Comentarios Colegiado sacerdotes Chilpancingo-
Chilapa

DOMINGO XXXIII C 2022

CEC 162-165: la perseverancia en la fe; la fe, inicio de la vida eterna.
CEC 675-677: la última prueba de la Iglesia.
CEC 307, 531, 2427-2429: el trabajo humano que redime.
CEC 673, 1001, 2730: el último día.

FINAL DEL AÑO LITÚRGICO Y EL DÍA FINAL
Final del año litúrgico a la espera del nuevo ciclo. Las lecturas hablan de los acontecimientos últimos de la vida y de la historia.
El mundo no es estable. Hemos recibido el ser, somos dependientes absolutamente de Dios, pero es una dependencia redentora, iluminadora de Dios. Con mucho amor Dios nos participa el ser, el cual tendrá su plenitud en la resurrección, después de que nosotros colaboremos un poquito haciendo presente la redención, la gracia, el bien, en este mundo que tanto lo necesita, que tanta importancia da a lo pasajero, a lo trivial.
La creación tiene que terminar. La esperanza tiene que estar firme en Cristo. Todo pasa, pero la fe nos asegura la vida eterna en la resurrección. Esperanza en el mundo nuevo. La esperanza de vivir un mundo alegre, feliz.

Malaquías en el S. V. anima al pueblo que ha perdido su patrimonio por el exilio. Aunque se ha reconstruido el templo de Jerusalén, lo más importante es que permanezcan fieles a la alianza. La alianza es una persona, se concretiza en Cristo, que le devuelve al hombre su necesidad de descubrir a Dios.
El sol de justicia, día del juicio, estaremos algún Día ante la presencia de Dios.

Si hoy no queremos estar, un día estaremos porque estaremos, queriendo o no. Dios nos salvará por misericordia, pero también podrá aceptar nuestra condenación por justicia.

El día ardiente como un horno indica lo que se quema como paja, rápido se diluye.
Es un llamado al amor mínimamente expresado en la justicia.
Ir haciendo nuestro examen, nuestra moderación de conducta. En el momento del juicio no habrá engaño.
Al final de la vida solo seremos juzgados del amor –San juan de la Cruz-.
Todo lo que el hombre pueda hacer es con el fin de la resurrección, de ver la luz que no vuelva a tener oscuridad.
Es seguro el último día, cómo la muerte, aunque no sabemos cuándo ni la hora.
“Ya llega el Señor a regir la tierra con justicia” –Salmo-.
Cristo vendrá de modo imprevisto a vencer, a derrotar el mal, a restablecer la justicia, a castigar a los malos y premiar a los buenos.
Pongamos la mirada en la meta definitiva.

PERSEVERAR PARA SALVAR NUESTRA ALMA
Cristo primero asegura que habrá un final o desenlace. Luego nos dice cómo hay que abordar este asunto: no confiar en los falsos profetas; tener en cuenta que las guerras y revoluciones no indican el final, aunque está cerca; perseverar en la persecución, porque se requiere testimonio en medio de un mundo perverso.
Perseverar no con miedo sino con optimismo en las inevitables pruebas y dificultades de la vida. El cristianismo no asegura ninguna felicidad terrena.
Solo la vigilante perseverancia es garantía de salvación:
“Si ningún cabello desaparecerá, cuanto más Dios dará la vida entera a nuestra carne y a nuestra alma. Por nosotros se encarnó, murió y resucitó, para quitarnos el miedo a morir” San Agustín.
Pregón litúrgico del Día del Señor, de la venida definitiva de Cristo como juez: vendrá a juzgar el bien que hicimos y el buen que omitimos.
Hay que esperarlo con fe, oración, cumpliendo nuestros deberes honradamente.

PERMANECER VIGILANTES
“No sean engañados; vendrán muchos en mi nombre, diciendo: yo soy el Cristo; no vayan tras ellos”.
El que es engañado se desvía. Ser un excelente vigilante, con los ojos bien abiertos, bien dispuestos. Uno que duerme no se da cuenta de lo que sucede. Importa el ojo de la mente, del espíritu. No aceptar las propuestas que no son de Dios, que no coinciden con el evangelio. El mal se mueve, filtra, nos da la vuelta. Parece que vivimos adormilados. El mal parece que nos va ganando el mandado. No todos duermen, pero sí varios.
Quien quita a Dios de su vida, se convierte en un estorbo; no entra ni deja entrar…
¿Qué tanto descubrimos que está entrando la avalancha del anticristo?, pero sobre todo ¿qué estamos haciendo? No vaya a ser que estemos perdiendo la fuerza.
Serán aborrecidos a causa de mi nombre. Preguntémonos por la causa. Si la causa es Cristo no hay de qué preocuparse, pero si la causa es otra cosa, entonces sí…
Si la causa es Dios, hay que mantenerse de pie. Cristo nos hace fuertes en todos los momentos.

Vale la pena porque es por Dios, por Cristo. La causa es la que sustenta todo. En su nombre vamos hacia adelante: “Todo lo puedo en Cristo que me conforta”. En Cristo está la fuerza, el poder de todo lo que decimos y hacemos.
Dios viene a dar plenitud a las profecías, ya no es promesa nada más sino realidad, por eso todo brillará, porque eso es la salvación de Dios. La alianza de Dios se concluye en la salvación, ahí se cumplen todos los anhelos. Todo está encaminado a esa promesa viva donde Dios se hace manifiesto. La esperanza se ve cumplida en Cristo.

ESPERANZA Y TRABAJO CONTINUO POR EL REINO
El trabajo era de esclavos. San pablo al ponerse como modelo de trabajo –hacía tiendas de campaña-, nos dice que el trabajo dignifica a la persona y no es nada más de esclavos. Él trabaja para comer. El trabajo espiritual es todavía más importante. Días sin comer, noches sin dormir, con tal de hacer presente a Cristo. Aun estando todo golpeado, está animando a los demás, como lo hace con sus cartas que escribe desde la cárcel. Sin callos en las manos no se puede ser sacerdote. “Ser sacerdote es ser el Cristo escupido” –P. Chinchachoma-.
Estar todos los días preparados, contribuyendo con el esfuerzo diario en la instauración del reino de Dios.

No por el motivo del fin del mundo hemos de dejar de vivir una vida de trabajo; eso sería caer en el defecto de los tesalonicenses que, bajo la excusa de la inminente y final venida de Cristo, ya no querían trabajar.

Nosotros hemos de trabajar mucho por la instauración del reino de Dios entre nosotros.
Todos los movimientos o asociaciones de iglesia debemos ponerle ganas al trabajo por el Reino.

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