareja lo primero que hacen es buscar una nueva que, normalmente agrega, busca tener sus propios hijos y rechaza a los anteriores que convierte en ayudantes para que se ganen su alimento.

“Y ahí anda la chamacada suelta, sin estudios, sin cobijo, sin techo. Están en el campo, en las cocinas, en la atención a los nuevos integrantes de una familia que dejó de ser la de ellos”.

¿Y el covid? Le pregunto “nos ha pasado a traer, todavía falta ver como nos dejará” y tiene razón, si no se conoce la cosmovisión de un lugar, no se puede atender desde un escritorio

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