Senado de la República, 4 de octubre de 2022
Intervención de la senadora por el Partido Revolucionario Institucional, Claudia Ruiz Massieu, para presentar voto particular al dictamen que reforma el Artículo Quinto Transitorio del Decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de Guardia Nacional, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de marzo de 2019. Sesión Ordinaria.
Presidente, antes de iniciar, me gustaría pedirle a mis compañeras y compañeros senadores, que recuerden que el Parlamento es el crisol de la representación plural para la deliberación con ideas, y sí, también con pasión, pero que debe ser una escuela de convivencia democrática y por ende de convivencia respetuosa.
Les pido que mi intervención la enmarquen en estas palabras y ojalá me puedan escuchar con atención y yo me dirigiré a ustedes con mucho respeto.
Presidente.
Senadoras y senadores de la República.
Para mí, hoy estamos de cara a la nación, pero también de cara a nuestras consciencias y de cara al futuro que le vamos a heredar a nuestros hijos.
México es un país que puede presumir de haber llegado a citas puntuales con la historia antes que otros países latinoamericanos.
Un presidente de origen indígena en pleno Siglo XIX.
Una Constitución con visión social, la primera en el mundo.
Un país que logró mantener el respeto entre lo civil y lo militar en un arreglo político de la era posrevolucionaria.
Un país que supo encausar su pluralidad y construir una democracia sin que mediara un conflicto armado.
Pero ahora me parece válido preguntarnos si, en realidad fuimos los primeros en superar entornos complejos que nos asemejaban a otras naciones del hemisferio, o si en realidad hemos llegado tarde a algo que se avecina.
Porque compañeras y compañeros, el debate que hemos dado desde 2018 en torno al tema de la inseguridad, de la violencia o de la impunidad, no es el verdadero debate que se está dando aquí.
Estamos hoy, o estoy convencida de ello, en un momento de quiebre y de eso se trata este dictamen y de eso se trata este debate: o mantenemos la vocación civilista y democrática de nuestra República, o simulamos que lo hacemos; o respetamos los preceptos y principios de nuestra Constitución, o ante la urgencia los dejamos de lado.
Voy a obviar cortesías protocolarias y voy directo al momento que vivimos. Recordemos que el poder es pasajero, que los sexenios van y vienen, los presidentes llegan y se van, pero el juicio de la historia es implacable para todos nosotros.
Nuestro legado político individual, nuestra reputación personal y la misma confianza que la ciudadanía tenga de nosotros como senadores, se está jugando en este Recinto hoy.
Como muchos, yo he hecho política desde muy joven, y entiendo que la política es compleja, pero sé que las convicciones o son congruentes o son mentira.
La política implica, sí negociar y pactar, eso es necesario; pero la congruencia exige mantener posiciones firmes, claras y consistentes incluso ante la adversidad. Eso diferencia la política intrascendente, de la política de Estado que puede trascender.
Hoy este Senado tiene la responsabilidad de tomar una decisión legislativa y ética muy concreta, que no deja margen a la ambigüedad, porque va a marcar, estoy segura de ello, el destino de México.
Impediremos o avalaremos la expansión castrense en nuestro país.
Defenderemos la supremacía democrática del poder civil o rendiremos la República y abriremos la puerta a un Estado de excepción con trazos de permanencia.
Dejaremos que se vulnere la Constitución o la vamos a defender.
Nos conformaremos con la comodidad de administrar la coyuntura o vamos a responsabilizarnos en construir soluciones de largo plazo.
Nos vamos a doblar ante el uso político de lo supuestamente popular, o vamos a hacer política para postular propuestas acordes con las libertades de las personas.
Pasaremos a la historia como diletantes o como legisladores valientes.
Y para despejar dudas sembradas por discursos falsos o maniqueos, a nuestras Fuerzas Amadas les dejo un mensaje claro: ante todo el agradecimiento y el reconocimiento por su labor al servicio de México.
Desde niña, como diputada federal, como secretaria de Estado, como Canciller de la República y hoy como senadora, he aprendido a respetar la dedicación, el profesionalismo y los sacrificios de nuestros soldados y marinos y de sus familias, los sacrificios que hacen todos los días por nuestro país. A ellos, a todas las mujeres y hombres que integran nuestras Fuerzas Armadas, gratitud y reconocimiento.
Pero es cierto también, que México es una República Civil, nuestras Fuerzas Armadas han ganado un enorme y merecido prestigio, precisamente porque han sabido mantenerse al margen de la política y se han concentrado en sus labores de seguridad nacional y de apoyo a la población en desastres naturales.
Por décadas los gobiernos de todos los partidos han solicitado al apoyo de las Fuerzas Armadas para cubrir las deficiencias policiales en seguridad pública. Nunca podremos agradecerles suficiente a las Fuerzas Armadas que hayan participado de ese llamado, pero no podemos abusar de ellas al tiempo que dejamos de construir las policías civiles que México necesita.
Las y los senadores tenemos el deber de entregar leyes y actos parlamentarios para que México pueda contar con buenas Fuerzas Armadas para las funciones constitucionales que tienen, pero también con policías civiles que puedan asumir a plenitud y a cabalidad sus responsabilidades.
