COLEGIADO DE SACERDOTES DIÓCESIS CHILPANCINGO – CHILAPA
Tercer Domingo de Pascua 2023
DOMINGO III PASCUA Ciclo A 2023
PROFUNDIZAR EN LA PASCUA DE RESURRECCIÓN
Pascua de resurrección es pasar de la situación inicial de los discípulos de Emaús:
de los ojos cerrados, el eclipse, la oscuridad, a tener los ojos abiertos, ver por la
inteligencia y la fe, ver las consecuencias de nuestros actos y el significado de lo
que sucede, sea bueno sea malo, y ver al resucitado en la Fracción del pan.
Pascua de resurrección también es pasar del encierro y pesimismo a la vida en
comunidad, al optimismo, testimonio, a la misión, como Pedro, quien hacía pocos
días había negado a Cristo y ahora lo proclama con viva fe y sacrosanto amor.
Simplemente pasar de la penumbra, tristeza, desconsolación, a la alegría.
El camino que lleva a Emaús es el camino de todo cristiano, más aún, de todo hombre. En nuestros caminos Jesús resucitado se hace compañero de viaje para
reavivar en nuestro corazón el calor de la fe y de la esperanza y partir el pan de la
vida eterna.
Quien fue a ver el sepulcro y creyó que habían robado el cuerpo, fue María la mujer
de Cleofás, fue y le dijo a su marido y este no creyó.
Le acercaron la comida a Jesús porque la esposa ya la había preparado.
Desde esta perspectiva, la familia también es testigo de la resurrección. Que la
familia recupere la esperanza, la espiritualidad.
Reconocer a Jesucristo al leer la Escritura en un contexto de culto, no como los
protestantes que en su casa creen encontrar la voluntad de Dios. Hay que
reconocerlo principalmente en la eucaristía dominical.
“… nuestro corazón ardía”: La palabra de Dios, ha de llegar, no solo al hemisferio
izquierdo del cerebro (a lo racional), sino también al hemisferio derecho: a las
emociones; la fe también ha de producir alegría.
Cuando hay pan hay alegría. Aquí hay alegría al reconocerlo en la fracción del pan;
esto hace a los discípulos levantarse e irse a predicar. Es el mismo verbo que se
utiliza para cuando se habla de la resurrección de Cristo.
La misa nos ayuda a vivir con un nuevo enfoque; el “ir en paz” implica que vivamos
con Cristo en la familia, comunidad, trabajo; vivir con temor de Dios afrontando las
tentaciones del mundo (segunda lectura).
La comida antes de afectar a la materia afecta positivamente al alma. A los hombres
no sucede no como en los animales: el hambre los lleva a cazar; a nosotros nos
lleva a reunirnos, compartir… En los hogares muchas veces se descuida lo nutritivo al alimentarnos, pero también se descuida el compartir juntos, pues, cada quien
come a la hora que puede y quiere, por el individualismo.
UNA PASCUA DE RESURRECCIÓN EN LO SOCIAL
Con los gobernantes, líderes y otras realidades humanas, nos sucede como a los
discípulos de Emaús: «Nosotros esperábamos…» (Lc 24, 21). Este verbo en pasado
lo dice todo: Hemos creído, elegido, votado, seguido, esperado…, pero ahora todo
ha terminado. También Jesús de Nazaret, que se había manifestado como un
profeta poderoso en obras y palabras, parcialmente fracasó.
Ante estos actos que entristecen, decepcionan…, solo nos queda proclamar la
Palabra de Dios y hacer que el corazón de las personas arda al escuchar la Escritura
en las celebraciones culturales. Nuestro profetismo necesita resucitar o renovarse.
Ningún partido político puede solucionar todos los problemas, aunque se diga que
es “la esperanza de México”, pues, en realidad no da mucha esperanza humana;
se abusa de la palabra “esperanza”, porque proponen algo que no pueden cumplir.
Se equivoca quien propone una esperanza a corto plazo. Así sucedió con la
modernidad, porque prometió mucho y no se ha cumplido casi nada.
La desilusión de los peregrinos de Emaús es actual en nuestra sociedad. Así como
solucionan su problema con la Palabra de Dios y la eucaristía, la sociedad se
renovará éticamente y emocionalmente con la palabra de Dios y los sacramentos.
Por ejemplo, en los funerales la sociedad da homenaje, pero poco hablan de la
salvación de las almas.
El triunfo del resucitado desde esta perspectiva, tendría que ser una sociedad más
ética; la necesitamos, para lo cual abona que haya una sociedad sacramental (que
vive los sacramentos no solo en lo íntimo de la espiritualidad sino también en la vida
en familia, en el trabajo, en todos los campos de la sociedad).
La renovación sacramental ha de llevarnos a una pascua social, porque el
sacramento es juramento, compromiso, repercusión en lo social.
La sociedad actual ha perdido el lenguaje religioso, porque desconecta la vida religiosa de su vida ordinaria.