San Miguel Totolapan, Guerrero. Octubre 6-2022.- Erick tenía 15 años, cursaba el primer año de Bachilleres “apenas empezaba a vivir” dice su Padre Don Pascual Contreras “yo debería estar ahí -en el ataúd – no él”

“Me siento morir” dice cuando recuerda que su hijo salió unos minutos antes de la balacera que, dice, duró “como medía hora” y en ese tiempo “marcaba a mi hijo, pero ya no contestó”

Don Pascual acepta hablar con los medios de comunicación, se nota lleno de dolor “no se lo deseo a nadie” señala cuando recuerda que su hijo salió a comprar, pasó frente al ayuntamiento y lo alcanzaron “cuatro balazos en la espalda”.

Agrega que no lo dejaban salir a buscarlo. Narra su desesperación. Y su dolor cuando lo vió “bocabajo” ya sin vida.

Cómo Don Pascual, el dolor se nota en los rostros de quiénes acompañan los cortejos fúnebres, poca gente, “tienen miedo” dice Sin Pascual, por eso las calles están desiertas, nadie quiere salir “temen que otra masacre mate gente inocente”.

En el panteón las miradas de los pocos asistentes , mujeres que se abrazan para darse fuerza van de fosa a fosa donde dejarán a sus familiares.

La ciudad, enclavada en la sierra que colinda con la Tierra Caliente, no tiene la alegría de la celebración a San Miguel Arcángel, ahora es llanto y desolación, como la carretera federal donde se escucha el motor del vehículo en qué vamos compañeros periodistas y buscamos salir porque ahí no hay donde comer, dónde dormir, porque la población tiene cerradas sus casas y sus negocios, así como las escuelas, mientras esperan que las víctimas de la masacre sean atendidas “con justicia” y la gente pueda restablecer su vida, lo más cercano a lo normal.

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