A tan sólo unos pasos del dolor, de la ¡Muerte!
Frente a ella que reposa en esa tumba, que no se ve, porque la oculta una barda.
Con el canto de grillos y uno que otro pájaro que aún trina.
Estoy rodeada por la ¡Muerte! Por el luto permanente y la tragedia que arranca la vida.
Entre la luz y la sombra. Entre la tristeza y la melancolía de aquel recuerdo cuando todos estaban y hoy la muerte se los llevó.


Con el reflejo discreto de las estrellas que asoman su fulgor para advertir que llega la noche.
Con el aire que despeina mi desaliñada cabellera.
Con el paso acelerado de esas carrozas que transportan cuerpos inertes.
Víctimas de un virus, de un homicidio, de un accidente, o de una enfermedad, que se destruye bajo el fuego.
Con ese silencio que se interrumpe por el llanto no tan lejano de deudos que esperan cenizas.
Él y yo, nos olvidamos de todo, y egoístas disfrutamos nuestra mutua compañía, nuestra plenitud.
Mientras aquellos lloran esa partida.
Una que también lloré hace 14 años.
La de ella que me dio más que la vida.
Que fue el centro, para forjar con él una ¡Familia!
Así, con esos recuerdos y ese dolor; ambos, Hades y yo, sobre una vieja llanta de trailer, nos abrazamos en muestra de amor mutuo.
Él con su sencillez y alegría que no sabe de muerte.
Con su desenfrenada fuerza acompaña mi melancolía, que arriba ante la presencia de cuerpos inertes, de llanto ajeno por aquellos que perdieron la batalla, no sólo ante un virus incontrolado, también ante una inseguridad y homicidios, que ya son costumbre.
Llegan inertes y regresan a su hogar sólo en ¡Cenizas! Otros, con la esperanza de ver llegar a la familia, a los que aún están desaparecidos.
Unos más, con el anhelo de llevarse a su hogar a los enfermos, que claman en los hospitales, buena atención a sus salud.
No me acostumbro a la muerte por ninguna causa y menos por ¡Negligencia! Por omisión ni abandono gubernamental.
Hoy es más cruda de nuevo la amenaza a la vida, a la destrucción familiar, a la división social, y a la tragedia.
Esa muerte que advierte volver a destruir familias y dejar huérfanos.
Hoy de nuevo compruebo que a ellos no les importa esas sillas vacías ni familias destruidas.
A ellos, los arrastra el embeleso de la sucesión presidencial.
No confortar esos corazones destrozados por las ¡Ausencias!
Veo de nuevo poder, ambición a una silla de cargos públicos, negligencia, y olvido a la necesidad social.
Una economía rota; una salud maltrecha, una seguridad abandonada.
Nada ha cambiado en catorce años.
Ni mi dolor por tu ausencia querida madre ni mi tristeza y melancolía al ver que ya no hay ¡Familia!
Que cada vez se destruye a más hogares; desaparecen las personas, las asesinan o se matan.
Que sirvan mis letras para que tu, si ¡Tu! Que aún la tienes, que aún goza de una mesa repleta de ellos, de padres y hermanos, no te pierdas en la podredumbre de la ambición, de la envidia o de odios constantes.
No intrigues, no vuelques dividir ese bello tesoro que es la ¡Familia!
No escupas tus frustraciones ni desates tus odios por ideologías, por defensas de aquellos, que sólo les preocupa mantener un ¡Poder!
No te deprimas ante esas ausencias ni ante esta fecha de sentimientos encontrados, mejor saborea la melancolía y dales a otros, lo mejor de ti o lo que anhelas para ti.

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