Y  brillan por su ausencia en la vida política, sólo 9,7 por ciento en la bancada después de las elecciones del 7 de noviembre

Un país que puede ser de “amas de casa” únicamente, aunque hay feminismo

Sara Lovera/especial

SemMéxico, Cd. de México, 14 de noviembre, 2021.- Tras las elecciones del pasado 29 de septiembre en Japón, solamente 9.7 por ciento de las bancas en el Congreso fueron ocupadas por mujeres, poco menos de quienes formaron parte de la asamblea saliente. Su inserción a la economía escasa y su liderazgo disminuido, tienen prohibido hablar en las reuniones del gobierno.

Ello a pesar de que Japón está considerado como un país “desarrollado” y ocupa la tercera potencia económica en el mundo. El parlamento comenzó sus trabajos este 10 de noviembre.

«La igualdad entre hombres y mujeres probablemente no sea para mañana en Japón: es una sociedad tan patriarcal…», opina una mujer, mientras que una segunda comenta: «Dada esta baja representación de las mujeres, nuestros políticos hacen comentarios sexistas todo el día. Y lo hacen impunemente”

Los datos y testimonios difundidos la segunda semana de noviembre en las agencias internacionales de información llama la atención puesto que Japón es la tercera economía en el mundo tras los Estados Unidos y China y está calificado como un país desarrollado y ejemplo de transferencia de tecnología a otros países.

Sin embargo, la situación de las mujeres japonesas no mejora, al menos en relación con el resto del mundo. Japón tiene una brecha de género del 65.2 por ciento. Con ese porcentaje es uno de los países con mayor brecha de género en el mundo.

Para tratar de atajar la polémica, el Gobierno designó a una mujer, Seiko Hashimoto, como presidenta de Tokio 2021. El objetivo era demostrar que la igualdad de género tiene cabida en Japón y limpiar la imagen dañada de los Juegos Olímpicos. No obstante, los resultados en la vida laboral y política dicen todo lo contrario. Las mujeres  japonesas, además han  retrocedido por la pandemia del coronavirus.

Atadas a una profunda tradición

Las japonesas viven atadas a desigualdades profundas. Ello a pesar de los intentos legislativos realizados en los últimos años por el gobierno nacional para promover la actividad económica de las mujeres, su desarrollo e igualdad.

Hay muchas mujeres inteligentes y educadas en Japón que podrían sacar al país de su actual recesión económica y llevarlo hacia una sorprendente recuperación tras la pandemia, difundió el gobierno.

Pero el rígido sistema de contratación del país y un liderazgo político y social dominado por hombres, son un gran obstáculo que impide que las mujeres accedan a la política y a los trabajos mejor remunerados.

Según el Foro Económico Mundial Japón ocupó un puesto lamentable en el índice de desigualdad de género el lugar 110 de 149 países.  Este índice mide el progreso de los países en términos de igualdad de género en cuatro ámbitos: salud, educación, trabajo y política y aunque el resultado es ligeramente mejor que en los últimos años, ahora vuelve a descender.

Entre las principales razones se encuentra la profunda brecha salarial, de 24,5 por ciento, la segunda después de Corea del Sur dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Esta brecha es tan grande, se justifica, porque muchas mujeres son trabajadoras “irregulares”, es decir, tienen empleo de duración determinada. En Japón, la clase trabajadora “regular” tiene empleos por tiempo indeterminado, sin obligaciones laborales concretas y están muy protegidos contra los despidos y cesantías, en tanto que en condición irregulares —muchos/as trabajan a tiempo completo— tienen contratos a plazo y obligaciones laborales específicas.

Lo cierto es que en Japón el dato es revelador, así el miércoles 10 de noviembre, el primer día de la sesión parlamentaria, tras las elecciones legislativas celebradas el pasado 29 de septiembre, el 10 de noviembre había en el salón de sesiones sólo 47 mujeres. La cámara cuenta con un total de 480 escaños, 300 de los cuales son elegidos por mayoría simple en circunscripciones uninominales mientras que los 180 escaños restantes se escogen entre listas elaboradas por los partidos políticos por mayoría proporcional en 11 circunscripciones  

La nueva Asamblea tiene un total de 9,7 por ciento de mujeres, incluso menos que el 10 por ciento de mujeres que formaban parte de la Asamblea saliente.

En Japón, los partidos no incurren en sanciones si hay pocas mujeres en sus listas de candidaturas. Así, en las últimas elecciones legislativas, el 82 por ciento de éstas fueron hombres. Nueve de cada diez ministros son también hombres.

«Aquí, en la vida cotidiana los hombres están sobrevalorados en comparación con las mujeres. Lógicamente, es lo mismo en política», explica una mujer.  

