Nuestros místicos, en la ancha y vasta humanidad, tienen mucho que decirnos a los que vagamos por el mundo ocupados en todo menos en nosotros mismos. Ese es el caso de la “mística” judía Etty Hillesum quien vivió los horrores del Holocausto nazi. Es de las cuatro mujeres que escribieron un diario: Teresa Benedicta de la Cruz, antes de Edith Stein (1891-1942), Simone Weil (1909-1941) y Ana Frank (1929-1945) y Etty Hillesum.
En las extensas páginas de su Diario y Cartas, reflejan un espíritu gigante en el cual expresa no su resistencia ante la tragedia sino su consciente aceptación y total abandono en las manos de Dios. Permaneció en su religión de origen: el judaísmo. Nunca se convirtió al cristianismo aun conociendo la obra de San Agustín y los Padres de la Iglesia y la vasta literatura católica de los grandes místicos católicos.
La expresión Dolorido regocijo es una expresión propia de Etty y que la comenta uno de sus biógrafos, Micheldavide Semenaro: “Tal vez nos parezca bastante extraño que puede a existir un regocijo dolorido, pero en este oxímoron existencial podemos captar la madurez de una mujer que, pasando a través de su propio corazón, sabe reconocer y acoger todo el dolor, sin ceder a la banalidad ni a la brutalidad con que el sufrimiento puede ser ingerido”. (Micheldavide SEMENARO, Etty Hillesum. El encuentro con Dios de una mujer judía durante la persecución nazi, RIALP, Madrid 2025, p.93)
Esta página me llenó de este regocijo que expresa Micheldavide sobre la vida de Etty, pues no es común para nuestros ritmos de vida tan llenos de comodidad y que no vemos lo que tenemos sino lamentamos muy adoloridos lo que no tenemos y creemos que nos falta especialmente referido a las cosas materiales.
Vivimos en una sociedad llena de quejas: políticas, en torno a la violencia, cuestiones eclesiales, situaciones domesticas o laborales que tal vez asimilemos con un conformismo del cual queremos guardar la distancia suficiente y no caer en él, pero la experiencia de Etty sabiendo que cada día avanzaba más hacia las cámaras de gas, viviendo en situaciones totalmente insalubres, enfrentando el frio, el hambre, la enfermedad y tener el suficiente carácter para no maldecir, y aceptar todo esto con regocijo pues dista mucho de nosotros mismos. Y habla con Dios:
“Sin embargo, te estoy muy agradecida porque no me has permitido quedarme sentada en este tranquilo escritorio, sino que me has puesto en medio del dolor y de las preocupaciones de este tiempo. Un idilio contigo en una sala de estudio muy protegida no sería precisamente muy difícil; en cambio, ahora es importante que yo te lleve conmigo, intacto a través de todas esta vicisitudes, y que se sea fiel, tal como siempre te he prometido”. (Etty, Diario, pp.727-728).
LA ORACIÓN
¿Qué era lo que le daba a Etty la fortaleza para enfrentar diariamente la muerte y todos los contratiempos? La respuesta es: la oración.
“La experiencia mística de Etty Hillesum, por decirlo crudamente, pone ante los ojos de nuestro corazón de creyentes y de discípulos, lo irrenunciable de nuestra experiencia de fe y de nuestra vida de oración: la fe en Dios como confianza en la humanidad, puesto que ´debe ensancharse una y otra vez el corazón, a fin de que haya espacio para muchos […] Esto exige mucha fuerza y una gran cantidad de amor”. (Etty, Diario, p.108)
La oración siempre será fruto del olvido de uno mismo y la confianza en la humanidad y esto hará que el corazón se ensanche y haya espacio para mucho incluso para sus propios captores y soldados que la maltrataban.
Si nos preguntamos por qué hoy no hacemos oración creo que la respuesta está a la vista, ya no cabe nadie en nuestro corazón porque nosotros lo ocupamos todo y es más, los demás siempre estorbarán para lograr nuestros objetivos: “No se reza por uno mismo si ya no se vive para sí mismo”. Por eso la oración incluye un vaciamiento personal y eso está por verse que se haga (o tal vez, nunca se haga).
CONFIANZA EN LA HUMANIDAD
La otra parte de este diagnóstico sobre nuestra oración es que si confiamos o no en la humanidad.
“El hombre occidental no acepta el dolor como parte de esta vida, y por eso nunca logra sacar de él fuerzas positivas. Quizás por eso la oración siempre se dirige simbólica y existencialmente hacia Oriente, para manifestar esta esperanza invencible y necesaria de creer que a toda noche le seguirá el amanecer de un nuevo día, y toda tiniebla será capaz de parir la luz”. (Etty, p.99)
A este respecto para nada abona la cultura woke al infundir en la sociedad la mentalidad que hace creer que el hombre es el peor “parásito” de la creación. Sobradas series de televisión, películas, libros, etc., te venderán esta idea y sólo los incautos caerán. Es la famosa Deep ecology que se respira en el ambiente.
La confianza en la humanidad no es porque notemos cambios tangibles en ella sino porque confiamos en que la razón y la voluntad en su momento harán ese trabajo.
Etty rezó por su propios captores aun viendo el salvajismo con que los trataban, siendo testigo en primer plano de esta confianza en la humanidad:
“Para formularlo ahora de forma muy cruda –lo que probablemente haga daño a mi pluma estilográfica-: si un hombre de SS tuviera que darme una paliza hasta la muerte, yo levantaría todavía los ojos para mirarle a la cara, y preguntaría con una expresión de estupefacción mezclada con miedo, y por puro interés respecto a la humanidad: Dios mío, muchacho, ¿qué cosa tan terrible te ha ocurrido en la vida que te empujé a tales acciones?” (Etty, p.119)
Si esto no es confianza en la humanidad entonces ¿en qué consistirá si no? Por eso el día de hoy se reclama la lectura de los místicos para resignificar nuestro entorno, nuestros dolores, sufrimientos y la muerte misma.
¡Que grande eres Etty Hillesum! ¡Que lecciones nos sigues dando! Para mi que soy un cobarde que ante el más mínimo contratiempo se me ocurre deprimirme y echarme a llorar por esta maldad del mundo, e incluso pensar qué mal habré hecho para merecer esto. Todo se reduce a la cobardía y la poca o nula confianza en la humanidad.
