En los Ángeles, California se conoció correspondencia del periodista oaxaqueño Ricardo Flores Magón, en esa ciudad; en el exilio y la cárcel, y tomó brillo una mujer de ascendencia francesa nacida en Zacatecas en 1867; María Talavera Broussé, fue su fiel y amorosa compañera.

Estuvo al lado de Ricardo desde sus años de prisión previos a la Revolución Mexicana de 1910 y no obstante que compartían una apasionada relación sentimental aunado a los ideales de la revolución social, nunca se casaron.
La pareja no tuvo descendencia, María ya tenía a su hija Lucille Norman, ambas fueron activas difusoras de los ideales anarquistas.
La pareja impulsó desde Los Ángeles, la rebelión de la Baja California de 1911 para extender la revolución social al resto del país, pero por una mala estrategia del Partido Liberal Mexicano, no funcionó.
Así, enamorados, las cartas lo dicen; lucharon, sufrieron cárcel y represión por enfrentar al gobierno de Porfirio Díaz; compartieron ideales y desafiaron a la muerte.
En 1918 fue aprehendida y enjuiciada, la Corte Federal de Estados Unidos, la acusó de un delito inexistente: “violación del acta de espionaje”. Según notas publicadas en The Times, la acusación fue por formar parte de un complot para matar a los presidentes Theodore Roosvelt y Porfirio Díaz.
Muertos su Ricardo y su hija Lucía o Lucille, María Talavera se fue a vivir a Colima, donde le fueron quemados documentos y ejemplares de Regeneración.
Luego se fue a Michoacán donde la ayudó Lázaro Cárdenas pero después cambiò su residencia a Ensenada; ahí un grupo de ayuda comunitaria le construyó una pequeña casa de adobe en la calle Ruiz.
Continuó difundiendo el anarquismo hacia el centro del país, hasta sus últimos días. En septiembre de 1946, murió a los 73 años, en la más triste miseria.
Los restos del ideólogo de la Revolución, su pareja, descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres y su nombre escrito con letras de oro en el muro de honor de la Cámara de Diputados; los de María, en una tumba abandonada en el panteón de Ensenada, perdida en la memoria de los mexicanos.
Amigos de Latitud Megalópolis, terminamos. Reciban un gran saludo. ¡Hasta la próxima!