Quizá consideré que un efecto positivo del gobierno federal autollamado “de la transformación” incidiría en la mejora de las condiciones de vida de las zonas rurales, las más alejadas de los centros urbanos de Guerrero, y debo reconocer que, tras conocer que la migración sigue, he aceptado que también ahí me equivoqué.

Si el gobierno federal está en la ruta final de su cuarto año y no hay una “transformación” de esa realidad de zonas indígenas a las que dice el Presidente Andrés Manuel López Obrador querer mucho, lo que vierte son palabras sin contenido  porque la pregunta que se formulan quienes migran es ¿cuándo estará la zona de la Montaña en la verdadera ruta del progreso?.

Pero me preocupa algo más. Este lunes la Gobernadora Evelyn Cesia Salgado Pineda rendirá su Primer Informe de Gobierno, y ha estado en la montaña varias veces. Pero la migración continúa y aún más, hay señalamientos de que su administración ha incumplido en mostrar en los hechos que quiere ayudar a los más pobres y a las mujeres que también están esa situación, y quizá hasta más desvalidas.

Si las condiciones en sus comunidades no generan oportunidad de progreso, entendemos que se convierta la opción de migrar no solo en la alternativa única para sobrevivir, aunque tengan que quedar los pueblos vacíos durante ese lapso.

Para quienes han mordido la pobreza más dura, la que no tiene acceso a la salud, la que no tiene ni siquiera un documento que la identifique como persona, y hasta la que no tiene acceso a educación, salir de Guerrero, aunque sea seis meses, les brinda un descanso relativo para buscar fuentes de ingreso para vivir.

Que pasaría en esta región si no existiera la necesidad de mano de obra en los campos de cultivo del norte del país? Qué pasaría si el número de hijos cuando llegan a la edad adolescente, cuando tienen que entrarle también al surco, disminuye? Que pasaría si las mujeres no quisieran partir al lado de sus maridos?. Que las condiciones de pobreza estarían en un rango de mayor extremo.

No se miran los programas federales, no hay presencia en campo de los estatales, y solo se quedan los municipales para hacer frente a lo que puedan con el presupuesto que les aprueba un congreso que tampoco conoce la realidad de aquellos para quienes dicen legislar.

Ser Jornalero en esta región es ser un pobre que parte para no morir porque acá, en la Montaña Alta, están sufriendo por no tener medicamento, no poder ir a las escuelas por las distancias tan largas por caminar y donde no aparece en el horizonte ni la secretaria de asuntos indígenas, ni la de salud, ni de educación, que dicen, han luchado por los derechos de los guerrerenses, pero desde Cuba o desde España, porque cuando llega el momento de mostrar que están donde pueden ayudar su presencia es nula y la que llama “hermanos” a los indígenas, lo hace ante un “en vivo en facebook”. ¿hacia donde tienen pues que mirar las y los jornaleros cuando los llaman a ir a los campos de cultivo a trabajar?, hacia afuera, porque hasta ahorita, en Guerrero no hay otra opción para ellos. Surrealismo?

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