Desgarra el alma, lacera la conciencia, y ¿a ellos? A nosotros, a ¡Todos! Obligados a proteger y guiar el desarrollo infantil, ¿qué nos provoca?
A un DIF, que ¡No! Garantiza ni cumple esa Ley general de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes que en letra solo marcar que “la familia, la comunidad a la que pertenecen, el Estado y todos los integrantes de la sociedad”, debemos darles respeto y auxilio para su protección”
Esa imagen en las escalinatas de una estación del Metro UAM, en Iztapalapa, contradice ese deber y revela realidad social.
Una situación, que viven millones de pequeños no sólo en el Metro, sino en cada calle, en todos los rincones de la Ciudad de México y del país.
Imagen de niños que trabajan y no saben de escuela ni de ¡Bienestar!
De infantes, golpeados, abandonados por sus padres, abusados por ¡Bestias! Que nos debe ¡Sacudir!
Llevar a preguntarnos:
¿Para qué la emisión de leyes y la declaración de derechos; los discursos en Congresos, incluso los festejos, sin ¡Acciones!
Sin decisiones verdaderas, no sólo para ellos que están en las calles en busca de obtener su propio sustento o ayudar a sus familias.
También para aquellos, sin acceso a un hospital, donde en muchos casos ni los atiendan con calidad ni calidez.
Para aquellos que son violentados; violados o asesinados, sin obtener ni protección y menos ¡Justicia!
Ver sus rostros que padecen, sin ¡Decisiones! Reales, sin ¡Protección!
Niños y niñas, cada vez más pequeños con riesgos del secuestro, de delitos.
Niños ahora hasta asesinatos por vendettas.
Menores que laboran en apoyo a la economía de la familia, porque sus padres, ¡Necesitan! El apoyo.
Pequeños, que sin protección ni seguridad social ni personal, padecen una vida precaria.
¿Y eso al DIF capitalino, a los DIF’s, nacionales, al
gobierno local, al federal.
A los aspirantes a legisladores, a la presidencia y las gubernaturas, al Estado de México.
A las comisiones de derechos humanos, les preocupa, les ¡Ocupa!?
¡No! Porque ellos ¡No votan! Y están a merced hasta de ser víctimas de ¡Ilícitos!
Sin un cuidado ni vigilancia para su seguridad.
Sin una ley que los proteja cabalmente.
¿Cuáles son las acciones para que la opción sea la ¡Escuela!?, no el comercio ambulante en la calle.
No se ven.
Ni hay política de protección social infantil, eficiente.
Estos dos pequeños lo evidencian. Son muestra del olvido gubernamental.
Ellos también, ahí tumbados en las afueras de la estación del Metro UAM-1, olvidan por momentos que tienen que vender y aportar al sustento familiar.
No es desgarrar vestiduras y con la simpleza de acusar, escupir: ¿Y los padres dónde están?
No es volcarse en un discurso legislativo, que revela sólo ¡Verborrea!
No es festivales ni obsequios anuales ni simulación gubernamental ni leyes que no se exigen cumplir.
Discursos que retumban vacíos en un recinto legislativo o en una institución gubernamental.
No es sólo preguntarnos, preguntarme:
¿Qué hago en su apoyo, cómo puedo ayudar, de qué manera aporto?
Esa imagen muestra nuestra hipocresía.
Revela más que lo que yo pueda narrar, que lo que pueda criticar.
Muestra ¡Omisiones! Que duelen al ver a esos dos pequeños.
Uno cansado, y el otro, arropando y protegiendo su cansancio.
¡Duele! El alma, porque los nuestros, el tuyo, los míos, no tienen que trabajar para comer.
Y ¡Ellos! En unas escaleras del Metro, en espera de vender sus chocolates.
Con su cansancio a cuestas, revelan su pesar.
Descansan y dormitan, mientras tu, yo ¡Todos! Bajamos esas escaleras, indiferentes a su penuria.
Acostumbrados a verlos trabajar y ellos, esperar vender.
Lacera esa imagen, que nos debería llevar al menos a exigir por ellos y a no acostumbrarnos a esas imágenes de ¡Necesidad!
A no solapar la hipocresía ni falsear y tener vergüenza para decir:
¡Feliz “Día del niño”!

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