Luis Enrique Ríos Saucedo

Para entender y construir los escenarios políticos en Guerrero, se necesita un cambio en las formas en que los verdaderos analistas, los políticos honestos y los ciudadanos conscientes se acerquen a problematizar lo realmente existente.

En Guerrero, la fraseología de casi todos los actores del campo político, dominado lógicamente ahora por los dirigentes de Morena en los más de veinte grupos que tiene actualmente ese partido, no aporta elementos de análisis que ayuden a los ciudadanos a saber qué realmente piensan y qué proponen ante un destino de mucha incertidumbre.
A falta de una dirigencia respetada y sin el reconocimiento de las distintas facciones que predominan en el que se supone es el principal partido en nuestro estado, lo que los medios multiplican son kilómetros de declaraciones de muchas y muchos voceros morenistas que no dicen nada, pero producen enorme confusión y distraen a los ciudadanos de los temas más importantes para ellos. La gente tiene que andar en la suerte de adivinanzas de qué están pensando esas facciones dentro del partido político que tiene ahora en sus manos el destino de los guerrerenses y especular sobre lo que efectivamente proponen ante el presente y el futuro del estado.

La fraseología cotidiana de todos esos voceros –coincidentemente los que hablan en general son arrebujados aspirantes a candidatos– abunda en la superficialidad y queda enjaulada en prejuicios y esquemas de vacíos discursos repetitivos vestidos de mucha palabrería sobre una supuesta transformación que estatalmente no existe; se ubican a años luz de la complejidad social que viven los pobladores de esta entidad.

¿Por qué debería importar a millones de habitantes en Guerrero que un señor sin brillo intelectual se la pase todas las tardes corriendo con unos perros detrás, inundando el Facebook de sinsentidos, escondido en un cerro y adorando una piedra que no representa nada para nadie, pero que embelesados miran un montón de aspirantes cuyo único currículum es el aplauso?

¿O por qué esos millones de habitantes están obligados a pensar en el formato de arrepentimiento chuchista que emplea otra señora que se la pasa un día sí y el otro también repitiendo frases de memoria del líder con el que antes juró nunca militar y jamás acompañar, porque lo consideraba enemigo de la democracia ya que ella se asumía “peñanietista pactista por México” y “escandalosa anayista” con encono? Le faltan ahora días a la semana y bytes a la red para comprobar al público apático a sus comunicados que ella sí sabe de memoria, aunque no de convicción, las ideas fuerza del obradorismo-claudismo antes por ella repudiadas.

¿O por qué los guerrerenses tendrían que abrir sus redes y, solo porque un señoritingo electorero sin talento alguno puede pagar la saturación del ciberespacio con propaganda al igual que lo hace en cientos de bardas y espectaculares de muchos pueblos, “vivir una expectante incertidumbre” de qué declaración hará contra un nuevo competidor para negarle la calidad de adversario, ya que el cargo que tiene al frente de su partido lo ejerce como “rottweiler de los principios nuñiztas”, en los que no cree, pero que le permiten construir la narrativa que elimine a los que aspiran a lo mismo que él; sostenido al estilo de la vieja política “en el contacto” que tiene en la Secretaría de Gobernación federal y en sus habilidades y mañas de porro estudiantil?

¿O por qué los ciudadanos beneficiarios de los programas sociales y los trabajadores de las áreas sociales del gobierno federal tendrían que estar chutándose los videítos bofos del gris delegado que, sobre la base de los recursos públicos de los programas que maneja, vive desde hace meses presentándonos a su familia para convencer a sus obligados seguidores en las redes de que, pues, por fin está maduro para ser electo para lo que sea; no se pone exigente sabiendo que su limitada estrategia política no da para mucho, pero el tiempo se pasa y cada vez más ve alejadas sus posibilidades de ser algo y dejar de soportar los regaños de su jefa, la secretaria nacional, que una tras otra le echa en cara su escandalosa inutilidad para operar el programa de Bienestar en Guerrero.

