Por JORGE OCTAVIO OCHOA. La guerra fratricida que viven actualmente los principales partidos políticos en México, son la punta del iceberg de la descomposición política y social que vive el país.

Las crisis intestinas del PRI, PAN, MORENA y PRD reflejan la avaricia que siempre ha movido a los líderes políticos, que todo lo reducen a la disyuntiva de estar “con, o contra el partido”; “con, o contra el movimiento”.

La palabra “Pueblo” ha sido, motor del discurso de todos ellos, y pretexto para consolidar élites que después se han transformado en burocracias políticas difíciles de desterrar y que se han alimentado de diversas formas de corrupción.

Hoy asistimos a los últimos días del imperio PRIISTA, y su dirigente, Alejandro Moreno, se aferra a la presidencia, como última tablita de salvación para no ser encarcelado por desvío de recursos y posible lavado de dinero.

Escuela de cuadros en México durante más de 60 años, el PRI enfrenta así sus últimos días, en una agonía lacerante, porque muchos de sus líderes saben que su destino podría ser el mismo: la cárcel por enriquecimiento ilícito.

Sin embargo, MORENA, PAN y PRD, no son mejores. Menos PVEM y PT, cuyas dirigencias han estado ancladas a dos familias que se han beneficiado también del tráfico de influencias, venta de voluntades, acarreo de votantes, para enriquecerse.

Tiene razón López Obrador cuando dice que la violencia no es de ahora, deviene del momento mismo en que esos partidos, sobre todo los de la mal llamada izquierda, optaron por torcer consuetudinariamente la ley.

Poco a poco, se empezó a enfrentar la pobreza con medidas paliativas, lejos de los marcos institucionales y se permitió así el crecimiento desordenado de la vivienda, del comercio, del subempleo, del tráfico de enseres y personas.

Así México se montó en el populismo. Permitió, por ejemplo, los asentamientos irregulares, el comercio ilegal, la subcontratación sin garantías. Todo, presuntamente para tratar de dar salida a las exigencias de la población.

Sin embargo, las instituciones se han visto superadas, el Estado empezó a perder capacidad de respuesta en muchas materias como seguridad, educación, salud, comercio, transporte, trabajo, convivencia social.

Además, estos partidos descubrieron que esa permisividad, esa laxitud, también generaba grandes ganancias, y les permitía financiar proyectos personales antes que satisfactores sociales.

Los grupos políticos han obtenido así inmensas bolsas de dinero, con el cobro de permisos ilegales para vender, comerciar, sin enterar nada al fisco. Dentro de la sociedad, se formaron también grupos de control y corrupción.

Ese es el verdadero origen del crimen organizado, que creció a la sombra del narcotráfico; y ambos, al cobijo de los partidos políticos en México, principalmente PRI, PAN, PRD, MORENA, PT y PVEM. Los otros, por jóvenes, son inexpertos.

LA LUPA DE ESTADOS UNIDOS SOBRE MORENA

La escuela priista permeó en los demás partidos. Hoy, ninguno de los arriba mencionados ha estado libre de presuntos nexos con bandas del narcotráfico y del crimen organizado.

En Sinaloa, por ejemplo, es un secreto a voces, que importantes narcotraficantes se reunían con políticos de diversos partidos, en fiestas familiares en las que departían sin ningún pudor.

El caso de “El cejagüera” es uno de los más esparcidos con respecto a las relaciones prohibidas que mantuvo el PAN con distribuidores de droga. De ello puede hablar Manuel Espino, hoy miembro de Morena.

Así, en estos días ha pasado inadvertida la información sobre investigaciones que realiza el departamento del Tesoro de los Estados Unidos, en torno al partido en el poder en México: MORENA.

Se dice que el gobierno y el Congreso del vecino país dan seguimiento a las revelaciones de Julio Carmona Angulo, hermano de Sergio Carmona Angulo, famoso huachicolero asesinado a fines del año pasado en Nuevo León.

Julio solicitó protección del gobierno estadounidense como “informante y testigo protegido”, un día después del asesinato de su hermano. Se dice que ha revelado presunto financiamiento a campañas políticas.

