a tenía cerca de 80 años, recorría los pasajes de su vida plena; de mil aventuras, producto de un desarrollo difícil por la sobrevivencia; nació en la conflictiva zona de Garibaldi de la ciudad de México; en medio de la violencia, entre broncas y abusos de los más fuertes.

Mantenerse de pie, se traduce en enfrentamientos que templan el carácter y por las noches al son del mariachi, buscan el sustento consiguiendo botellas a la clientela que visitan el lugar, grupos musicales, cigarros otros se entregan al vicio, crecen a base de golpes se abren paso para llegar a viejos y aprenden a recordar.

Mi amigo, feo, simpático, agilidad mental increíble; todo un hombre que se hizo respetar por su gran estatura, agresividad y por su admirable lealtad; no permitió el abuso; amó a sus amigos y correspondió a los insultos de cualquier manera.

Es difícil creer que en su desarrollo haya sorteado tantas vicisitudes, que pasó por un peligroso alcoholismo, que superó; que se haya ganado el respeto de quienes lo tratamos. Su vida la entregó a rescatar alcohólicos y devolverles la dignidad.

Su apodo “El Boris”, más conocido que su nombre de pila. No se arrepintió de nada y recordó: “Crecí en el Barrio de Garibaldi, donde aprendes a sobrevivir a madrazos para imponer tu ley; se aprende a subsistir, unos, al jalón de bolsas, hacerla de “guía” con los visitantes y sacar dinero como se pueda.

Es el México escondido que la autoridad se resiste a entender; submundo que no admite, sólo en el interés electoral, punto de intereses de policías para la extorsión.

“El Boris” fue un gran marido, gran padre, gran amigo, difícil de olvidar, su lealtad y buenas obras dejaron un recuerdo inolvidable deseando que donde esté, sea feliz. De mi novela: “Don Boris”.

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