Así pasa también con un rector con espíritu de Fidel Velázquez de eternidad en el cargo, que casi suplica que lo inviten a la fiesta de las candidaturas, aunque en ello se vaya la vida presupuestal de una universidad abandonada.

O de una alcaldesa que no despega porque su pesada amiga no la deja volar alto y la tiene bien anclada en el puerto, a pesar de tanto medio pagado que no halla la forma de destacar lo que, a todas luces, es mediocre.

Y así, uno por uno, de todos los líderes, voceros y aspirantes de esa confederación de facciones del partido que más se parece al desorden político de 1920-1929 que al de una organización que ponga a Guerrero de cara al futuro. Mucho ruido, mucha simulación ideológica para el consumo de los asistentes a las 2,700 asambleas por indicaciones de la niña que desde la CDMX juega a estratega y que no da una. Nada para la construcción de análisis que a la sociedad le permita participar en el diseño y operación de alternativas que la salven y salir de esta realidad a la que no le bastan, claro está, los importantes programas de Bienestar.

En esta coyuntura hay condiciones para la existencia de alternativas, otros actores que se pongan de frente a Morena y lo rebasen en propuestas que emerjan de las causas que verdaderamente preocupan a los ciudadanos.
Quien pretenda hacerlo deberá tener claro que no hay camino para atrás. El que decida enfrentar a Morena necesariamente tiene la obligación de ser honesto con la gente de que puede llevar a Guerrero hacia adelante. Nunca regresar; quien engañe será inmisericordemente derrotado por los propios ciudadanos, los que han demostrado que por ningún motivo buscan volver a las prácticas que se enseñorearon en el viejo régimen.

Es tiempo ya de que haya discurso político resultado del análisis político hecho con la gente y para los fines de la gente. Para tener ideas claras de los problemas del estado, no sirve tener parciales conocimientos teóricos que les ponen en los celulares a los líderes y funcionarios de Morena sus asesores que antes fueron asesores del PRI y más antes del PRD y más antes del PRI –al igual que muchos de esos dirigentes conversos convenientemente ahora al morenismo aspiracionista–; tampoco basta con leer o escuchar medios de comunicación que no conocen ni por asomo el territorio y menos los procesos sociales que sobre él se desarrollan.

El multigrupismo de Morena en Guerrero provoca que ese partido viva ya una situación de carencia de horizonte, lo que lo hace inviable como proyecto para resolver de fondo los problemas estructurales del estado y poder colocarlo en una ruta de desarrollo y progreso. No significa que electoralmente Morena carezca de fuerza –el PRI también la tuvo en sus peores años–, solo que su principal fortaleza quedó pulverizada: la que le dieron en sus primeros años los principios y la ética.

Ante los vacíos de proyecto de gobierno y sociedad para Guerrero que presenta Morena, es fundamental que aquellos actores políticos alternativos que participan en el terreno de la política se mezclen de primera mano en lo cotidiano de lo que viven los habitantes. Participar en campañas no electorales, dejar hablar verdaderamente a la ciudadanía en pueblos, barrios, colonias y comunidades y con honestidad escucharla; educarse con la comprensión de sus necesidades permitirá aprehender el sentir de los ciudadanos y transformarlo en programas, servicios, obras y acciones relevantes. Con la gente, no al margen de ella.
Solo así podremos avanzar en el fortalecimiento de la democracia participativa y reducir el conflicto social que tiene convulsionado a nuestro estado.
Si se desea que emerja un nuevo sistema que sustituya al orden político falleciente que hastió a los guerrerenses, entonces debe exigirse no solo el contacto directo en territorio con ellos y obligarse a hacer trabajo de forma no corporativa con la población.
Quienes hacen política están obligados a situarse desde análisis políticos serios, elaborados en la cercanía de los ciudadanos, sin el propósito de los falsos aplausos, las porras inducidas y de los prejuicios que conciben a la población como auditorio pasivo, obligada a sonreír para que las publicaciones de Facebook generen puñitos en alto.

