Los orígenes del peso mexicano se remontan a cientos de años atrás, tras la conquista española.

En tiempos prehispánicos se usó el cacao o el polvo de cobre como moneda, pero tras la conquista de las tierras mexicanas, la forma de cobros y pagos se hizo con moneda acuñada en Europa. Se le conocía como Real de a ocho o Peso Duro, con 27 gramos y medio de plata.

No fue sino hasta 1535 que los mexicanos coloniales resintieron la falta de una moneda que, de fácil acceso, pero que tuviera un valor de compra igual al del dinero acuñado en España, se fundó la Real Casa de Moneda de México.

Antes de acuñar las primeras monedas coloniales, se usaron pedazos de plata, metal precioso abundante en América, y la única manera que se tenía de definir su valor era pesándolos, y así un pedazo de plata bien pesado, se llamó “peso”.

“En peso de plata, poco a poco se convirtió en la norma monetaria del país. Un libro de 1852 de Juan Nepomuceno Almonte, hijo de José María Morelos y Pavón, llamado “Guía de Forasteros y repertorio de conocimientos útiles”, detalla el origen del nombre “Peso” de la moneda nacional.

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