Una clase política tan masculina desagrada, incluso a algunos hombres: «Es vergonzoso y justifica sobradamente que Japón esté relegado a los últimos puestos de todas las clasificaciones sobre igualdad de género en el mundo», dice una transeúnte. “En mi opinión, sólo podemos salir de esto introduciendo un sistema de cuotas”.

“Al partido ultraconservador en el poder no le importa la igualdad de género», dice un hombre. “No hay nada que esperar de ellos. Si la gente quiere realmente que las cosas cambien, debería dejar de votarles en cada elección y, como yo, votar a la oposición».

Pero las encuestas mostraron que el 46 por ciento de la población japonesa se sienten cómodos con esta desigualdad de género en la política mientras que solo un 42 por ciento que lo deplora.

Brecha de desigualdad enorme frente al mundo

Según el Foro Económico Mundial la brecha de desigualdad es tan grande sobre todo porque muchas mujeres son trabajadoras “irregulares”, es decir, tienen empleo de duración determinada. Poco más de 53 por ciento de las mujeres de 20 a 65 años de edad son trabajadoras irregulares, frente a apenas 14,1 por ciento de los trabajadores hombres.

Como en otros países los empleos irregulares japoneses tienen sueldos bajos, que se mantienen de manera casi uniforme, más allá de su género. El sueldo de los empleos regulares, por el contrario, aumenta con la edad hasta aproximadamente los 50 años, ya que en la gran mayoría de las empresas cobran primas salariales basadas en los años de servicio.

Pie de foto: Yumiko Suzuki pasó siete años en su casa criando a sus hijos antes de regresar al trabajo

En consecuencia, las mujeres que dejan de trabajar al tener hijos e intentan reincorporarse más adelante tienen oportunidades de empleo regular muy limitadas frente a la competencia de los y las jóvenes.

Según el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social, las mujeres ocupan 6,4 por ciento de los cargos de dirección de departamentos o cargos equivalente; 8,9 por ciento de las jefaturas de sección o equivalente; y 14,7 por ciento de los puestos de supervisión de unidad o equivalente.

Una encuesta del Foro, donde se les preguntó a los empleadores con pocas mujeres en cargos directivos cuáles eran las razones, presentándoles una lista de numerosas posibilidades; las dos más recurrentes fueron “en este momento no hay ninguna mujer con los conocimientos, la experiencia o el criterio necesario” y “las mujeres se jubilan antes de alcanzar puestos gerenciales debido a los escasos años de servicio”.

Los estudios de Yamaguchi, socialista japonés, revelan una situación muy diferente. En un análisis de empresas con 100 o más empleados, solo 21 por ciento de la brecha entre hombres y mujeres con empleos regulares en cargos directivos intermedios (jefe de sección) o más altos podía explicarse por motivos de educación y experiencia. El resto se debía a diferencias en las tasas de ascenso a cargos directivos entre empleados con el mismo nivel de educación y experiencia.

En Japón después de años de “desarrollo”, las mujeres no tienen la oportunidad de ejercer otras profesiones distintas de las que se consideran adecuadas para ellas. Los horarios prolongados son incompatibles con el papel de las mujeres casadas japonesas, dada la marcada persistencia de una división de labores tradicional.

Además, los hombres tienen 10 veces más probabilidades de pasar a un puesto gerencial, en tanto que poseer un título universitario aumenta la probabilidad apenas 1,65 veces. (El estudio tiene en cuenta otros determinantes del ascenso a un puesto directivo).

El hecho de que la trayectoria profesional sea diferente para hombres y mujeres es en gran medida la razón de la desigual tasa de ascenso a puestos gerenciales.

En los países de la OCDE, las mujeres suelen estar sobrerrepresentadas en las profesiones vinculadas a servicios humanos, como educación, sanidad y trabajo social.

Mujeres tasa cero en el liderazgo

La inclusión de dos mujeres en la contienda electoral por el liderazgo de Japón —la primera vez en 13 años en los que no son solamente hombres— sorprendió a muchos, generando cierta esperanza para un partido de gobierno considerado sexista y desfasado. Sin embargo, su derrota clara no fue una sorpresa.

Para algunas mujeres resalta además que el Partido Liberal Demócrata, que ha gobernado el país casi sin interrupción desde la II Guerra Mundial, sigue operando cautivo de hombres mayores y profundamente conservadores y que las mujeres están muy lejos de alcanzar igualdad en la política.

“Me parece que el PLD usó a esas dos mujeres para impresionar al público con sus esfuerzos para cambiar y encubrir su imagen negativa para seguir en el poder”, dijo Yukiko Takei, una abogada que vive cerca de Tokio.