En Guerrero no se puede edificar una etapa política que integre democracia participativa, desarrollo económico y progreso social para encontrar solución a los problemas profundos de sus habitantes, si no se transita de la fraseología tradicional de la clase política a un discurso que tenga el respaldo del análisis político construido desde las realidades concretas que la población y sus sectores viven.

En el estado no se practica el análisis político como una disciplina de la ciencia política que ayude a una comunicación de calidad entre todos los que tengan un papel relevante en ese campo y a perfeccionar la toma de decisiones; hay una perversa inducción para que se le confunda con el mero acto de opinar intensamente sobre los zumbidos que todo el tiempo produce la clase política y distraer a la gente de las cuestiones de fondo. Políticos, analistas y ciudadanos cohabitan en alegatos atrapados en círculos viciosos donde nadie llega a las causas de las cosas, porque políticos y medios interminablemente recrean la demagogia de vocablos que peroran los aspirantes al cargo que sea.

No hay análisis, no hay proyecto de sociedad y gobierno, no hay contenidos. La gente no existe. Los ciudadanos están al margen. La sociedad no es la protagonista. La democracia participativa no es parte de los modelos y aspiraciones del nuevo partido en el poder.
Solo hay opiniones sobre temas fútiles. Y no es que no tenga validez opinar, solo que metodológicamente es un ejercicio muy diferente al de analizar los hechos, procesos y fenómenos políticos, que es lo que realmente precisan las poblaciones de esta entidad.
Por si fuera poco, y como herencia de los vicios de la política tradicional, en Guerrero también, con frecuencia, los analistas colocan “temas por encargo” de determinados intereses, generan consensos temporales para que esos temas sean desarrollados por otros analistas al unísono y, mágicamente, muchos opinantes analizan con las mismas palabras, mismos párrafos, mismas agresiones y descalificaciones contra los personajes defenestrados en la encomienda. Los análisis políticos redundan casi siempre en el interés de grupos o actores del poder, nunca en los intereses políticos, sociales y económicos de las poblaciones, para que sus problemas sean resueltos por el ejercicio de la política. Los analistas confunden a la gente entonces porque sus análisis no cuentan con la legitimidad de los intereses de las poblaciones.

La otra cara es excluir a los ciudadanos inexpertos, pues –herencia del neoliberalismo– se aduce el desconocimiento técnico y científico sobre las temáticas a analizar; los expertos asumen que sus datos estadísticos y matemáticos son verdades incuestionables. Invocan que las opiniones y visiones de los grupos sociales son ideológicas y eso contamina el desmenuzamiento de los problemas que solo pueden atender los políticos y sus expertos. Reducen, por lo tanto, los alcances de sus resultados y la legitimidad de las propuestas, que terminan en imposiciones. Excluyen la visión de los no técnicos. Ocurre en general, pero sobre todo entre aquellos que son responsables del manejo de las haciendas y las finanzas. Conceden a los ciudadanos solo la posibilidad de hacer la gestión de lo que ellos han decidido en modelos instalados en sus computadoras y limitan brutalmente la participación de las poblaciones y sus representantes comunitarios o sectoriales; en consecuencia, anulan la democracia participativa.
Al estrechar los márgenes de participación de las poblaciones en la poco robusta democracia que vivimos en Guerrero, y al intentar avasallar por distintos métodos a las alternativas partidistas, ciudadanas, gremiales o sectoriales, llevándolas hasta los márgenes de la negación, se induce a que los conflictos no se expresen dentro de las vías institucionales, sino por fuera de ellas, y frecuentemente desafiándolas.

Las acumulaciones de inconformidad de personas y sectores sociales excluidos por el sistema político imperante no son una caracterización solamente del viejo régimen. En Guerrero es frecuentemente notorio que el gobierno y su partido —escasos de talento directivo— practican la política de la negación de la realidad. Por tanto, las manifestaciones de desagrado de los habitantes son ya habituales. El único actor que amortigua es el gobierno federal, a través de sus programas sociales ampliamente extendidos en las 2,700 zonas de atención que manejan los trabajadores del bienestar. Pero los programas son solo eso: amortiguadores, no soluciones de fondo. Las inconformidades sobre una multiplicidad de temas crecen cotidianamente.
Las causas de estas manifestaciones de malestar hay que buscarlas, en última instancia, en el obstáculo o cancelación de los medios de incorporación de las exigencias diversas por necesidades no satisfechas, y en la conclusión del debate político de las temáticas que atañen a los contextos sociales de los sectores que en ellos se sitúan.