Revisan en particular, las campañas en Tamaulipas, Sinaloa, Nayarit y Michoacán, Baja California y Baja California Sur. Al menos tres organismos gubernamentales investigan las transferencias en efectivo que hizo Carmona Angulo.

Sergio tenía ingresos diarios hasta por 1.5 millones de dólares. El departamento de Estado solicitó al Homeland Security y a la FinCen (Finantial Crimes Enforcement Network), que investiguen al menos a cinco políticos de Morena en Tamaulipas.

Según la investigación, “Sergio se había convertido en una especie de bróker para los principales cárteles” y ofrecía sus servicios como mediador y pacificador entre los capos del narcotráfico…”

A través de él se buscaba “evitar disputas y guerras en los estados y plazas, con el apoyo de gobernadores, alcaldes y políticos clave. Algo parecido a lo que hoy López Obrador acusa al PAN con Genaro García Luna.

LIBERAR A OVIDIO, EL PUNTO DE QUIEBRE DE AMLO

Todo esto viene a cuento, porque desde el inicio de su mandato, AMLO aseguró que de inmediato los narcotraficantes se convertirían en hombres de bien; depondrían las armas por el arado. Como si existiera ya un acuerdo.

Un pacto, como desde su origen armó el PRI con los productores de la droga y que se formalizó en 1945, cuando Estados Unidos enfrentaba una guerra mundial y necesitaba droga para dopar a sus soldados y paliar sus dolores y mutilaciones.

A la vuelta de tres años de gobierno, López Obrador no ha logrado apaciguar a los diversos cárteles, y la violencia en México se ha convertido en “un río de sangre”, como dijo el Episcopado Mexicano tras el asesinato de dos sacerdotes jesuitas.

“México salpica sangre por tanta violencia, muertos y desaparecidos, los índices del crimen se desbordaron”, dijo Monseñor Ramón Castro Castro, al parafrasear al Papa Francisco: “Cuántos asesinatos en México”.

La “estrategia” de López Obrador reventó. El presidente está rebasado y ya es un hecho, para el mundo, que México es un Estado fallido, debido a su descomposición a todos los niveles.

El punto de quiebre fue el “Culiacanazo”, cuando el propio presidente ordenó la liberación de Ovidio Guzmán, pactando un armisticio entre las Fuerzas Armadas y el Cártel de Sinaloa, para evitar un mayor derramamiento de sangre.

Esa fue la asonada, fue el punto de arranque con el que los capos supieron que le tenían tomada la medida. El argumento: evitar el derramamiento de sangre tuvo como resultado: más violencia y ejecuciones.

Andrés Manuel López Obrador soltó a Ovidio y después ya nunca lo persiguió. De hecho, no hay ni orden de aprehensión en su contra. Sin embargo, el mandatario hoy acusa de “hipócritas” y “ruines” a sus detractores.

Responde algo parecido al “y yo por qué” de Vicente Fox. Dice que no es culpable de los dos asesinatos. Sin embargo, de la guerra desatada por Felipe Calderón, hoy pasamos al baño de sangre de López Obrador.

¿Por qué hipócritas, señor Presidente? Usted fue quien lo prometió, como un sinfín de cosas que no ha cumplido: reapertura de la Línea 12 del metro en un año; conversión del sistema de salud a primer mundo, reforma energética, educativa…

Y ahora dice que “viene lo mejor”, cuando ha desatado otra guerra intestina en su propio partido, por adelantar la sucesión presidencial y convertir a sus militantes en marionetas o “corcholatas” desechables, sin vergüenza ni dignidad.

Hoy, muchos dicen que Morena tiene ganada la presidencia, pero hacen mal sus cálculos. También insisten en la presunta alianza del PRI, PAN y PRD como única posibilidad para vencer al nuevo aparato electoral que usted ha creado.

Pero se equivoca: ni sus “corcholatas” le garantizan todo, ni la única alianza puede ser con esos tres de oposición. Quizá, en la ruta crítica, PRI, PAN y PRD tengan que plegarse con otro partido y un solo candidato.

Incluso, podría ser uno de los defenestrados en Morena. Puede perder la presidencia, y de nuevo quedar debilitado en el Congreso de la Unión. No, no haga cuentas alegres señor Presidente, la suerte no está echada.

Usted tiene casi 9 meses… para hacer las cosas peor.

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