El ganador del miércoles 29 de septiembre, como se esperaba, fue un hombre arraigado firmemente en el establishment político japonés. Fumio Kishida, un excanciller moderado que se ha inclinado a la derecha en un aparente intento para conseguir el respaldo de los líderes de partido, incluso el ex primer ministro Shinzo Abe. Kishida convertido en primer ministro en la elección el lunes porque el partido controla el Parlamento.

El segundo en la votación partidista, el ministro de vacunaciones Taro Kono, fue una sorpresa, aunque es popular entre los votantes y miembros del partido, pero al parecer era una opción preocupante para la vieja guardia. Las dos mujeres, Sanae Takaichi y Seiko Noda, fueron tercera y cuarta.

Las mujeres son una minoría diminuta en la política japonesa, especialmente en el PLD. Solamente eran el 10 por ciento del Parlamento japonés y ahora 9,7 por ciento.

 Los analistas dicen que muchas tienden a tratar de avanzar mostrando lealtad partidista en lugar de trabajar por la igualdad de género.

En el partido gobernante, la brecha de género es especialmente grande: solamente 9,8 por ciento de sus más de 380 parlamentarios son mujeres, comparado con otros partidos cuya representación está entre 15 y 32 por ciento.

Incluso si los resultados de la votación fueron predecibles, la participación de Takaichi y Noda en la contienda marcó una mejora para el partido y señala que los miembros de alto rango están conscientes de un desfase con el público sobre el asunto de género.

La ultraconservadora Takaichi favorece un nacionalismo paternalista y un fortalecimiento de las fuerzas armadas, mientras que la pacifista Noda, de tendencia centroizquierdista, llamó a lidiar con el problema de la declinación poblacional del país y respaldar el avance de las mujeres y la diversidad sexual. Ambas respaldan los asuntos de salud femenina y fertilidad que el partido de gobierno considera claves para su productividad.

“Sus opiniones son diferentes, pero solamente lo que puede tolerar el PLD”, dijo la activista feminista Minori Kitahara.

Takaichi, de 60 años, subió a tercera en la contienda mayormente al conseguir el crucial respaldo de Abe, un ultraconservador cuya visión ella apoya. Takaichi ha sido criticada por promover los papeles tradicionales de las mujeres y políticas favorecidas por los líderes masculinos en lugar de pelear por la igualdad de género.

Ella apoya la sucesión solamente masculina en la familia imperial y se opone a los matrimonios homosexuales y a una revisión de la ley civil del siglo XIX que pudiera permitirles a las mujeres retener sus apellidos de solteras.

Takei, la abogada, dice que ella no está de acuerdo con la posición militarista y las políticas de género de Takaichi, pero “lo que me molestó más fue que pareció que ella fue usada como peón para controlar a Kono (desviando votos del PLD que habrían sido para él) … para mantener el viejo régimen”.

Takei dijo que las candidatas no representaron las voces de las mujeres ordinarias que a menudo enfrentan sexismo y son marginadas en la sociedad. “Pienso que las mujeres que sobreviven en una sociedad dominada por los hombres y que han establecido siquiera un pequeño espacio debería abrir un sendero para sus pares”.

Japón fue el número 120 según un sondeo de 156 países por el Foro Económico Mundial sobre las brechas de género, en 2018 y ahora bajó.

La única otra candidata mujer fue Yuriko Koike, gobernadora de Tokio, que se presentó en 2008.

En la política japonesa, donde las mujeres eran casi invisibles, la presencia de las dos candidatas en la contienda del PLD fue un atisbo de esperanza, dijo Kiyomi Tsujimoto, una importante legisladora por el liberal Partido Constitucional Democrático, el mayor de la oposición.

Abe, que fue primer ministro durante ocho años antes de renunciar abruptamente, abriendo el camino para Suga, promovió el avance de las mujeres como parte de su política económica para incrementar la fuerza laboral.

Su partido hizo poco progreso y no consiguió su objetivo de que las mujeres representaran 30 por ciento de las posiciones ejecutivas para 2020, aplazándolo por hasta una década.

“El tipo de avance de las mujeres que ve el PLD es para que los hombres las coloquen en ciertas posiciones”, dice Kitahara. “Muchas mujeres además han caído en la pobreza durante el gobierno del PLD y creo que eso muestra realmente como el partido trató a las mujeres”.

Tsujimoto criticó la forma en que Abe usó a Takaichi, “como herramienta para mantener su poder y presionar al señor Kishida a proseguir su línea política”.

No obstante, “fue bueno que ellas se presentaran… Su presencia cambió el panorama”, dijo. “Es extremamente difícil para nosotras las mujeres sobrevivir muchos años en un lugar de trabajo dominado por los hombres y creo que la presencia de ellas les dio esperanzas a muchas”.