Si en el viejo sistema las expresiones de inconformidad o descontento se daban en la movilización intensa de los grupos o actores quebrantados por las decisiones del poder, en estos tiempos la existencia de Morena como único interlocutor al que el nuevo régimen reconoce, genera otro fenómeno: la desmovilización de la gente, pues existe ausencia de canales resolutorios, además de que se produce cansancio entre los sectores, sobre todo de la izquierda no electoral, ya que no hay otro camino que militar en el partido hegemónico y encauzar su participación en los actos impuestos por el propio gobierno y su partido: consultas obligadas, elecciones sin democracia, asambleas seccionales electoreras, afiliaciones masivas para el músculo estadístico. Todo dentro del gobierno y su partido. En ninguna iniciativa inducida desde arriba hay resquicio para tratar los temas que tienen en el azoro, el terror y la incertidumbre a las poblaciones y sus sectores.

A esta realidad debe agregarse el miedo provocado por la muy probable, aunque oficialmente negada, existencia de vínculos de las autoridades emanadas de casi todos los partidos con los poderes informales que controlan territorios completos y muchas de las actividades económicas.

En este contexto, Morena es una negación de su propio pasado fundacional. Los cauces de la democracia participativa están cerrados. Lejos de inducir desde los gobiernos —de los que ese partido es responsable— la existencia de amplios procesos de discusión y debate sobre los temas incuestionablemente no resueltos en siete años de gobierno federal, cuatro de gobierno estatal y tres o cuatro de gobiernos municipales, los análisis de las poblaciones están totalmente cancelados.

Al imponer que sus procesos internos adquieran una dimensión de interés general, son entonces responsables de que se pierda el tiempo en temas que no tienen relevancia alguna frente a los problemas que tienen de rodillas al pueblo de Guerrero.

Morena ocupa que los analistas políticos asuman la importante tarea de desbrozar el camino a los aspirantes que les pagan. Los analistas políticos sirven para lo mismo que los matraqueros en los mítines.

El análisis político debía ser la comprensión de situaciones políticas concretas, no solo para el cambio, sino después para propiciar la estabilidad, en la instauración de una correlación de fuerzas en la que cuente como uno de los actores fundamentales la gente, con sus distintas formas organizativas.

El análisis político conduce hacia el poder político, que en tiempos nuevos de saltos hacia la democracia —y no saltos por encima de ella—; poder que debiera entenderse no como un objeto del que se es dueño de manera absoluta, como lo hacen ahora con arrogancia los lidercillos de Morena en contradicción con sus principios de origen, sino como una correlación distribuida entre actores y sectores entre los que debe destacar, en tiempos de cambio y luego en la estabilidad, la gente.

El análisis político tiene que ser la práctica obligada que ayude a explicar factores indisociados como los contrapesos, las contiendas y los acuerdos en la construcción del nuevo régimen político y de otro orden social. Por lo que no solo es recomendable, sino obligatorio para los actores políticos y sociales, y para los futuros servidores públicos. El empleo del análisis político que parta de los ciudadanos da acceso a diagnósticos legítimos, diseña políticas públicas asertivas, evalúa críticamente los resultados y da paso a nuevos diseños. Vale no únicamente para el ejercicio de la administración pública y de gobierno, sino también para los sujetos políticos que se propongan hacer estrategias de construcción de alternativas ciudadanas, de oposición política y de resistencia civil e, incluso, por qué no, de negociación frente al poder.

Por eso insistimos en que los escenarios políticos en Guerrero no son el monopolio de Morena. Movimiento Ciudadano despliega gran capacidad para encontrar las causas que motiven la participación de los ciudadanos, en franca ruptura de las viejas formas que Morena gustoso hereda del régimen agonizante.

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