Compañeros y compañeros.
Yo sé que soy parte de una voz minoritaria en este Recinto, incluso dentro de mi propia bancada, pero pese a todo, sigo creyendo que la razón, la consistencia y la congruencia son más potentes y más dignas que la concertación sin esencia, la aceptación de la consigna o incluso, que el miedo ante el poder.
Sé que defender principios, aunque sea una decisión impopular o implique remar contra corriente, conlleva costos. Pero señoras y señores, yo estoy aquí para ayudar a defender al Estado de derecho y la democracia mexicana, y me asumo, como sé que cada uno de ustedes lo hace, como representante de ese México plural que no es el país de un partido único: millones de mexicanos exigen con razón y con mucha rabia, que encontremos solución a la violencia y la impunidad; que seamos capaces de imaginar soluciones, instituciones y acciones reales, viables y eficaces para contener y detener el flagelo de la delincuencia.
Pero estoy segura que los más de esos millones, exigen que esa responsabilidad la asumamos respetando la ley y los límites de la Constitución, sin debilitar los principios y las instituciones democráticas.
Por eso estoy convencida de que muchos mexicanos que están afuera de este Recinto hoy, quieren que desde la oposición se tenga el coraje de alzar la voz y evitar simulaciones, o la continuidad de estrategias fallidas, evitar el debilitamiento continuo de nuestras instituciones y evitar los retrocesos que ponen en riesgo el futuro mismo de nuestro país como una República democrática.
Por eso antes de votar, les pido que dimensionemos y que aquilatemos verdaderamente, asumiendo de fondo en nuestras conciencias la responsabilidad que tenemos en nuestros hombros el día de hoy con el voto que habremos de emitir.
Y sé que muchos de ustedes, compañeras y compañeros senadores, incluyendo a varios militantes de MORENA y sus aliados, en privado rechazan la militarización, pero en público se sienten obligados por muy distintas razones a apoyarla.
Sé que varios de ustedes, independientemente del partido en el que militan, tienen una historia personal de lucha democrática; sé que muchos de ustedes han hablado con las víctimas de la violencia y con sus familias o han sido víctimas de la violencia y la inseguridad, y sé que muchos de buena fe, contribuyeron a mejorar la minuta que recibimos de la Cámara de Diputados y que deriva en el dictamen que hoy estamos discutiendo.
Reconozco a quienes participaron en ese esfuerzo, incluso, reconozco que el oficialismo fue muy hábil y en última instancia, eficaz, para incorporar cambios suficientes y construir su mayoría calificada.
Pero estoy convencida también, de que en una semana podrá haberse logrado una mejor redacción o precisiones importantes, pero lo que para mí y muchos otros no se pudo lograr en una semana, fue convencer de que ahora sí va a haber voluntad política de cumplir con los principios, valores y compromisos que desde 2019 construimos en conjunto las oposiciones y el gobierno.
Habrán incorporado controles parlamentarios que ya estaban en 2019; habrá incorporado previsión presupuestal que ya estaba en 2019, pero no pudieron solventar la falta de confianza de la totalidad de las senadoras y los senadores.
Incorporaron una prórroga automática, sin diagnóstico, sin información y sin justificación, y desde mi punto de vista, eso hace imposible acompañar este dictamen.
Compañeras y compañeros, aprendí a hacer política al lado de mi padre, un político de vocación y convicción. Era un visionario, enemigo de la confrontación estéril como la que lamentablemente vemos aquí casi todas las sesiones.
Tenía una profunda convicción democrática y era un modernizador. Sabía que en el México que se perfilaba a finales del Siglo XX, se demandarían políticos de ideas y de acción, de sensibilidad y de firmeza, de tolerancia y vocación por los entendimientos.
Políticos de convicción democrática, con visión de Estado, y disposición plural. Mi padre fue asesinado hace 28 años, pero su ejemplo me ha acompañado todos los días en mi vida privada y en mi vida pública.
Siempre he procurado seguir su ejemplo y ser una política de inquebrantable convicción democrática, que es propositiva, que tiende puentes y que construye entendimientos.
Una política que incluso pueda en ocasiones ser valiente defendiendo los principios democráticos y los derechos y libertades de todas y de todos.
Mi papá nunca esperó que los políticos fuéramos perfectos, somos seres humanos, pero sí anhelaba políticos que con todas las debilidades naturales de nuestra condición humana, fueran al menos valientes, responsables y congruentes para estar a la altura de su cargo.
Me enseñó que en política los errores pueden comprenderse y enmendarse; que la buena política sí exige negociación y diálogo, pero también me enseñó que hay líneas que no son negociables; que las traiciones deliberadas y persistentes al país se enfrentan con valentía, con templanza y con firmeza.
Voy a concluir, presidente, no es la primera vez en mi vida política y pública, que me encuentro ante una encrucijada compleja, en donde debo optar entre mi congruencia y convicciones, y la construcción de acompañamientos que hagan más digerible la decisión tomada.
