Este 13 de septiembre se cumplen 9 años de que las lluvias provocadas por la tormenta tropical y el huracán “Ingrid y Manuel” dejaron a Guerrero, según los expertos, con un atraso en vías de comunicación, afectaciones a viviendas, daños a edificios educativos y demás de servicio, como el de salud, de 20 años. Es decir, ese 2013 el estado de Guerrero retrocedió al año 1993.

Eso sin considerar que un año después la entidad se vería impactada por el tema de la Desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa y el retroceso en Derechos Humanos también marcarían a esta entidad federativa.

Pero volvamos a las lluvias, donde la historia política volvió a colocar en el banquillo de la clase política, la forma en que reaccionaron, sin aprender mucho de otro fenómeno natural que lleva el nombre de “Paulina” en 1997.

Cuando lo beneficioso de la lluvia se convierte en drama, solemos responsabilizar a la naturaleza, sin darnos cuenta de que nosotros, y también las mujeres, somos responsables del lugar donde asentamos nuestra vivienda y nuestra vida laboral y/o comercial, es decir, dejamos de lado un factor de riesgo para colocar la necesaria ganancia económica. Y el costo nos golpea.

Como periodistas vivimos y narramos las dramáticas historias de un estado golpeado por el desastre de Ingrid y Manuel, y la sociedad nos permitió ser interlocutores con credibilidad para ser parte de la organización ciudadana. Y también aprendimos que, cuando un rio crece no es por efecto inmediato de una lluvia en el lugar donde vivimos, sino de la misma esencia de una corriente natural que solo cruza, con el nombre que ha recibido por la historia, en el lugar que habitamos, es decir, que cuando llega al tramo que conocemos, ya trae consigo un afluente de otro lugar que no imaginamos haya tenido una lluvia abundante y una crecida sumada a su paso con el arrastre de lo que hayamos colocado a su paso. También narramos la historia de Paulina como corresponsales nacionales.

Por ejemplo, en la región de la montaña, el rio Jale no nace en la ciudad de Tlapa de Comonfort, baja de la Montaña alta, y lo que arrastra a su paso ya viene con fuerza y deja en los espacios de arena de Huamuxtitlán. Por ello, quizá, es que se desestima el riesgo por quienes están en las orillas del rio, entre comerciantes que ofrecen su vendimia en el mismo arroyo del Jale, vecinas y vecinos que levantan sus bardas considerando que ello aísla la habitación de un riesgo, hasta el cruce de unidades vehiculares como paso-vado para cruzar la ciudad.

La afectación ha dejado ya en Tlapa a personas en situación de vulnerabilidad, quizá unas 50 que han tenido el efecto de la creciente del rio. Pero, se solucionará solo con evidenciar lo que está sucediendo cada temporada de lluvia?, sin duda no. Es decir, no, hasta que se tome cartas duras en el tema. Entre estas ubicar la vendimia en otro lugar. Sancionar a quienes reincidan, quitar construcciones que están en el arroyo y, si la propuesta del Edil, Gilberto Solano Arreaga prospera, que los gobiernos federal y estatal puedan apoyar en el necesario y urgente encauzamiento.

De lo contrario volveremos a ser testigos del drama, en la montaña, en el estado, de la inconsciencia ciudadana, de la falta de aprendizaje de las lecciones pasadas, y eso, eso no habla de ser evolucionados. Surrealismo?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *