Matilde Petra Montoya Lafragua, abrió a la mujer mexicana el camino de la ciencia, en el siglo antepasado. Nació el 14 de marzo de 1857, ya sabía leer y escribir a los 4 años.

A los 11 fue rechazada en la escuela equivalente a la secundaria por su corta edad y con maestros particulares terminó su preparación; a los 13, aprobó el examen para maestra de primaria y se inscribió en la carrera de Obstetricia y Partera de la Escuela Nacional de Medicina.

A los 16 recibió el título de Partera, trabajó como auxiliar de cirugía, para ampliar sus conocimientos de Anatomía general y a los 18, se acomodó en Puebla.

Logró prestigio en cuestión de pacientes, de mujeres beneficiadas por sus métodos más avanzados que los de las otras parteras y de los médicos locales. Por eso, éstos la difamaron publicando artículos que convocaban a la sociedad a no creer en sus servicios y ser poco confiable por “masona y protestante”. Ella partió a Veracruz.

Regresó a Puebla, pidió su inscripción en la Escuela de Medicina, cumplió los requisitos de acreditar las materias de Química, Física, Zoología y Botánica; fue aceptada en una ceremonia a la que asistieron el gobernador y lo más granado de la sociedad.

Los radicales redoblaron sus ataques, publicando un artículo encabezado con la frase: “Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médico”.

Su lucha constante dio frutos y fue aceptada en la Escuela Nacional de Medicina a los 24 años de edad, pero no faltaban quienes opinaban que “debía ser perversa por querer estudiar Medicina, para ver cadáveres de hombres desnudos”.

Desesperada por la difamación y la discriminación, escribió al entonces Presidente de la República, Porfirio Díaz Mori, quien dio instrucciones a Joaquín Baranda, Secretario de Instrucción Pública y Justicia, para que fuera inscrita en la escuela de Medicina de San Ildefonso.

Al terminar sus estudios, Díaz emitió un decreto para que se realizará su examen profesional de inmediato, el 24 de agosto 1887, que aprobó por unanimidad.

Matilde murió el 26 de enero de 1938, había adoptado cuatro hijos, de los cuales le sobrevivieron uno en Puebla y una en Alemania, Esperanza, a quien envió a ese país para que se preparara como concertista, pero durante la II Guerra Mundial fue retenida en un campo de concentración y nunca se supo más de ella.

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