En esos momentos, siempre he pensado en las lecciones que mi padre me dio, no solo sobre cómo debe hacerse política, sino sobre cómo debe ser un político.
Y siempre esa guía me ha permitido tomar decisiones que aunque en ocasiones me han supuesto momentánea soledad respecto de quienes me sentía más cercanos, el saber que la consistencia y la congruencia me hacen una mejor política, más confiable y más digna de representar a los mexicanos, me ha dado fortaleza.
Hoy este dictamen se me presenta como una encrucijada más, y tal como hice cuando me encontré en la encrucijada más grande hasta entonces de mi vida pública, la de renunciar o no al altísimo cargo de ser Canciller de la República y aceptar otra responsabilidad en el gobierno, pensé, como lo hago hoy, cuál sería la decisión que me permitiera honrar mejor a mi padre, y si se pudiera, verlo de frente a los ojos como veo a mis hijos todos los días, con la confianza, con la confianza de no haber dudado de mis convicciones, ni defraudado mi nombre, y así, tener la fuerza para seguir construyendo el legado que aspiro dejarle a mis tres hijos: uno de congruencia y dignidad.
Por eso, votaré en contra de este dictamen.
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-SEN. FÉLIX SALGADO MACEDONIO.- Con todo respeto, hablaba de su señor padre, que merece todo el respeto, fue gobernador de mi estado de Guerrero, José Francisco Ruiz Massieu, un joven innovador, reformista, inteligente, y cuando lo asesinaron yo era senador de la República, y lo asesinaron a él y también a su hermano, a Mario Ruiz Massieu, y echaron a huir a toda la familia del estado de Guerrero.
Y usted recuerda esos tiempos que fueron tan difíciles, tan complicados, y yo en la Tribuna decía que a José Francisco Ruiz Massieu no lo asesinaron cualquier persona de la calle, como todos vimos en la televisión y en las noticias, sino que fue algo, una especie de crimen de Estado.
A él, lo sostengo, lo mandó asesinar Carlos Salinas de Gortari, yo lo dije en el Senado, lo dije en la Tribuna y lo sostengo, y la entiendo cuando habla usted de esa encrucijada.
Y a mí me parece que esos hechos que han quedado impunes ¿quién mató a Colosio? También Carlos Salinas de Gortari. Todos recordamos aquel discurso en el Monumento a la Revolución, un discurso tan hermoso y tan puntual de Luis Donaldo Colosio, pero fue asesinado y no nada más por el señor Aburto, sino que lo asesinaron en medio de un gran aparato de Estado Mayor Presidencial en Lomas Taurinas.
Entonces, le pregunto a usted ¿usted quiere que esto continúe? ¿usted quiere que esto siga o quiere que acabemos con esa contaminación de cuerpos policiacos que están en la corrupción? Y que lo que queremos es que la patria se salve.
Imagínese lo grave que sería que por un voto o dos votos, esto no pasara.
Yo sé lo que usted está diciendo, y su contradicción, pero en este momento es necesario que la Guardia Nacional continúe y que el Ejército y la Marina anden en las calles haciendo tareas de seguridad pública.
¿Por qué es el momento? y la patria está en esa encrucijada también. Por lo tanto, yo la invito paisana de Guerrero, a que pueda reflexionar su voto a favor.
Muchas gracias por su atención.
-SEN. CLAUDIA RUIZ MASSIEU.- Gracias, presidente. Senador Salgado Macedonio, le respeto su punto de vista, pero no le permito que mencione a mi familia sin fundamento.
Respecto de su pregunta, nadie quiere que México siga sumido en la inseguridad, en la violencia y en la impunidad, justamente eso es lo que la oposición ha estado tratando de evitar en estos años.
¿Qué queremos? Policías civiles fuertes, capacitadas, bien pagadas, que puedan hacer su labor la que les toca y ¿qué queremos? Fuerzas Armadas que hagan sus labores constitucionales y no estén haciendo labores que no deben hacer para las cuales no están capacitadas, y que además las vulnera frente al crimen organizado, frente a la ley y frente a la ciudadanía.
Por eso dije en mi intervención, senador Salgado, que este debate no era sobre la seguridad, este debate es sobre si queremos o no cumplir un capricho de prorrogar sin justificación una presencia militar, que por cierto, existe de aquí a 2024, ahí van a estar las Fuerzas Armadas cumpliéndole a la República, ayudando a las policías locales en su tarea.
Pero lo que no hemos visto, es la voluntad del gobierno de fortalecer a las policías para que poco a poco los militares puedan regresar a sus funciones constitucionales. Eso es lo que hemos visto.
Yo no estoy en una encrucijada de si voto a favor o en contra, no tengo ninguna duda. La encrucijada es precisamente si me atrevo a con valentía ejercer un voto que refleje mis convicciones, y sí, sí me atrevo:
Voto en contra de este dictamen que va a perpetuar una simulación, porque aunque sea mejor que el que vimos la semana pasada, lo que no contiene, porque no lo puede contener, es la voluntad política del gobierno de que va a cumplir con los compromisos que hizo con nosotros en 2019. Eso es lo que no contiene, y por eso no voy a votar a favor.
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