Es increíble: el gobierno de Japón no permite hablar a las mujeres que asistan a sus reuniones

Ello a pesar de que Japón es considerado  uno de los país más avanzados del mundo en muchos aspectos, pero no así con la igualdad de género. El país asiático tiene uno de los peores índices de brecha de género del mundo, un dato que ha demostrado el Gobierno al decidir silenciar a las mujeres en sus reuniones.

El último ejemplo que ha puesto de evidencia la brecha entre hombres y mujeres ha sido la decisión del Gobierno de Yoshihide Suga de no permitir hablar a las mujeres que asistan a sus reuniones.

El máximo de cinco mujeres que pueden asistir a las reuniones del Gobierno podrán escuchar, pero no expresar sus opiniones.

Y lo cierto es que el gabinete del sucesor de Shinzo Abe no ha apostado por las mujeres: casi la mitad de sus miembros son hombres con una edad media de 60 años. Y solo dos mujeres forman parte del equipo de Yoshihide Suga.

De hecho, las mujeres japonesas pasan el triple de horas que los hombres realizando tareas domésticas como limpieza, cocina o el cuidado de ancianos y menores, según datos de Naciones Unidas.

País de Amas de Casa: feministas

Según los análisis Japón corre el riesgo de convertirse en una nación de amas de casa aburridas con títulos universitarios, advierten algunos.

La fecha límite que se impuso en Japón para aumentar significativamente el número de mujeres en puestos de liderazgo era 2020. Ese año llegó y pasó silenciosamente sin que se lograran los objetivos fijados.

Conocida como «Womenomics» (Mujerómica) y anunciada con gran fanfarria, la política del ex primer ministro Shinzo Abe de crear un «Japón en el que las mujeres puedan brillar» en gran medida ha fracasado.

La Constitución del Japón prohíbe la discriminación por motivos de culto, raza, sexo o condición social. Tal como ocurre en muchas otras partes del mundo, legalmente las mujeres sí tienen derechos, pero éstos suelen verse afectados por interpretaciones que en la actualidad se hacen de la antigua cultura japonesa.

¿Cuáles son los derechos de Japón? Derecho a demandar al Gobierno (Artículo 16); Derecho a demandar al Estado (Artículo 17); Libertad de pensamiento y consciencia (Artículo 19); Libertad de culto (Artículo 20); Libertad académica (Artículo 23); Prohibición del matrimonio forzado (Artículo 24); Derecho a la educación (Artículo 26), pero ello sólo lo gozan principalmente los hombres.

El feminismo en Japón comenzó con los movimientos de los derechos de la mujer, los cuales datan de la antigüedad. ​ El movimiento comenzó a ganar importancia después de que el pensamiento occidental llegara durante la Restauración Meiji en 1868. El feminismo japonés difiere del feminismo occidental en el sentido de que enfatiza en menor medida la autonomía individual. ​

Antes de finales del siglo XIX, las mujeres japonesas estaban ligadas por el sistema tradicional machista, en el que los miembros varones de la familia mantenían su autoridad en el hogar.

 Después de las reformas de la restauración Meiji, el estatus de las mujeres en la sociedad japonesa también pasó por una serie de cambios, el tráfico de mujeres fue restringido, se permitió a las mujeres solicitar divorcios y la educación elemental fue obligatoria para ambos sexos.3​ Cambios adicionales en cuanto a la situación de las mujeres se dieron debido a las secuelas de Segunda guerra mundial . Se le concedió el derecho al voto a la mujer, y fueron redactadas nuevas secciones de la constitución para garantizar igualdad de género. ​

En 1970, en el despertar de los movimientos en contra de la Guerra de Vietnam, un nuevo movimiento de liberación de las mujeres llamado ūman ribu emergió en Japón por parte de la Nueva Izquierda y los movimientos estudiantiles de finales de la década de 1960, este movimiento coincidió con los movimientos feministas radicales de Estados Unidos y el resto del mundo, catalizando un resurgimiento del activismo feminista a durante y través de las décadas posteriores a 1970.

El movimiento promovió una crítica exhaustiva de la naturaleza de dominio masculino del Japón moderno, abogando por un cambio fundamental del sistema político-económico y cultural de la sociedad. Lo que lo distinguió de movimientos previos fue el énfasis en la liberación sexual (性の解放 sei no kaihō). ​ No buscaba igualdad con el hombre, más bien se enfocó en el hecho de que también los hombres se liberaran de los aspectos opresivos del sistema patriarcal.

En 1979, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. La convención fue ratificada por el gobierno japonés en 1985. ​

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